Opinión

Cuando teníamos las respuestas, cambiaron las preguntas

Uno de los problemas que siempre he comentado a mis estudiantes y colegas en relación con los obstáculos y dificultades para hacer ciencia es que cuando ya los resolviste y encontraste el camino, te cambian las reglas del juego y tienes que empezar de nuevo. Me recuerda una frase anónima que popularizara Mario Benedetti: “Cuando creímos que teníamos todas las respuestas, cambiaron todas las preguntas”.

Durante muchos años encontré el camino para resolver el asunto del financiamiento para los proyectos de investigación de mi laboratorio. De lo que he obtenido en los 32 años que llevo como investigador independiente, el 45 % vino de México y el 55 % del extranjero.

Mi principal fuente de financiamiento en México durante muchos años fue Conacyt. Al principio (1993), Conacyt tenía más recursos de los que solicitaban los investigadores, por lo que podías tener dos o más proyectos simultáneamente. El dólar costaba alrededor de 10 pesos y los proyectos tenían montos de entre 600 mil y un millón de pesos, que resultaban en 60 a 100 mil dólares. Más adelante, ya no podías tener dos proyectos activos de un mismo fondo (v. gr. investigación básica), pero había varios fondos (v.gr. investigación clínica), y cada uno emitía una convocatoria por año. Con el pasar de los años, subió el dólar hasta 20 pesos, pero también los montos por proyecto que llegaron a ser hasta de dos millones de pesos. Así, en un sexenio podías lograr financiamiento para tres o cuatro proyectos (240 – 400 mil dólares).

Todo se empezó a desmoronar en los últimos tres años del sexenio de 2012 a 2018, en que se detuvieron las convocatorias anuales. En el sexenio siguiente se puso peor. Desaparecieron los diferentes fondos y, con esto, las convocatorias. Solo quedó una, la de ciencia de frontera, de la cual, en seis años, solo hubo dos convocatorias y si tenías un proyecto vigente, ya no podías concursar. Además, Conacyt se volvió más ineficiente que nunca y todo se hizo más lento. Los que iniciamos el sexenio con un proyecto activo no pudimos participar en las dos convocatorias que salieron. En la convocatoria de la nueva Secretaria de Ciencia (SECIHTI) los montos son de máximo 1.25 millones de pesos para tres años en el proyecto individual (62.5 mil dólares).

La otra fuente importante de financiamiento para mi laboratorio ha venido del extranjero. Tuve un proyecto de Howard Hughes Medical Institute por cinco años, otro de la fundación Leducq en Francia por cinco años, dos de Wellcome Trust de Gran Bretaña por tres años cada uno y el más importante, un financiamiento de tipo RO1 del National Institute of Health que he tenido, casi en forma ininterrumpida desde 1999.

El año pasado nos dimos a la tarea de preparar la propuesta de renovación del proyecto ante el NIH. En el primer envío no nos fue bien, pero en el segundo, en que resolvimos las críticas de los revisores, nos fue mejor que nunca. Fue un esfuerzo muy intenso, pero obtuvimos percentil de 3.0, que para el NIH significa calificación de excelencia, por lo que se renovaría para cinco años. Yo lo veía como probablemente el último proyecto grande para mí, ya que al terminar estaría cerca de los 70 años. La calificación la supimos en noviembre y estábamos felices. En marzo esperábamos la noticia oficial del monto a otorgar para el período de 2025 al 2030. Pero en enero, llegó Trump. La semana pasada el NIH sacó un comunicado que dice que no van a financiar ningún proyecto que tenga componente en el extranjero.

En relación con la obtención de recursos tanto en mi país como en USA, encontré las respuestas, pero me cambiaron las preguntas.

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