Opinión

Ni con el padre ni con los hijos

Julio César Chávez Jr., al momento de su detención en California (@foxla/Instagram)

El 17 de octubre de 2017 todos lo vimos, pero nadie quiso admitirlo: el gobierno de la República se rindió ante un cartel de la droga y la fuerza política dominante exhibió su alianza con el crimen organizado.

Detenido por el Ejército y otras fuerzas de seguridad, en medio de una balacera infernal, con una sola llamada telefónica frente a todo mundo, “El ratón”, Ovidio Guzmán, hablo nadie sabe con quién y en 5 minutos quedó en plena libertad.

¿A quién llamó, frente a cámaras y ojos públicos, el actual cantor del Departamento de Justicia, cuya familia ya reside en América the Beautiful? Nadie lo sabe, pero todos lo suponen. A quien tuviera capacidad de trasmitir el asunto al presidente de la República, quien ordenó su liberación como si nada hubiera pasado, como Ulises Lara con Javier Corral.

Mientras gobierne Morena, no se conocerán estos detalles. Pero tampoco se borrarán esas imágenes ni esas palabras.

Ya después, como cínica apostilla de tan probada obsecuencia, el presidente de la República (como si los recorridos de su convoy no hubieran tenido avanzadas de seguridad y revisiones múltiples, precisamente en Badiraguato), se “encontró por casualidad a la abuela del entonces todavía fugitivo.

La explicación fue tan estúpida como para confundir a la abuelita de Ovidio con la de Caperucita. En esa ocasión, impune, confesó el jefe del Estado su papel de correveidile de doña María Consuelo en la transmisión de misivas al Departamento de Estado de los Estados Unidos. Cartas con solicitudes de repatriación: siempre atento a la dignidad de la investidura.

--¿Cómo lo habrá ordenado Andrés Manuel? Un simple, ¡suéltelo general!, se lo ordeno.

O a lo mejor, ¿cómo chingaos se les ocurre? Déjelo ir, carajo.

Todo lo anterior ya forma parte de los hechos pasados. Pronto será historia, como también ocurrirá con la herencia legada al gobierno actual cuya capacidad para atar o desatar es visiblemente deficiente por decirlo de una manera cortés y comedida ante tanta ineptitud.

La explicación sobre la captura en Estados Unidos del entenado de los Guzmán, esposo de una viuda de otro hijo del Chapó e hijo a su vez del maestro de boxeo de la casa presidencial, Julio César Chávez (Cheves), es una pieza imperdible. Vea usted:

“…(Proceso).- Si Julio César Chávez Jr. no hubiera tenido orden de aprehensión en México, la actuación del gobierno habría sido distinta para preguntar al gobierno de Estados Unidos por qué lo detuvieron, afirmó la presidenta Claudia Sheinbaum, quien confirmó que se espera la deportación para que en México cumpla la sentencia por vínculos con la delincuencia organizada.

“Pregunté si tenía orden de aprehensión o no. Si no tenía orden de aprehensión, pues obviamente la actuación nuestra hubiera sido diferente para preguntar de inmediato por qué lo estaban deteniendo allá, pero una vez que la fiscalía nos dice ‘hay una orden de aprehensión en México’, pues hay protocolos establecidos muy claros (¿para qué?), donde ya es la fiscalía quien atiende”, aseguró esta mañana”.

El hermoso galimatías es digno de una reflexión: estuviera enterada la señora de una orden contra JC.Jr. o no, eso no quita la negligencia del gobierno para prenderlo.

Y si la forma de dirigirse a los americanos es con el escudo defensivo de fíjese que yo no sabía, pero ¿no me haría favor de regresarlo?, la cosa se pone peor.

Pero la herencia verborreica obligatoria de cada mañana ni le ayuda a ella ni le auxilia a su gobierno. Cada día hay un tropiezo, cada día hay una evasiva a partir de que no sabía, no me informaron, voy a solicitar informes, o como en este caso: “Pregunté si tenía orden de aprehensión o no”, cuando el personaje ya estaba en el talego gringo.

Bien pudo Gertz informarle, señora, no lleve a J.C- Chávez a su clase de box. Su hijo tiene una orden. De aprehensión por delitos mayores. Pero no lo hizo. Ni le importó.

Y ahora, los deditos en la puerta. Qué pena.

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