Hace poco menos de un año, pocas semanas antes de la elección presidencial, Andrés Manuel López Obrador señaló que el pueblo mexicano era uno de los más politizados en el mundo. Desconozco lo que en aquél momento significaba para el ex presidente la “politización” del pueblo mexicano, pero si ello tenía que ver con la participación de la sociedad mexicana en los asuntos políticos y electorales, López Obrador se equivocaba. A partir de las elecciones del 2000, proceso que puede ser considerado el de la apertura democrática de nuestro país por lo que representó la alternancia tras más de siete décadas de hegemonía de un mismo partido, la participación electoral, uno de los indicadores principales para valorar el grado de involucramiento de una sociedad en asuntos políticos, jamás ha alcanzado el 64 por ciento del padrón electoral. Incluso, la elección de 2024 marcó un descenso de más de dos puntos porcentuales respecto de la inmediata anterior.
No es lógico, por lo anterior, señalar que el pueblo mexicano es uno de los más politizados del mundo cuando cuatro de cada diez posibles electores rehúye de su deber cívico de votar para elegir a sus representantes. Esta razón, amén de aquellas de carácter técnico y filosófico sobre la naturaleza y esencia del Poder Judicial y simplemente como botón de muestra, es la que lleva a pensar que el próximo proceso electoral en el que habrán de elegirse a un sinnúmero de personas juzgadoras, confirmará el bajo interés y compromiso de la sociedad en política, cuando el porcentaje de participación no supere, en el mejor de los casos, el veinte por ciento. Menuda legitimidad la que el pueblo dará a quienes, a partir de septiembre de este año, serán las y los encargados de interpretar las normas e impartir justicia.

Por esta razón, por la escueta politización de nuestro pueblo, es que se vuelve necesario repensar la participación política de la sociedad. Habrá quienes piensen que estamos en unos de los peores momentos para plantear posibles mecanismos que alienten la politización de las y los ciudadanos, que en tiempos de gobiernos tan dominantes como el que tenemos plantear nuevas formas que incentiven el involucramiento de las personas en la toma de las decisiones políticas es imposible. Tal vez. Quizá sea cierto que llevar a cabo una iniciativa de esta naturaleza sea inviable, pues al propio gobierno y a su partido esto no les conviene, pero lo que se vuelve indispensable, más allá de hacerlo realidad, es plantearlo como una necesidad.
Creo que al hablar de participación política en nuestro país es indispensable comenzar a hacerlo desde fuera de los partidos políticos. Si bien el sistema político mexicano está construido para que los partidos sean los únicos vehículos a partir de los cuáles acceder a los puestos gubernamentales y legislativos, debemos imaginar nuevas formas de articular esfuerzos capaces de arrebatar este monopolio a organizaciones que han demostrado ser profundamente endogámicas y excluyentes. De igual manera, debemos despojarnos de estructuras ideológicas rígidas y dogmáticas que dificultan la construcción de acuerdos y la definición de puntos medios que satisfagan los intereses de sectores más amplios de la población y que fortalezcan a la democracia por sí misma. Requerimos, en ese ánimo de volver a la nuestra sociedad una verdaderamente politizada, regresar a la búsqueda de principios fundamentales como la verdad, la justicia, la libertad y la igualdad, entendiendo que los mismos se construyen privilegiando el bien de la colectividad por encima de los intereses individuales.
Repensar la participación política es indispensable si se quieren generar espacios en los que la democracia pueda sobrevivir en tiempos en los que las mayorías pretenden desvanecer a las minorías para convertirse en únicas y absolutas. Quizá lo que logremos repensar y proponer no encuentre eco y se convierta en resultado testimonial de un ejercicio que no trascienda de lo teórico para volverse realidad. La probabilidad de que un planteamiento que busque generar nuevas y fortalecidas formas de participación política sea exitoso es muy baja, pero ello no implica que debamos aceptar la mentira de ser un pueblo altamente politizado que, en realidad está sometido al pensamiento único de una mayoría muy relativa y por tanto bastante minoritaria. Repensemos.
Profesor y titular de la DGACO, UNAM
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