
La llegada de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos – junto con la de distintos líderes que alcanzaron los principales espacios de poder de sus respectivos países – no fue producto u obra de la casualidad y su encumbramiento no respondió a causas de carácter estrictamente locales. De unos años a la fecha, pareciera que algo hasta hace poco desconocido flota en el ambiente de distintas sociedades a lo largo y ancho del planeta y ello ha permitido los triunfos de personajes que en circunstancias de “normalidad” hubiéramos considerado como inviables. Se trata de causas o razones que no dependen de ideologías o incluso de condiciones culturales específicas, sino que más bien parecen obedecer a los nuevos tiempos. Si en cuanto a las causas que permitieron el arribo al poder de Trump es claro que las mismas son compartidas en otros escenarios, lo mismo sucede, y con más fuerza, en cuanto a lo que habremos de resentir como los efectos. Veamos.
Profundización de una división social en la que quienes hasta ahora se había sentido relegados del poder, ahora se asumen como parte del mismo y llegan con ánimo de revancha al considerar que durante mucho tiempo fueron excluidos. Buena parte de las bases sociales que han apoyado a liderazgos como el que representa Donald Trump han comenzado a asumir un papel prácticamente de revancha y venganza en contra de aquellos que, según ellos, los hicieron a un lado en la toma de decisiones y definiciones políticas. Esto, de manera natural, lo único que acarreará en los próximos años es en segmentar aún más a sociedades que ya de por si se encontraban fracturadas y fragmentadas.
Sentimiento de “orfandad moral” en cuanto a una estructura de valores y aspiraciones individuales y colectivas, pues lo que hasta ahora fue no los representa, pero tampoco existe la construcción de una alternativa de nueva estructura ética. La crisis ética que Dayán y Sicilia han definido como “el vaciamiento cultural de los valores de occidente” ha desdibujado los parámetros tradicionales que nos permitían distinguir lo correcto de lo incorrecto, pero el hueco no ha sido llenado con una nueva propuesta. En los próximos años, buena parte de las sociedades caminarán sin claridad respecto de lo socialmente considerado como bueno, conveniente o aceptable.
Fortalecimiento del individualismo como mecanismo de supervivencia ante la aparente derrota del colectivismo, al considerar que solo una minoría de las minorías logró triunfar en plantear e imponer su agenda entre el resto de la sociedad. Uno de los argumentos que explican los triunfos de los “Trumps” del mundo, es el haber privilegiado la construcción de lo colectivo a partir de sacrificar los intereses individuales. Hoy, quienes simpatizan con este tipo de liderazgos parecen haber cerrado la posibilidad de lo social y han comenzado a plantear un discurso que atiende a satisfacer sus necesidades directas e inmediatas, aún cuando esto signifique excluir a grandes sectores que puedan encontrarse en condiciones de por sí poco favorables.
Radicalización de posturas y discursos respecto de temas que hasta hace poco considerábamos conquistados e incorporados a nuestra forma moderna de vida. El respeto a los derechos humanos, la tolerancia como base para el entendimiento y la resolución de diferencias, el reconocimiento a lo distinto a partir de su inclusión, la igualdad como eje fundamental para el desarrollo de las sociedades, entre muchos otros asuntos que comenzaban a formar parte de nuestra hoja de ruta, hoy están diluidos hasta el punto de desvanecimiento. Los años por venir parecerán una regresión en el tiempo una, dos, cinco o diez décadas hacia atrás, sin que necesariamente logremos apreciar que estos serán parte de los dignos de los nuevos tiempos.
Los efectos de la llegada de Trump al poder van más allá de una política arancelaria a todas luces equivocada o de una postura xenófoba que condena al pobre por atreverse a buscar un mejor destino. Los efectos no serán solo desde Estados Unidos para sus vecinos o principales socios, sino para una nueva Europa que parece ir en el sentido radical de Meloni, una Centroamérica cautivada por la seguridad y el orden de Bukele o una América Latina encandilada por la estridencia que grita ¡viva la libertad, carajo! Los efectos de la era Trump, me temo, serán mucho más profundos y llegarán más lejos de lo que quisiéramos imaginar.
Profesor y titular de la DGACO, UNAM
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