Opinión

Los Ardillos, vergüenza nacional

Un hombre con la cara cubierta con un pasamontañas negro
Celso Ortega, presunto líder de Los Ardillos, durante la entrevista con Latinus/ Celso Ortega, presunto líder de Los Ardillos, durante la entrevista con Latinus/ (Captura de video)

Los Ardillos machacan Chilpancingo con saña inaudita. ¿Por qué lo hacen? La respuesta es que lo hacen porque pueden. No es que tengan protección policiaca, es que los policías del estado de Guerrero son parte del problema, no de la solución.

Aunque se esconden, todo mundo en Guerrero sabe dónde encontrarlos. El obispo Salvador Rangel se ha reunido varias veces con los hermanos Ortega. No estaría de más preguntarle dónde platican. Dicen que el exalcalde de la capital, Alejandro Arcos, los fue a buscar por la zona de Petaquilla, como quien va para Quechultenango. Al parecer no les gustó lo que les dijo por qué lo regresaron decapitado, literalmente sin cabeza. Estamos hablando del alcalde en funciones de la ciudad capital de Guerrero. El atroz crimen quedó impune, y eso, la impunidad, es el combustible para seguir matando.

También se acusa a Los Ardillos del secuestro y asesinato de un grupo de 17 comerciantes de la comunidad de Chilapa, todos integrantes de una misma familia. Los cuerpos de once de ellos, incluyendo mujeres y menores de edad, aparecieron en una camioneta en Chilpancingo. ¿Qué más tiene que pasar para que los detengan? Circulan versiones de que Los Ardillos atacan con desfachatez porque dieron en su momento dinero y apoyo en elecciones a políticos del más nivel. Imposible saber si esa versión es verídica o una leyenda, pero nadie del gobierno ha ido por ellos en serio.

Aunque usted no lo crea, un hermano de los dirigentes de Los Ardillos fue varias veces diputado y llegó a ser líder del Congreso local en Guerrero. Los únicos que se enfrentan con ellos son los sicarios de un grupo rival, los Tlacos, que sostienen una guerra con Los Ardillos como si las autoridades estuvieran pintadas. Sí que lo están, con mucho maquillaje.

Este sexenio las cosas tienen que cambiar. Los Ardillos ya rebasaron muchas líneas rojas. Su desafío abierto al Estado no puede quedar sin respuesta. Lo que cuentan los especialistas es que en sus inicios eran un grupo que sembraba amapola para la organización de los hermanos Beltrán Leyva de Sinaloa. Arturo era el jefe de todas las bandas criminales en Guerrero, Morelos y parte de la CDMX. Cuando “El Barbas” fue eliminado en Cuernavaca por infantes de Marina, se registró una implosión de la que emergieron varios grupos criminales, entre ellos Los Ardillos y, no hay que olvidarlo, Guerreros Unidos culpables del caso Ayotzinapa.

Los Ardillos prosperaron rápido y es mejor que nadie olvide que tienen amplia base social a la que movilizan cuando lo creen necesario. La tarea de acabar con esta amenaza permanente corresponde a las fuerzas federales. Defensa ya tiene en la zona cientos de soldados, incluidos grupos de fuerzas especiales. Se dice que incluso hay helicópteros artillados. Los están buscando. Si hay voluntad política los van a encontrar uno de estos días. Hay que usar este nivel de fuerza porque se dejó crecer a las bandas criminales que aprovecharon la estrategia de abrazos no balazos para empoderarse y enriquecerse con la extorsión y el cobro de piso.

Glifos

Este fin de semana, pobladores de la comunidad de Chautipan enterraron a las once víctimas encontradas en la camioneta de Chilpancingo. Fue el primer funeral colectivo de esa población. Hay otras seis personas que fueron secuestradas que están en calidad de desaparecidos. Chautipan está muy cerca de Chilpancingo, a 30 kilómetros, pero como los caminos de terracería quedaron en malas condiciones por el paso del huracán John, para recorrer esos 30 kilómetros se hacen tres horas. ¿Eso, el mal estado de los caminos de terracería, tampoco lo podrá resolver el gobierno estatal? Que después de tantos hogares enlutados, Los Ardillos sigan matando es una vergüenza nacional.

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