
En México bandas criminales desechan a los alcaldes que obstaculizan sus negocios. Lo hacen de manera contundente e irreversible: los matan. No crea el lector que atacan en una calle solitaria a altas horas de la noche. Nada de eso, para que el mensaje sea nítido y todo mundo lo entienda, los ejecutan en sus oficinas o en sus domicilios particulares, para que la noticia corra como reguero de pólvora y todo mundo tenga claro quién impone condiciones en la localidad.
Los alcaldes caen por racimos. En el sexenio pasado, el de los abrazos no balazos fueron asesinados casi 90, entre alcaldes en funciones, exalcaldes o aspirantes a una alcaldía. Una matazón en la que casi nadie reparó. El gobierno del Segundo Piso recorre, al parecer, el mismo camino. Los alcaldes son piezas desechables. Esta semana fue asesinada Martha Laura Mendoza, alcaldesa de Tepalcatepec. Los sicarios la estaban esperando afuera de su domicilio, cuando ella salió acompañada de su marido, les dispararon a los dos.
Disparan y se van con la certeza de que se saldrían con la suya porque, hay que decirlo, salvo contadas excepciones, los policías municipales son parte del problema no de la solución. Pocos días antes, el presidente municipal de Tacámbaro también fue acribillado. En ambos casos se dijo que los verdugos eran gente del señor Mencho, ya que el CJNG, es la banda dominante en la zona. Es solo una versión porque la realidad es que nadie sabe, nadie supo, pudo ser el Mencho o alguna de célula de la Familia Michoacana. Sospechosos abundan.
Las autoridades se limitan a los suyo, dan el pésame, ponen cara de compungidos, aseguran que habrá justicia y se olvidan del asunto hasta que otro alcalde cae asesinado. Ahí mismo, en Michoacán, han sido asesinados en años recientes los alcaldes de Contepec, Aguililla, Churumuco, Cotija. Este año, el 2025 además de Mendoza y Bastida, han sido ejecutados la alcaldesa de San Mateo Piñas, en Oaxaca, los alcaldes de Metlatonoc y de Amoltepec, en Guerrero. La alcaldesa Lilia Gema García de San Mateo Piñas fue asesinada dentro de despacho en el edificio municipal hasta donde irrumpieron los sicarios que dispararon 60 tiros con armas de alto poder. Se salieron como si nada. Sobra decir que la inmensa mayoría de las ejecuciones queda impune, no solamente no hay una investigación en forma, sino que los policías locales, invariablemente están al servicio de la mafia. Son sospechosos por acción u omisión.
Hay algo inadmisible, que los alcaldes de ciudades con presencia intensa de bandas delictivas no tengan protección extra. Los alcaldes de las ciudades que integran la llamada Tierra Caliente, por ejemplo, corren riesgos que sus colegas de otras latitudes no enfrentan. ¿Por qué no tienen protección extra, profesional? Los gobernadores tienen un concepto extraño de los ahorros y la austeridad, y la federación suele dejarlos a la buena de Dios. Los ataques no son casos aislados, son sistemáticos. Ahorren en otras cosas, no en la protección de los alcaldes de ciudades de alto riego.
En muchos de los casos trasciende que los alcaldes sacrificados andaban en malos pasos, que llegaron a un acuerdo con un grupo criminal y después no lo cumplieron y pagaron con su vida. Es una justificación disparatada, que confirma que en el país hay zonas al margen del estado de Derecho, donde mandan los más fuertes, la ley de la jungla. La fórmula de los malandros es: si no acuerdas con nosotros no llegas a la alcaldía, si acuerdas, llegas y no cumples lo pagas con la vida. Total, los alcaldes son desechables.