Opinión

La trampa del pasado

Apuesta por soberanía y competitividad Los semiconductores no son solo piezas tecnológicas: están en el corazón de la industria automotriz, las telecomunicaciones, la defensa, la inteligencia artificial y la economía digital. (mundocontact.com)

Todos los gobernantes tienen una visible compulsión por la trascendencia. No se conforman --ninguno--, con desempeñar el cargo para el cual fueron elegidos o en algunos casos impuestos por herencia, fuerza militar, golpe de Estado o como sea. Todos persiguen la gloria más allá de la historia.

Sin embargo, en muchos casos sus proyectos hacia el futuro llevan el lastre de taras de su pasado. Es el caso actual en. México.

Por una parte, la señora presidenta (con A), ha querido mostrar (y lo intentó desde la digitalización de muchos procesos administrativos cuando gobernó la CDMX), un salto al futuro y ha creado un ente supra burocrático denominado Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones, al frente de la cual colocó a un caballero de su entera confianza y (afirman algunos, admiración), Don Pepe Merino, quien en verdad es José Antonio Peña Merino, pero como eso de Peña suena inconveniente, casi siempre omite este apellido. Como sea.

Este señor puede ser, en términos de innovación, el funcionario más poderoso del país. Es como el Córdoba Montoya de Salinas (otro Pepe, además) o el Humberto Romero de López Mateos. No diríamos el Godoy del monarca español Carlos IV. Esa era otra cosa. Mucho menos el López Rega de Isabelita, no es para tanto.

El caso viene a cuento porque mientras el gobierno ofrece a través de los afanes de este señor un rostro hacia la modernización, los viejos usos del paternalismo pernicioso se mantienen con graves riesgos económicos y financieros. Aquí los he denominado, traiciones al futuro, como esa escapista irresponsabilidad de resolver la rebelión del magisterio cerril mediante la reducción en la edad de sus jubilaciones, lo cual cundió como pésimo ejemplo para los demás gremios, sindicatos y asociaciones de burócratas, siempre en busca de ventajas, privilegios y concesiones. Y eso sin contar la proliferación de pensiones no contributivas (todos los programas sociales para comprar votos y votantes), cuyas edades también se reducen en el amplísimo margen de los derechos. Pronto la pensión del anciano será a los 50 años, mientras se amplían las demás a madres solteras, abandonadas, engañadas y etc., con lo cual llegará un punto en el cual coincidan niños, nonatos, adolescentes sin empleo( como ya ocurre) y becarios de escuelas inexistentes o de pésima calidad educativa.

La tendencia hacia un futuro moderno o ya casi diríamos de primer mundo, como eso de la agencia ya dicha, cuyos fines son inmensos, choca con las regresiones demagógicas de asfixiantes consecuencias presupuestarias.

¿Cómo se puede combinar este modelo científico y de alta administración --cuyos fines veremos ahora-- con la pasmosa docilidad ante las protestas sociales sin proporción? Nadie lo sabe.

La agencia quiere la “identidad y “ciudadanía digital” y el mecanismo único de la CURP biométrica; la

integración de un Servicio Nacional de Identificación, la interoperabilidad de los sistemas de información, la regulación del correo y los telégrafos (¿todavía hay telégrafos?) y muchas otras cosas más, mientras, por otra parte, de manera no sólo analógica, sino ilógica, se hace cada vez más grande el enorme cráter de las pensiones.

Para este año los programas sociales de adquisición de votos, oailes se comerán 80 mil millones de pesos, mientras el pago de las demás pensiones devoraron en 24 por ciento del gasto del Gobierno federal entre enero y mayo de este año, pues para ese fin se erogaron 626 mil 331.6 millones de pesos.

“En el mismo periodo del año pasado, el pago de las pensiones representó el 20.6 por ciento del gasto programable del Gobierno (Reforma).

“Mientras el gasto en pensiones y jubilaciones de enero a mayo de 2025 representó un incremento de 5.1 por ciento real anual, el gasto anual en salud se redujo 10.8 por ciento al destinarse 300 mil 608 millones de pesos” (ibid).

Herramientas digitales; pensamientos ancestrales.

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