Opinión

El precio del rezago: desafíos económicos para la salud global

Discutir la salud pública y la salud global es mucho más que hablar de hospitales o enfermedades; es hablar de desarrollo. No es casualidad que más de la mitad de los Objetivos de Desarrollo del Milenio estuvieran ligados a la salud. Hoy, el panorama global no es alentador tampoco para México en particular.

Según el Reporte Lancet 2025: Cuenta regresiva al 2030, los avances en salud reproductiva, materna, neonatal, infantil, adolescente y nutrición en países de ingresos bajos y medios están en riesgo. El informe, que ofrece una visión crítica a mitad del camino hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible, advierte sobre retrocesos significativos en múltiples indicadores clave. Desde la perspectiva de la economía de la salud, el documento destaca tres problemas centrales: desequilibrios financieros, desigualdades estructurales persistentes y una baja eficiencia en los sistemas de salud, todo ello en medio de un contexto global marcado por crisis simultáneas.

Uno de los hallazgos más alarmantes es la presión fiscal que enfrentan muchos países. Entre 2010 y 2021, el número de naciones que destinó más recursos al pago de deuda externa que a salud pública pasó de 33 a 54. En África subsahariana, casi seis de cada diez países estaban en esa situación. Estas restricciones presupuestarias comprometen directamente servicios esenciales como la atención materna y la vacunación infantil.

La situación se complica aún más con la inestabilidad del financiamiento internacional. Aunque durante la pandemia de COVID-19 hubo un aumento puntual en la ayuda externa, los fondos destinados a salud materno infantil siguen siendo insuficientes. Conflictos armados,emergencias climáticas y choques económicos prolongados diluyen su impacto. Además, la falta de resiliencia en los sistemas de salud hace que su sostenibilidad a largo plazo esté en entredicho.

Las brechas sociales también ocupan un lugar destacado en el reporte. Las zonas rurales y los hogares más pobres siguen enfrentando tasas significativamente más altas de mortalidad neonatal e infantil. A esto se suma la fragmentación institucional y la baja calidad de los servicios, factores que reducen la eficiencia del gasto público y refuerzan la inequidad.

También se destacan los efectos económicos del cambio climático y de la urbanización caótica. Enfermedades provocadas por fenómenos extremos y condiciones de vida insalubres elevan la demanda de servicios y erosionan los determinantes ambientales de la salud. El costo, tanto en términos de atención directa como de pérdida de productividad, sigue creciendo.

En materia de políticas públicas, el mensaje es claro: es urgente priorizar la salud de mujeres, niños y adolescentes. El propio historial de los ODM demuestra que avanzar es posible incluso con presupuestos ajustados, siempre que se enfoquen los recursos en intervenciones costo-efectivas y se fortalezca la gobernanza del sector salud.

En el caso de México, aunque el país muestra mejores indicadores que muchas regiones en desarrollo, no está exento de desafíos. Con una tasa de mortalidad materna de 38 por cada 100 mil nacidos vivos (frente a los 545 de África subsahariana), México ha cumplido metas clave. No obstante, persisten brechas regionales y étnicas significativas. En nutrición, el país enfrenta una doble carga: desnutrición crónica en zonas marginadas y obesidad creciente en toda la población infantil. Además, la inseguridad alimentaria afecta al 24% de los mexicanos, según datos de la FAO.

Al igual que otros países de ingreso medio, México debe enfrentar desigualdades persistentes, presión fiscal y vulnerabilidad climática. Lograr avances sustantivos en materia de los objetivos analizados requerirá voluntad política, eficiencia presupuestaria y políticas de salud inclusivas y sostenibles.

Tendencias