Opinión

Plegarias sin respuesta

Claudia Sheinbaum La presidenta de México cuestionó la aparente contradicción del gobierno de EU al "negociar" con el presunto narcotraficante mexicano Ovidio Guzmán para permitir la entrada de su familia a EU, cuando ese país rechaza conversaciones con terroristas y ha designado a ciertos carteles mexicanos como tales. (EFE)

No tiene mucho caso ahora recordar a la mística Santa Teresa, quien en tono previsor y triste nos legó aquella maravillosa frase:

“Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas.”

Otros parafrasean esa idea con aquello de nunca pidas algo; se te puede conceder o cuidado con tus deseos, quizás se conviertan en tus pesadillas.

Por eso el gobierno de México, cuya máxima expresión desde hace ya algunos años es la conferencia de cada mañana en el Palacio Nacional, convertido en púlpito, arena y dirección escénica, a veces para un drama; otras para la tragedia y a veces astracán de corral de comedias o tablado de ópera bufa, debería ser más cuidadoso cuando pide, exige, clama, suplica, solicita o demanda explicaciones sobre los actos del imperio en México, casi siempre relacionados con actividades criminales.

No vaya siendo y les expliquen el respaldo de sus acciones.

Dijo hace poco nuestra bienamada Presidenta (con A) en relación con la prohibición a la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar, y su co-gobernador conyugal, Carlos Torres, de ingresar al territorio estadunidense:

“No tenemos ninguna notificación del gobierno de los Estados Unidos. Ayer lo supimos por el comunicado que emitieron, que emitió la propia gobernadora. Y vamos a esperar a recibir la información, no nos vamos a adelantar.

-- ¿No tienen ningún conocimiento sobre si tiene una investigación?

“...Las causas no. Hasta ahora, se va a solicitar la información para saber cuáles son las causas de por qué se retiran estas visas. Entonces, no nos adelantemos, vamos a esperar la información. Y no, no fuimos notificados”.

Pero no solo eso. Un día más tarde:

“Lo único que informaron fue lo que informaron públicamente, de que era un asunto privado, que era un asunto personal, así lo informó la Embajada de los Estados Unidos en México, y no hemos recibido mayor información.

“Entonces, no podemos seguir opinando hasta no recibir mayor información…” En ambos casos le dibujaron un Stradivarius.

Además de lo paradójico de convocar a una reunión informativa para confesar carencia de información, la exposición presidencial en los terrenos nebulosos de la duda o la falta de explicaciones (o la descortesía de otro gobierno de no tomarla en cuenta), no le ayuda a nadie. Especialmente a la presidenta (con A), pues esa actitud la aleja de la imagen y necesaria condición de conocedora suprema de la realidad nacional.

En sus tiempos Andrés López decía, el presidente lo sabe todo. Y clamaba en el desierto por un mendrugo informativo de los Estados Unidos, como sucedió con el caso Zambada y otros, cuya enumeración resultaría larga, penosa y aburrida. Son cosas sabidas de aquella temporada mentirosa.

Pero no es culpa de ella ni de sus operadores. La desinformación sólo se resuelve con datos reales, certeros, objetivos y como dicen los tecnócratas de la palabra: datos duros, no planteamientos blandengues o una presentación elusiva y sistemática de otros datos cuya falsedad supera a los billetes de dos pesos y medio.

La única pregunta es si en verdad la presidenta (con A) estaría dispuesta a divulgar hechos quizá ya de su conocimiento, pero inconvenientes para su movimiento político. Los Estados Unidos operan independientemente de sus lealtades, pero si se les colma la paciencia con la cantilena de más información, mejor trato, más respeto y etc., bien podrían desde allá publicar algunos documentos ya conocidos secretamente por el gobierno mexicano y sus negociaciones para ocultarlos por razones internas.

¿En serio para ocultar la dependencia y la subordinación a los Estados Unidos le conviene al gobierno mexicano abrir este cofre de Pandora?

Los EU saben el porqué de sus acciones. Y también cómo llegan a ellas. México sabe, de antemano, cuánta ropa sucia hay en la casa. No le convienen las indiscreciones de otra lavandería.

Mejor no elevar tantas plegarias, no vaya siendo y el Tío Sam las atienda.

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