Opinión

Ilusiones y frustraciones en el país mágico

VOTO CONSCIENTE. Loretta Ortiz, ministra y candidata a la Corte, confió en que los mexicanos salgan a votar conscientes de su decisión por el mejor perfil para las personas que han de impartir justicia.
VOTO CONSCIENTE. Loretta Ortiz, ministra y candidata a la Corte, confió en que los mexicanos salgan a votar conscientes de su decisión por el mejor perfil para las personas que han de impartir justicia. Crédito: Especial

Nunca pensé escucharlo como parte de un discurso presidencial, pero en el fondo eso no tiene nada de extraño porque las novedades y los acontecimientos en el reino del nunca antes, ya vienen siendo la rutina de este país, pero la primera Ejecutiva (o presidenta con A, aunque ostente el Poder Ejecutivo y no la “Podera Ejecutiva”, pero, en fin), dijo hace unos días con altivo desparpajo: “como México no hay dos”, y lo hizo en el tono orgulloso de la certeza absoluta y retadora, porque es cierto, esta nación nuestra cuyo distintivo más señalado consiste en vivir de ilusiones y después de frustraciones, no tiene par planetario, como nos acaba de ocurrir con la vuelta de Italia, donde un singular ciclista de apellido taurino, iba a ganar, pero como es mexicano de México, respetó la tradición del ya mérito, y no ganó, pero hizo un decoroso papel, porque nadie en el mundo ha patentado la idea de la honrosa derrota como nosotros, cuando lo más honroso debe ser (para quien la sepa y conozca) la victoria, la hermosa Nike, pero a nosotros con las frases nos basta, no olvidemos cómo la patria es primero y todo aquello, pero el caso es también ejemplar con el celebérrimo Club América en la balín competencia del Mundial de Clubes, uno más de los inventos para sacarle dinero a los aficionados al “juego del hombre”, como misóginamente (le dirían ahora), llamaba el gran Ángel Fernández al futbol inventado por los ingleses en lejano tiempo, pero además de esos ejemplos hay otros tantos como para llenar anaqueles enteros con la narración de nuestras desventuras y mediocridades, y lo malo no es eso, lo grave, lo enfermizo, lo patológico es la costumbre nacional de celebrar lo inexistente, de hacer festejos anticipados cuando las cosas ni han ocurrido y por lo general no ocurrirán; no se tienen ni se logran, pero hacemos el jolgorio en el vacío, como ocurrió con este joven Del Toro a quien --Dios mío-- ya comparaban en su hazaña no lograda, con otra epopeya también irreal e imposible: el campeonato mundial de F1 del señor Checo Pérez, porque nos decían los merolicos de la radio de la República, si Isaac gana la vuelta italiana, es como si el Checo hubiera ganado, lo cual nos lleva nuevamente al amplísimo terreno de un país supositorio o al menos lleno de suposiciones, porque nadie puede dudar de nuestra tendencia a construir ídolos de quince minutos, hazañas invisibles, grandezas no logradas lo cual nos viene de tiempos lejanos, porque analice usted si esto no es de carcajada: en el año 1604 el clérigo Bernardo de Balbuena hizo un libro llamado “Grandeza mexicana” y cuatro siglos más tarde, Salvador Novo hizo otro igual de encomiástico y acrítico, llamado “Nueva grandeza mexicana”, lo cual nos anticipa un tercero de nombre “Renovada grandeza mexicana plus” y si me he referido al pronunciamiento de la singularidad nacional expresado por nuestra señora presidenta (con A”) en el contexto de la ríspida e intervencionista relación con los Estados Unidos, es porque la actitud de supremacía planetaria nos alucina desde toda la vida y en todos los campos, por eso no extraña la defensa de lo sucedido ayer, cuando todo el aparato del Estado, se volcó en un proceso electoral, tan chueco como un banano, con el cual, desde la cima ficticia y la originalidad inventada, le hemos dado al mundo una lección democrática, según nos dijeron pensadores de la hondura de Noroña, por ejemplo, quien nos enseñó, ufano y orgulloso cómo en eso, en democracia moderna y exclusiva, somos los primeros del mundo mundial: porque ahí si somos primer lugar: en la nueva democracia construida por el “Humanismo mexicano” y la “Revolución de las conciencias”.

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