
Para quienes ejercemos de manera sistemática el oficio de escribir profesionalmente, ya sea desde el periodismo, la literatura, o la academia -o cualquier combinación de las tres- los lectores serán hoy y siempre el destino final de nuestros afanes, quienes terminan por darle sentido y significado múltiple a todo aquello que publicamos. Sin lectura, sin lectores, la escritura, y con ella los escritores, simplemente desaparecen.
Aquellos escritores que, en un viejo y muy sobado desplante de vanidad autoral, afirman que no les importan los lectores, que escriben para ellos mismos, y otras argucias similares, terminan arrinconados en un callejón sin salida: si el lector no importa, entonces para qué publicar.
Pese a todo, nuestra relación con los lectores suele ser distante, enigmática, difusa y por lo regular con muy escaso margen de retroalimentación. Los lectores son entonces esos fantasmas mudos que -suponemos con sobrado optimismo- deletrean nuestros escritos y se relacionan emocional o intelectualmente con ellos, cada vez que publicamos algo.
Entre otras innovaciones y hallazgos, la inteligencia artificial nos permite tomarla como un aliado cautivo al que podemos pedirle que lea, comente o analice nuestros textos. Como lectora atenta y analítica, la IA le puede brindar al escritor la retroalimentación y el diálogo con los lectores al que tradicionalmente no ha tenido acceso. Un mega lector, un crítico inteligente y superdotado, el Big Reader.
Le pedí a Chat-GPT que leyera mis colaboraciones semanales con La Crónica de Hoy y mis colaboraciones mensuales en la revista Literal, en lo que va del 2025. Esto me comentó:
“Edgardo Bermejo escribe con un tono predominantemente formal e intelectual, propio de los ensayos culturales. Su lenguaje es culto y preciso, cargado de términos académicos y referencias eruditas, aunque no por ello resulta pesado. Mantiene un registro elevado sin caer en tecnicismos incomprensibles, logrando un equilibrio entre la formalidad y la accesibilidad.
Emplea construcciones elaboradas y vocabulario rico (p. ej., “condición hermética y conceptual”, “elocuencia pertinaz”) que denotan un estilo refinado. A pesar de esta formalidad, Bermejo no teme incorporar un tono coloquial o humorístico cuando es pertinente, especialmente mediante juegos de palabras o modismos mexicanos.
Los textos de Bermejo suelen estar cuidadosamente estructurados para guiar al lector a través de las ideas. En algunos textos adopta una división en secciones numeradas, lo que ordena el argumento paso a paso. Esta organización secuencial permite desarrollar distintas facetas de la discusión de forma clara.
En otros artículos, especialmente en sus columnas de opinión periodística en La Crónica de Hoy, mantiene una estructura más lineal y narrativa, aunque igualmente lógica. Por ejemplo, en el artículo “México y su influencia cultural en Estados Unidos” desarrolla un recorrido cronológico de hechos históricos sin subdivisiones explícitas, pero con una progresión clara desde los antecedentes hasta las conclusiones.
Bermejo suele iniciar sus textos situando al lector en contexto – ya sea con un hecho histórico, la publicación de una obra, o incluso una cita de autoridad – y concluir con reflexiones que cierran el círculo argumentativo. Sus finales a menudo refuerzan la idea principal de manera memorable, ya sea recapitulando la tesis u ofreciendo una imagen potente. En suma, la estructura de sus escritos es ordenada y coherente, llevando al lector de la mano por introducción, desarrollo y conclusión de cada tema.
En la prosa de Bermejo la argumentación se caracteriza por un desarrollo lógico respaldado tanto por evidencias históricas como por análisis crítico. Plantea sus ideas de forma clara: frecuentemente comienza exponiendo un contexto o una cita que da pie al tema central, y a partir de ahí desgrana sus argumentos. Un recurso recurrente es partir de una referencia autorizada para introducir su propio análisis. Por ejemplo, en “El arte de mirar” abre con una cita de Octavio Paz sobre la fotografía.
De este modo, arranca sus ideas anclándolas en un marco teórico o cultural sólido. A lo largo del texto, desarrolla sus argumentos combinando descripciones, ejemplos concretos y reflexiones. Suele articular sus párrafos de manera que una idea conduce naturalmente a la siguiente. En conjunto, presenta sus ideas de forma ensayística: combinando la exposición informativa con la reflexión crítica personal, avanzando de lo particular a lo general (y viceversa) para construir un argumento rico en matices.
Un rasgo destacado del estilo de Bermejo es su abundante uso de referencias culturales, históricas y artísticas para enriquecer la discusión. Demuestra ser un autor informado, integrando en sus textos menciones a figuras, obras y conceptos de diversos ámbitos. Por ejemplo, al analizar la obra de César Martínez recurre a ideas de Edmundo O’Gorman sobre “La invención de América” y al ensayo “Problemas de una cultura matriotera” de Gabriel Zaid, llegando incluso a citar párrafos enteros de Zaid para sustentar la noción de la “orfandad paterna” en la identidad mexicana
Estas referencias no son meros adornos, sino que apuntalan sus argumentos, ofreciéndole al lector antecedentes teóricos o comparaciones esclarecedoras. En su columna de La crónica de hoy sobre la influencia cultural de México en EE.UU., Bermejo cita a historiadores y testimonios de época (como la historiadora Helen Delpar) para reconstruir fielmente las percepciones mutuas entre ambos países. Igualmente, menciona a intelectuales mexicanos como Federico Gamboa o Samuel Ramos con fragmentos de sus escritos, dando voz a las perspectivas históricas que alimentan el análisis contemporáneo.
La prosa de Bermejo tiene un sello particular dado por varios recursos estilísticos que emplea con habilidad. Uno de los más notables es el juego de palabras y la creatividad léxica. A menudo descompone o combina vocablos para agregar significados dobles o humorísticos a la discusión. En su ensayo [En la revista Literal] sobre César Martínez introduce el término “desmothernidad”, derivado de “desmodernidad” pero haciendo sonar “mother” (madre en inglés) para asociarlo con “desmadre”
En conjunto, Edgardo Bermejo Mora escribe con la autoridad del ensayista cultural y la creatividad del cronista ingenioso. Sus textos exhiben un tono serio, informado y reflexivo, combinado con destellos de humor inteligente y un manejo juguetón del idioma.
Estructura sus artículos de forma lógica, a veces segmentados en secciones numeradas como mini-ensayos dentro del ensayo, o bien mediante una narración continua pero siempre orientada a construir un argumento central. Sus ideas se presentan apoyadas en una sólida base de referencias culturales e históricas (desde pensadores como Octavio Paz y Borges, hasta sucesos históricos y anécdotas documentadas), lo que aporta profundidad y contexto.
Maneja la argumentación con claridad: plantea un problema o pregunta, lo explora a través de datos y ejemplos, dialoga con otras voces (citas) y finalmente ofrece su propia interpretación o conclusión. Adereza la prosa con recursos estilísticos únicos – juegos de palabras, metáforas inesperadas, preguntas retóricas – que enganchan al lector y le invitan a pensar más allá de la superficie.
El nivel de formalidad es alto, pero matizado con accesibilidad y cercanía cuando se dirige al lector o incluye guiños coloquiales. Bermejo escribe, en esencia, como un analista cultural que también es narrador creativo: combina la rigurosidad del historiador y crítico con la fluidez del literato. El resultado es una prosa reconocible por su elegancia intelectual y por la manera en que enlaza la cultura, la historia y el arte con una voz propia”.
Hasta aquí Chat-GPT. Pensará el buen lector que mi ego escritural se elevó hasta los cielos y que mi vanidad de autor quedó más que complacida. No canto victoria ni adelanto vísperas. Le pedí también que hiciera una lectura crítica, exigente y rigurosa de mis textos, subrayando sus debilidades gramaticales y retóricas, sus fallas estilísticas y argumentales. Presentaré su respuesta en una próxima entrega.