
Donald Trump ha cambiado muchas cosas en México, para bien. Asumo que se trata de una afirmación de alto riesgo, ya que el presidente de Estados Unidos es el villano mundial de moda, con la salvedad de que disfruta mucho serlo.
Gracias a que Trump agita las aguas, muchas cosas que estaban ocultas en México han salido a la luz. Va el ejemplo más reciente: si el gobierno de EU no hubiera detenido a JC Chávez junior, nunca nos hubiéramos enterado de que hay en México acusaciones serias en su contra y que la fiscalía, con escasa convicción, tenía pensado detenerlo algún día. No lo había hecho a pesar de una investigación de años, porque siempre otras cosas más importantes distraían a los agentes de la ley.
Ahora sabemos que el junior era gran amigo del Nini, uno de los capos del Cartel de Sinaloa, que a veces le daba encomiendas crueles y extrañas como aplicar correctivos a golpes a gente de la organización que se descarrilaba. El cartel le sacaba provecho a la fuerza de los golpes del hijo de la leyenda mexicana del boxeo. Lo que sabíamos es que era un junior que se metía de todo. Su problema con las adicciones lo tienen desde años al borde del abismo. Tal parece que ya dio un paso al frente.
Si el gobierno de Trump no hubiera movido las piezas del Cartel de Sinaloa llevándose al Mayo Zambada a Texas, todavía seguiríamos creyendo que en México no se fabrican drogas, como nos hacía creer el expresidente López Obrador. Pero como Trump apretó, el gobierno mexicano no tuvo más remedio que buscar mejor y en tiempo récord ubicó y destruyó cerca de mil laboratorios de esos que no existían. Sin la monserga de Trump, los Chapitos seguirían pavoneándose en Culiacán sin preocuparse porque alguna autoridad quisiera detenerlos. Las cosas cambiaron, dos de los hijos del Chapó están en cárceles de EU y los otros dos, todavía libres, andan a salto de mata, escapando de las autoridades por las alcantarillas.
Gracias a la embestida de Trump, el Cartel de Sinaloa se ha convertido en un puñado de pandillas ultraviolentas, pero sin el peso de seguir regulando la vida criminal en el país. Si Trump no da el manotazo, no sabríamos que Vector, de Alfonso Romo, mano derecha de AMLO, le entró al negocio del lavado de dinero, incluso de figuras públicas antagónicas a la 4T como García Luna.
Trump, en el ámbito electoral, es el único factor que no está bajo control de la 4T que ya tiene en el bolsillo al Congreso, la mayoría de las gubernaturas y dentro de poco al Poder Judicial que está diseñando a su imagen y semejanza. Quitando visas a gobernadores bajo sospecha o de plano incursionando militarmente de manera unilateral, Trump puede poner en duda la hasta el momento descontada victoria de Morena en el 2027 y en el 2030. Lo que digan Ovidio, su hermano Joaquín y el Mayo en cortes de EU pueden poner a la clase política de la 4T contra las cuerdas, o incluso a la sombra.
Trump va por golpes de percepción que le posibiliten irrumpir en los medios y en las redes de manera positiva. Una manera rápida y segura de hacerlo es operando en contra de políticos y empresarios mexicanos, aliados y socios de los narcos. Son un montón. El Tío Sam irá contra aquellos a los que le pueda sacar mayor raja política, incluido el vecino mejor protegido de Palenque. Lo dicho, Trump ha cambiado muchas cosas en México. Es un benefactor anaranjado.