
En 2015 Morena participó por primera ocasión en un proceso electoral federal. En aquella ocasión, Movimiento Regeneración Nacional obtuvo el 8.87 por ciento de la votación frente al 11.5 por ciento del PRD, su competencia más directa por lo que se refería a ideología y oferta electoral. Hoy el PRD es un partido en extinción que conserva su registro en un puñado de entidades federativas, en tanto que Morena cuenta con la mayoría absoluta tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la República – 253 y 67 legisladoras y legisladores, respectivamente –, la mayoría de las gubernaturas y, por supuesto, la Presidencia de la República. Todo esto en una década.
La construcción de la fuerza política de Morena se debe, en una inmensa parte, al carisma, popularidad y liderazgo que fue capaz de desplegar Andrés Manuel López Obrador, así como al trabajo electoral y territorial de miles de simpatizantes, algunos propios y muchos tránsfugas de otros partidos. López Obrador no solo fue quien se echó en la espalda la carga de lograr el registro de un nuevo partido hace diez años, sino que fue de su mano que obtuvo la Presidencia de la República y con ello generó las condiciones para que Morena hilara dos mandatos, ahora bajo la conducción de Claudia Sheinbaum. Todo esto en una década.
Ambos argumentos, el del ascenso meteórico de Morena en el escenario político y el del papel jugado por su fundador, son relevantes para comprender un fenómeno que suele suceder a cualquier movimiento u organización política como parte de su evolución natural y que en los últimos meses ha comenzado a hacerse cada vez más evidente en este partido político: la división interna que presagia fracturas que podrían debilitarlo primero en lo local y eventualmente de cara a las elecciones federales de 2030. Si bien los conflictos son parte de la esencia misma de la política, en los recientes diferendos al interior de Morena no pueden dejarse de tomar en cuenta los aspectos anteriormente señalados, pues estos forman parte de las causas que los han provocado y que colocan la estabilidad de este partido en riesgo.
Ejemplos de lo anterior sobran y pueden observarse en la pugna sostenida entre Adán Augusto López y Ricardo Monreal por presuntos actos de corrupción, el desacatamiento de las intenciones presidenciales por evitar el nepotismo electoral desde el próximo proceso electoral de 2027, las inconformidades de un sector importante de la bancada morenista en la Cámara de Diputados con una secretaria de Estado o el reciente altercado entre un grupo de militantes de aquél partido con el senador michoacano Raúl Morón en un evento en donde hasta las sillas volaron. A lo anterior, es posible sumar otro hecho que, si bien no corresponde directamente a Morena, si lo involucra por haberse dado al interior del Congreso Nacional del PT, su principal aliado político y electoral y que involucró la confrontación de las bases petistas con el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña.
La dominancia política y la fuerza electoral en Morena están en riesgo porque el partido puede sufrir una implosión que lo debilite de cara a los próximos comicios, pero también corre peligro parte importante de la gobernabilidad nacional, pues la estabilidad social, política y económica del país dependen, en buena medida, de la solidez del gobierno y de la presidenta. El rápido crecimiento electoral, político y financiero de este partido no permitió la adecuada institucionalización de procesos y la consolidación de grupos y liderazgos suficientemente sólidos, en tanto que la hegemonía absoluta de su fundador, hoy ausente en el templete y carente del micrófono, ha puesto despertado ambiciones en muchos que no terminan de ver a la presidenta Sheinbaum como la heredera formal y material del movimiento y están dispuestos a quemas sus naves para disputar el liderazgo de Morena.
Lo que la incipiente oposición no ha podido hacer a lo largo de los últimos seis años y medio y lo que el contexto internacional no logró desestabilizar, hoy podría ser provocado por las impetuosas fuerzas que moran al interior de Morena. La implosión parece tocar a la puerta.
Profesor y titular de la DGACO, UNAM
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