Opinión

Otra retirada deprimente

Donald Trump deja la cumbre del G-7 por la crisis en Oriente Medio (EFE)

La aparentemente obligada ausencia del señor Donald Trump, estrella de la gran carpa de las naciones industriales, poderosas y determinantes del futuro del mundo conocida como G-7, ni es la primera ni representa, como en la anterior defección, sólo “una retirada deprimente”. Ahora es peor.

El aporte depresivo fue puesto en la mesa por la notable Ángela Merkel (esa a quien los locutores mexicanos pedantes llaman “ánguela”) cuando en Charlevoix (también Canadá), en 2018, el pajizo emperador de Estados Unidos se peleó con Justin Trudeau por cuestiones arancelarias y detalles económicos en la relación bilateral, y reventó la asamblea con sonoro portazo.

Sobre este episodio sólo basta consultar la enciclopedia:

(La reunión)n se vio empañada por unas negociaciones díscolas en torno a los aranceles y a la postura de Donald Trump de que Rusia debería volver a formar parte del G7. La Administración Trump acababa de imponer aranceles sobre el acero y el aluminio a muchos países, entre ellos países europeos miembros del G7 y Canadá, país anfitrión de la reunión de 2018.

“Trump expresó su consternación ante el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, por celebrar una rueda de prensa en la que Canadá se reafirmó en su postura sobre los aranceles (una crítica pública a la política económica de Trump)…" Y sepultó la reunión.

“…La canciller alemana, Angela Merkel, calificó el comportamiento de Trump de “retirada deprimente”, mientras que el presidente francés, Emmanuel Macron, le invitó “a ser serio”.

Pues serio o no, Trump ha convertido una vez más la junta del G-7 en un espacio para su exhibición personal como “alfa” del mundo, como el hombre cuya decisión mueve los platillos y la balanza entera y ahora, para salvar al planeta de la amenaza atómico islámica (según Occidente e Israel), deja a la señora presidenta, de los Estados Unidos Mexicanos (con “A”), vestida y alborotada tras muchas horas de ensayo.

“¡Lástima, Margarito!”, le pudieron decir a Donald Trump si desde la gayola hubiera estado el genial Víctor Trujillo, para comentar la oportunidad perdida del presidente americano de hallarse en igualdad de circunstancias con la estadista mexicana, pero nadie le dijo nada porque él se adelantó para colgar al planeta de un hilo y dejar a medio mundo con el Jesús en la boca y el cuerpo bailando en un tacón.

Y ¿sabé qué, Mr. Trump? Usted se lo pierde.

O se lo gana, según se vea, porque con toda seguridad la doctora Claudia Sheinbaum le habría podido dar un repaso de todos sus errores y le habría hecho ver la injusta y brutal forma de tratar a los mexicanos en Estados Unidos como ganado, peor que esclavos.

También le habría persuadido de no aplicar aranceles automotrices, ni al acero, ni al aluminio ni a nada. Le habría explicado lo lesivo para sus propios intereses de prescindir de la muy calificada mano de obra mexicana en la pizca del tomate y de seguro extendido sus argumentos a la importancia de respetar las remesas de los trabajadores nacionales en tierra extranjera.

La presidenta (con A) le habría dejado clara la inocencia de todos los hombres y mujeres del neosistema morenista mexicano en cuanto a las acusaciones de complicidad con las fuerzas oscuras y los miles de “bad hombres” colocados para peligro de la humanidad en los cárteles de la delincuencia ante los cuáles ella nunca ha sentido miedo. Los ha combatido con enjundia y eficacia. Y le habría dejado claro que la señora Noem también está equivocada cuando la acusa de subversiva.

Pero todo eso se fue al éter porque a los israelitas (descendientes de David) y a los iraníes (descendientes de Darío),se les ha ocurrido manchar a brochazos el telón del furor atómico, como si una guerra nuclear --entre quienes tienen bombas y quienes las preparan-- fueran asuntos más importantes.

Pero la vida le ofrecerá una segunda oportunidad a Mr. Trump. De eso no hay duda.

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