Opinión

El planchazo judicial

Una persona participa en el ejercicio de demostración de una casilla para la elección del Poder Judicial
Elección judicial 2025 Una persona participa en el ejercicio de demostración de una casilla para la elección del Poder Judicial (Daniel Augusto)

El próximo domingo se llevarán a cabo las primeras elecciones para la renovación del Poder Judicial. Es posible que se vean largas colas para votar, pero no porque el proceso haya concitado el interés de la mayor parte de la población, sino porque habrá menos casillas que en las elecciones políticas y porque, como hay muchas boletas y el procedimiento es complicado, cada elector se tardará mucho más en marcar las boletas y depositarlas.

Según las encuestas de opinión, la mayoría de los ciudadanos está de acuerdo con que los jueces y magistrados se elijan por el voto popular. Al mismo tiempo, y a pesar de la campaña para promover la participación, el interés es escaso, debido principalmente al desconocimiento de casi todos los candidatos, a la complejidad del mecanismo y a que la gente no tiene claro de qué se trata realmente.

En otras palabras, el acuerdo no deriva de un interés real o de la creencia de que jueces elegidos serán mejores que jueces designados a partir de un concurso, de la carrera judicial o de la decisión del Congreso, sino porque se oye democrático eso de que el pueblo sea quien decida quienes serán las personas juzgadoras.

Entre menos burros, más olotes. La escasa participación ciudadana facilitará la tarea político-partidista de organizar las listas para hacer un planchazo. Ya que casi todo mundo desconoce quiénes son los candidatos, el partido le facilita la tarea al ciudadano militante o simpatizante, entregándole un listado que le indica por cuáles votar. Si el método funciona, el partido más grande -Morena, en el caso que nos ocupa- puede imponer no sólo a la mayoría de sus candidatos, sino a todos, y de esa forma avanzar en la toma del Poder Judicial y, con ello, en la destrucción de los contrapesos que requiere todo gobierno democrático.

El planchazo ha sido una práctica común en varios partidos políticos, incluso en aquellos que se precian de democráticos. El grupo más fuerte, o la dirigencia misma del partido, da instrucciones a sus simpatizantes para votar en paquete dentro de una lista abierta, y el resultado final es que los grupos menores o la disidencia se quedan casi sin representantes, o de plano sin ellos. Les pasó la plancha encima y quedaron lisos.

No abundaré en los muchos sinsentidos de esta elección. Basta con recordar que los votos de cada ciudadano no contarán igual (unos votarán por muchos jueces; otros, por muy pocos), que las candidaturas no son ciudadanas, sino que pasaron a través de un proceso en el que la gente del partido en el poder tuvo más peso que cualquier otro actor político, que la criba no fue lo suficientemente buena como para evitar la presentación de candidatos con presuntas alianzas con la delincuencia y que el escrutinio de los votos no se realizará en las casillas. El mayor sinsentido es los cargos en el Poder Judicial no son de representación política, sino social. Este poder debe proteger los derechos de todos los ciudadanos, y no servir a la mayoría política.

El caso es que, salvo unas pocas iniciativas dispersas, no hay manera de evitar que el domingo Morena y el gobierno impongan a los juzgadores que les interesan. Es prácticamente imposible que los votos diferentes perturben la supremacía de las listas, en un proceso diseñado para acabar, en la práctica, con un contrapeso constitucional.

El grueso de la oposición política al gobierno ha llamado a la abstención. Esa actitud es, al mismo tiempo, una denuncia pertinente y una confesión de debilidad extrema. Lo primero, porque efectivamente se trata de una simulación democrática que ayudará a asfixiar a la democracia. Lo segundo, porque las oposiciones son incapaces siquiera de armar una lista alternativa con perfiles de personas juzgadoras independientes del gobierno federal y su partido, una lista que muy probablemente sería planchada, pero tal vez no en su totalidad.

Un problema adicional para las oposiciones es el hecho de que la mayoría de los ciudadanos avala al gobierno federal y eso ha servido para que tenga éxito la propaganda respecto a la democratización que significa la elección de juzgadores. Tal y como están las cosas, el planchazo del domingo estará cerca del cien por ciento. Eso la pone en un dilema ante la segunda vuelta, donde se renovará a otra tercera parte del Poder Judicial. ¿Mantenerse igual para no prestarse a la farsa o promover el voto para hacer probable la victoria de algunos candidatos independientes? Tal vez los resultados de la primera vuelta les permitirán hacer un análisis sereno y definir estrategias, pero lo más probable es que no: que se siga prefiriendo actuar de manera lírica, a lo que el corazón o las vísceras dictan.

Así las cosas, la gran discusión después del domingo no será principalmente sobre los resultados, sino sobre el grado de participación, con unos afirmando que fue más que aceptable y otros diciendo que fue tan baja que es muestra de rechazo a una reforma de mala concepción y peores intenciones.

A final de cuentas, lo que importará -y en donde saldrá ganando el gobierno- son dos cosas: una, se habrá avanzado en la politización del Poder Judicial, en el proceso de convertido en un brazo más de la 4T; se habrá generado un consenso pasivo: la aceptación de las normas y valores del grupo dominante por parte de las clases subalternas. Una victoria cultural a través de la propaganda. Algo que conocimos quienes vivimos, hace ya varias décadas, bajo la férula del viejo PRI.

fbaez@cronica.com.mx

Twitter: @franciscobaez

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