
Imposible para un humilde mortal elevar su voz a las alturas del Palacio Nacional, pero con base en mi derecho constitucional de nunca haber sido requerido para nada, quiero en esta peligrosa ocasión ofrecer una receta infalible para tratar de tú a tú con el señor Donald Trump, como este día tendrá oportunidad de hacerlo nuestra señora presidenta (con “A”).
Se le debería recordar al energúmeno del norte cómo la soberanía nacional es un valor irrenunciable en los tiempos de la Cuarta Transformación tanto en su primero como en su segundo piso. Y para eso nada como memorizar y quizá repetir el discurso más digno jamás ofrecido en la historia reciente entre dos corrientes políticas: la Revolución de las Conciencias y el movimiento para una vez más engrandecer a América. Para someter al delirante Rey de las Américas, sólo basta repetirle estas palabras:
“...Presidente Trump:
“Como en los mejores tiempos de nuestras relaciones políticas, durante mi mandato como presidente de México, en vez de agravios hacia mi persona y, lo que estimo más importante, hacia mi país, hemos recibido de usted, comprensión y respeto.
“Algunos pensaban que nuestras diferencias ideológicas habrían de llevarnos de manera inevitable al enfrentamiento. Afortunadamente, ese mal augurio no se cumplió y considero que hacia el futuro no habrá motivo ni necesidad de romper nuestras buenas relaciones políticas ni la amistad entre nuestros gobiernos...
“...Ahora que decidí venir a este encuentro con usted, presidente Trump, en mi país se desató un buen debate sobre la conveniencia de este viaje. Yo decidí venir porque, como ya lo expresé, es muy importante la puesta en marcha del Tratado, pero también quise estar aquí para agradecerle al pueblo de Estados Unidos, a su gobierno y a usted, presidente Trump, por ser cada vez más respetuosos con nuestros paisanos mexicanos.
“A usted, presidente Trump, le agradezco su comprensión y la ayuda que nos ha brindado en asuntos de comercio, petróleo, así como su apoyo personal para la adquisición de equipos médicos que necesitábamos con urgencia para tratar a nuestros enfermos del COVID-19.
“Pero lo que más aprecio, es que usted nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía. En vez de la Doctrina Monroe, usted ha seguido, en nuestro caso, el sabio consejo del ilustre y prudente George Washington, quien advertía que “las naciones no deben aprovecharse del infortunio de otros pueblos”. Usted no ha pretendido tratarnos como colonia, sino que, por el contrario, ha honrado nuestra condición de nación independiente. Por eso estoy aquí, para expresar al pueblo de Estados Unidos que su presidente se ha comportado hacia nosotros con gentileza y respeto. Nos ha tratado como lo que somos: un país y un pueblo digno, libre, democrático y soberano.
¡Que viva la amistad de nuestras dos naciones!
¡Que viva Estados Unidos de América!
¿A poco no es una chulada la enseñanza del maestro?
Así pues, la lección está ahí para quien quiera aprovecharla.
Quien les ha dicho a nuestros emigrados, pandilla de violadores, ladrones y delincuentes, quien haya acusado a la jefa del Estado Mexicano como instigadora de insurrecciones incendiarias en Los Ángeles o le ha atribuido el pánico escénico por la operación de los carteles hasta hacerla perder el pensamiento y llevarla a la parálisis no debe ser tomado en cuenta durante los momentos de la fotografía dichosa en las montañas canadienses...
Sólo basta sonreír y repetirle al mismo señor Trump, aquella hermosa muestra de dignidad sin espacio para confundir a doña Leona Vicario con Stormy Daniels:
“...usted nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía... por ser cada vez más respetuosos con nuestros paisanos mexicanos”.
¿A poco no? Así quedan contentos los dos mientras sobre nuestras cabezas vuelan los drones del espionaje.
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