Opinión

Érase una vez… que hubo elefantes cautivos

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Hoy me permitiré introducir EL TEMA de la semana con un asunto que pareciera totalmente fuera de mis acostumbradas letras, pero el dolor de perder a sus seres queridos ha hecho que de tanto llorar… llorarlos… algunas madres buscadoras hayan presentado hasta desprendimiento de retina. No sé cómo pudiera describirse un dolor así, tras haber escuchado la relatoría que forma parte del más reciente informe que al respecto presentó la ONG Amnistía Internacional, Sección Mexicana, pero de lo que sí estoy segura es de que en los otros animales, supuestamente no racionales, jamás veríamos atrocidad semejante.

Y ya de retorno a mi muy particular interés me dirigiré de nueva cuenta a la C. Clara Brugada, Jefa de Gobierno en CdMx, a objeto de recordarle que a finales del año pasado manifestó interés, aparentemente orgánico, sobre el ventajoso traslado de la elefante ELY (Zoológico San Juan de Aragón) a un santuario fuera del país, más 8 meses después, su silencio y disimulo están dando una respuesta harto preocupante al no tener en cuenta que el tiempo vuela y que sumando el fenómeno que ha sido la liberación de las últimas elefantes que permanecían en Argentina (PUPY y KENYA, cuya reciente marcha dio fin a 136 años de cautiverio para cualquier elefante en la tierra de las pampas) no puedo entender que no se decida por darle la misma oportunidad a esa criatura para que en sus últimos años pueda ser en esencia un elefante como siempre debió serlo, pero ya se sabe, los circos la traían de un lado a otro hasta que una última empresa la vendió a los zoológicos capitalinos donde tampoco ha vivido en un lecho de rosas pese a que se le amplió el recinto, pero… ¡oh, sorpresa!... para encarcelar a dos congéneres (ANNIE, producto de decomiso, y GIPSY, “préstamo” por parte de Zoofari, donde por espacio y clima estaría mucho mejor que en la capital mexicana con tan incontrolable contaminación ambiental, sonora y hasta lumínica) y con ello acallar las voces por su improcedente soledad, que prácticamente sigue siendo la misma al no estar integradas las tres. Tampoco hay un avance en sus problemas de salud, factores que harían doblemente obligado que la maravillosa gente de Proyecto Ele y principalmente el especialista Scott Blais (con suficiente, eficiente y amplísima experiencia en el manejo, acondicionamiento y lo que sea menester respecto a elefantes rescatados de condiciones infames) pudieran evaluar a ELY con miras a su posible traslado hasta Mato Grosso, donde sería la tercera elefante africana en llegar a ese paraíso de más de mil hectáreas. De sentirse mucha la distancia por tierra, tal vez pudiera ser trasladada en alguna de las aeronaves de nuestro glorioso Ejército Mexicano, habiendo experiencia exitosa al respecto, pero claro, de no atravesarse la terquedad de impedir al menos LA POSIBILIDAD del viaje, cuya negativa más bien ya parece capricho por mantener a un animal triste y enfermo, demandante por tanto de recursos de los que carecen los zoológicos capitalinos, entendiéndose todavía menos tal postura, al contar con la oferta del apoyo y financiamiento necesarios, inclusive tomando en consideración el largo tiempo que pudiera llevarse el evento, tanto por el entrenamiento que requeriría ELY como por los diversos trámites administrativos -nacionales e internacionales- necesarios para su paso legal por cada frontera hasta llegar al Global Sanctuary for Elephants, donde al igual que PUPY y desde ayer KENYA, sería ovacionada y recibida con mucho entusiasmo y amor y sí, hasta con una refrescante agua de coco como ayer pasó con esta última paquiderma que, tan pronto llegar al refugio, sólo ocupó 20 minutos en salir de la caja donde habitó durante 5 días, como si entendiera plenamente su llegada a la libertad tras 40 años de cautiverio aberrante. Doña Clara, ¡resuelva! y percátese del impacto político y publicitario que le representaría el que México diera este paso de su mano, ¡ojo!, antes de tener que eutanizar a ELY durante su gobierno.

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