Opinión

Lesiones autoinfligidas; heridas voluntarias

La explosión temperamental de nuestra señora presidenta “con A) durante la inauguración formal de la temporada de ópera en la cual Ovidio Guzmán (“El ratón”), ha sido invitado a cantar en EU todas las arias de su repertorio, nos permite advertir con una cierta pena, la crónica falta de tacto y autoestima de nuestro gobierno y su capacidad para infligirse heridas.

Mientras la señora CSP perdía el tiempo con airadas respuesta a un gringo picapleitos profesional, defensor de un criminal confeso (en abierto desconocimiento de los niveles, grados, personalidades, representatividad y condición política de uno y otra), el presidente Trump, ese sí a su nivel de Jefe de Estado, le preparaba a México el enésimo torpedo de los últimos meses con el manido pretexto de la ineficacia contra los carteles del fentanilo.

No importa si tiene razón. Importa su capacidad para actuar con o sin ella frente a un vecino inerme.

Hasta dónde se sabe ese pernicioso producto de tan alta rentabilidad política para las amenazas del Imperio (el fentanilo o fenetil propanamida) se procesa, produce y distribuye en Sinaloa, en los laboratorios y redes de exportación de los cercanos al señor “Ratón”, cuya libertad por varios años, fue producto de la pactada rendición del gobierno mexicano cuando lo debieron extraditar a los Estados Unidos.

Todos recordamos aquella vergonzosa exhibición de complicidad protectora del patriarca de Macuspana. No hace falta repetir los detalles.

Pero mientras Trump dictaba la ponzoñosa misiva (más aranceles, más desprecio público, más abusos) la presidenta cometía el peor error para su imagen política en mucho tiempo: se dejaba ver en ese mismo estado en compañía de Rubén Rocha Moya con un pretexto fútil, para inaugurar un hospital cuya vida útil podría comenzar una semana después. Nada habría cambiado y ella no se habría arriesgado a una escena compartida y comprometida con Rocha Moya quien tiene todo menos buena fama.

La más generosa descripción de su talento les permite a muchos sinaloenses, hartos de la matazón -- más de mil quinientos muertos-- llamarlo narco gobernador. Al menos así le dicen en Culiacán los medios y muchos de mis conocidos.

La presidenta --para infortunio de todos, pero especialmente suyo-- cometió muchos errores este fin de semana.

El primero fue ir a Sinaloa precisamente en la fecha del más importante capítulo en el proceso de Ovidio: su declaración de culpabilidad a cambio de colaboración permanente; es decir, información, develación de secretos y revelación de complicidades y protección.

El segundo: exhibir --una vez más--, apoyo absoluto a quien debería empujar a la licencia definitiva. No entender lo nocivo de RRM para su imagen y la del gobierno federal, es no querer mirar la luz del sol o no entender la realidad entre EU y México ni sus riesgos actuales.

Y --coyunturalmente--, el más grave de todos enfrascarse en un duelo de mensajes con Jeffrey Lichtman quien ha elevado sus alegatos abogadiles hasta un tema de Estado para México. Ni Lichtman es un jefe de Estado, ni la presidenta puede comportarse como si no lo fuera. Lo es y debe demostrarlo y no abaratar la investidura con esos pleitos de barandilla.

A fin de cuentas, nunca se ha ganado nada con esos dimes y diretes. Los abogados del narco en Estados Unidos son (para no ofender a los locales), una pandilla de rufianes hábiles para atraer la atención pública al servicio de sus clientes. Como Lichtmann no puede defender a un confeso, entonces ataca a México y la presidenta hace el favor de poner el pecho a sus insultos.

--¿No tiene a nadie para responder en su nombre, sin decir su nombre? Aunque sea como la FGR cuyo catálogo de calificativos contra JL ya ha sido puesto en la mesa.

“injusto, irresponsable, oportunista” ¡Ay! tú.

Y ya. Mientras, Marcelo Ebrard reacciona ante los aranceles nuevos y dice: es injusto, apenas el viernes estábamos en negociaciones. No estamos de acuerdo.

Obvio. Basta y sobra con el acuerdo entre Trump y Trump.

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