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Primera entrega de dos sobre el libro El loco de Dios en al fin del mundo de Javier Cercas

El nuevo libro de Javier Cercas, El loco de Dios en el fin del mundo, relata el viaje del papa Francisco a Mongolia, visto desde la mirada de un ateo.
Javier Cercas narra el viaje del papa Francisco a Mongolia En El loco de Dios en el fin del mundo, Cercas acompaña al pontífice en un recorrido íntimo por el Vaticano, la fe y los confines de Asia.

Javier Cercas siempre ha sido un escritor de mis preferencias, desde su magistral Soldados de Salamina (2001). Su nuevo libro, El loco de Dios en el fin de mundo (México:2025, editorial Random House), y que ahora promueve en México, es un libro sin parangon.  A nadie antes le había invitado el Vaticano a escribir un viaje con un pontífice, el este caso el papa Francisco (1936-2025) y menos a no creyente. Acudían, como se acostumbra, en otros recorridos, periodistas, los llamados vaticanistas, que informan sobre  el trayecto, pero todo un libro, de casi 500 páginas, imposible.

Durante la Feria del Libro de Turín, Lorenzo Fazzini, el  encargado de la editorial oficial de la Santa Sede, abordó a Cercas para proponerle escribir el libro de la visita del papa Francisco a la muy lejana Mongolia. El libro sería “sobre el viaje, sobre el papa, sobre la Iglesia, sobre el Vaticano, sobre lo que yo quisiera”, escribe Cercas al inicio de El loco de Dios en el fin del mundo.   

Por cierto, antes de iniciar las casi 500 páginas del viaje en el Vaticano y luego en Mongolia, Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) advierte:

Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz, un impío riguroso. Pero aquí me tienen, volando en dirección a Mongolia con el anciano vicario de Cristo en la Tierra, dispuesto a interrogarle sobre la resurrección de la carne y la vida eterna. Para eso me he embarcado en este avión: para preguntarle al papa Francisco si mi madre verá a mi padre más allá de la muerte, y para llevarle a mi madre su respuesta. He aquí un loco sin Dios persiguiendo al loco de Dios hasta el fin del mundo.

Este es el leimotiv del libro. Si al principio el papa Francisco dice que “no le apetece conversar con el escritor español”,  al enterarse de que Cercas tiene como único propósito llevarle a su madre  sus palabras sobre uno de los grandes misterios del cristianismo, la resurrección de la carne, acepta recibirlo. Lo hace  en  el avión rumbo a la distante Mongolia. Sienta a Cercas junto a él en pleno vuelo. La respuesta el lector la sabrá mucho después.

En realidad, el gran periplo de Javier Cercas es al Vaticano y varios de sus recovecos. Después de todo, el Vaticano es una ciudad estado, aunque esté dentro de Roma. Es considerado un país en sí mismo porque es un estado bajo la soberanía de la Santa Sede. Las únicos que pueden vivir allí son el Clero y la Guardia Suiza.

Imagen de la portada del libro El loco de Dios en el fin del mundo, de Javier Cercas.
Portada de El loco de Dios en el fin del mundo La obra, publicada por Random House, reúne reflexiones sobre fe, historia y espiritualidad desde una perspectiva laica.

El objetivo pincipal de Javier Cercas se centra en entender al papa Francisco, de nombre secular Jorge Mario Bergoglio, argentino nacido en Buenos Aires, de familia italiana. De joven cursó estudios de química, trabajó en un laboratorio y de noche se ganaba un sobresueldo como portero en bares de tango. En 1955 se diplomó como químico y un año después entraba al seminario de Villa Devoto, donde se formaban los curas de la diócesis de Buenos Aires. Quiso ser misionero, pero en 1957 le extirparon un pequeñpo pedazo del pulmón derecho para salvarlo de una pleuresía que lo tuvo muy grave. Quedó un poco afònico y con resuello. Poco después entró a la Compañía de Jesús. Lo ordenaron sacerdote en 1969.  Le tocó, poco más tarde, la dictadura militar. Se decía que Bergoglio desprotegió a dos compañeros suyos, pero también dio refugio a otros y ayudó a escapar de la Argentina a algunos perseguidos por la dictadura. A principios de los años ochenta fungió como rector del Colegio Máximo de San Miguel, el centro de formación de jesuitas más prestigiado en América Latina. Por antiautoritario le alejaron de Buenos Aires y estuvo en una residencia para jesuitas en Córdoba, bastante alejado de todo. De allí lo rescató el azobispo de Buenos Aires, Monseñor Quarrancino. Y en 1992 lo nombró obispo auxiliar de su diócesis. Entonces se reinició su carrera eclesiástica. En 1997 se le elevó a arzobispo, en 2001, cardenal. En 2013 fue elegido papa, tras la renuncia de Benedicto XVI al papado, que se  encontraba apagado por la debilidad física, sin poder lidiar con  la corrupción y los problemas del Vaticano.

Como pontífice, Francisco, nombre que escogió por San Francisco de Asís, se preocupó, antes que otra cosa, por los pobres, por lo relegados,  por los pecadores. Recién nombrado papa admitió que era un pecador y siempre pidió a sus fieles que rezaran por él, todo lo cual nos presenta a un personaje muy interesante. Para ir haciéndose una idea de cómo era el jefe de la Iglesia Católica, Javier Cercas entrevistó a algunos allegados a Francisco, por ejemplo, el padre Antonio Spadaro, jesuita también, escritor y director de la revista La Civilità Cattolica, una publicación importante, que aborda múltiples temas como eoconomía, filosofía,política, inteligencia artificial, bioética, todo esto como voz de la Santa Sede. Durante los viajes papales, a Spadaro, “Francisco lo distingue permitiéndole viajar junto a él,en su séquito” (p92).

El padre Spadaro revela a Cercas asuntos que conciernen a los jesuitas, ergo al papa. Por ejemplo, la espiritualidad y cómo vivirla, a partir del discernimiento, asunto fundamental. Es un instrumento, entiende Cercas en su conversación con Spadaro, de búsqueda racional y también espiritual. Spadaro le agrega algo etéreo: “se trata de buscar la voluntad de Dios en uno mismo y en la realidad”. “El papa tiene una frase que define todo esto muy bien: `Cabeza, corazón y manos´. Es decir: razón, sentimiento y experiencia.” Agrega que por eso le gusta mucho al papa la literatura, “donde el discernimiento opera con  acciones, no con razones ni con reflexiones abstractas”

Hay en el libro muchas de estas consideraciones que Francisco toma. ¿Por qué le interesa viajar a Asia, a visitar una comunidad pequeñísima de católicos? Porque allí no ha habido constantinismo, es decir, unión entre religión y poder político. En Europa y en América se minimizaron  los asuntos del corazón. Otro ímpetu que lleva al pontífice a Mongolia es su vocación misionera que nunca pudo concretar después de la operación del pulmón.

La plática con Spadaro es filosófica y espiritual. El cura le explica como el papa busca a Dios en la Historia, los signos de Dios en los asuntos del mundo. Por eso, colige Cercas, el papa es imprevisible y se habla mucho de esa condición que parte de su sintonía con Dios.

Nada de esto parecería interesarnos a los ateos, pero sin duda es una forma de pensar a partir de la fe y finalmente eso justamente trata Javier Cercas de descifrar en el libro que le encargó escribir el Vaticano justamente a él, un escritor ateo.

La semana que entra me dedicaré a otras cuestiones de El loco de Dios en el fin del mundo.

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