Opinión

Mujeres: más allá del mito, hacia la familia

Protesta feminista en México
Marcha 8M Marcha 8M (Foto: Jennifer Garlem /La Crónica)

Con cariño y admiración hacia las mujeres, me permito cuestionar el relato dominante del feminismo extremo contemporáneo, ese que pinta un pasado de opresión absoluta y una lucha eterna contra un sistema patriarcal. Tomando de referencia los planteamientos de Agustín Laje, como los expuestos en su libro Globalismo y sus entrevistas, invito a revisar el ejemplo de su crítica sobre el discurso histórico que señala que el hombre durante la Revolución Industrial era el gran opresor de la mujer. ¿Es esto del todo cierto? La realidad es más compleja. Las fábricas y jornadas laborales eran inmundas, explotación sin fin y muertes por accidentes o prematuras por las condiciones laborales. En tanto muchas mujeres no se vieron obligadas a trabajar fuera de casa por necesidad (como sucede actualmente), sino que también ejercieron un privilegio hoy subestimado: cuidar a los hijos, sostener el hogar, ser el eje de la vida familiar. No era una cárcel, sino un rol esencial para la supervivencia de toda cultura.

Históricamente, las mujeres han sido mucho más que víctimas. Fueron grandes sacerdotisas, intérpretes del cosmos, guardianas de la Madre Tierra con sus profecías y rezos. Desde esa autoridad espiritual y moral, ordenaban la existencia sin necesidad de guerras de poder. No se trataba de sumisión, sino de un liderazgo distinto, profundo, que el feminismo moderno a veces olvida al enfocarse en igualar métricas laborales o políticas.

Hoy, en México, vemos mujeres liderando el Ejecutivo y el Judicial, un avance innegable. Pero el entorno laboral, que obliga a hombres y mujeres a trabajar sin tregua, refleja una sociedad fracturada: familias rotas, excesos, abusos. ¿No deberíamos, entonces, reivindicar la necesidad humana de fortalecer el núcleo familiar? La familia no es una reliquia del pasado, sino el cimiento de cualquier futuro digno.

Y hablando del futuro, la inteligencia artificial promete transformar nuestras vidas. Según la consultora McKinsey, para 2030, hasta un 30% de las tareas laborales podrían automatizarse. Este cambio, lejos de ser una amenaza, podría liberar tiempo. ¿Para qué? Para atender a los abuelos, criar a los hijos, tejer lazos humanos. Y quién mejor que las mujeres —con su sensibilidad y fortaleza histórica— para guiar este proceso. No se trata de confinarlas al hogar, sino de reconocer su capacidad para liderar la reconstrucción de lo esencial en un mundo deshumanizado por la tecnología y el individualismo.

Critico al feminismo no por desprecio, sino por amor a lo que las mujeres han sido y pueden ser. El relato de la opresión perpetua simplifica su legado y las reduce a una batalla por espacios que, en muchos casos, ya ocupan. El verdadero desafío no es conquistar más poder, sino revalorar el que siempre han tenido: el de sostener la vida misma.

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