
En los últimos años se ha incrementado la crítica a las universidades. Este fenómeno es muy notable en Estados Unidos, donde han proliferado las críticas sobre las dimensiones no cognitivas de la formación universitaria. Un artículo reciente de H.H. Friedman que lleva por título “La ironía de la educación: cuando lo títulos universitarios conducen al desempleo, al pensamiento irracional, al endeudamiento y a la desesperación” (Academia Mental Health and Well-Being, Abril 2025). La tesis central es que hay un desencuentro entre la formación y las demandas del mercado.
No se trata de un problema relacionado con la parte cognitiva o instrumental, sino con las deficiencias de la educación universitaria en el área no cognitiva. Se entiende que el papel de la educación va más allá de la preparación para el trabajo: también debe fomentar el carácter moral, la compasión y el sentido del deber cívico de los estudiantes. Pero en realidad, muchas universidades no atienden estas responsabilidades educativas, con consecuencias lamentables para los egresados. En lugar de hacer de sus alumnos expertos en el razonamiento lógico, los estudiantes se han vuelto competentes en “pensamiento binario” y en el dualismo patológico, una mentalidad que sólo puede conducir al fracaso. La generación actual de estudiantes vive una importante crisis de salud mental que se manifiesta de distintas formas: 66% de ellos dicen padecer estrés; 39% lucha contra sentimientos de soledad; el 36% se enfrenta a la tristeza y el 25% se enfrenta a la ira. Si bien los estudiantes que ingresan a la educación superior ya pueden estar estresados, la educación superior en sí misma puede estar contribuyendo a estos problemas o incluso magnificándolos.
La difusión en las universidades estadounidenses de las políticas “de identidad”, divide a las comunidades y contribuye al resentimiento, la intolerancia y la ira. Las distorsiones cognitivas, que son formas irracionales e inexactas de pensar, también pueden contribuir al problema de la salud mental. Estas distorsiones pueden hacer que las personas perciban al mundo de forma negativa, lo que conduce a la ansiedad, la depresión, a trastornos alimentarios, al abuso de substancias o incluso a pensamientos suicidas. Las distorsiones cognitivas más comunes se encuentran el razonamiento emocional, la catastrofización, la generalización excesiva, el pensamiento binario, la lectura de mentes, el etiquetado, el descarte positivo y la culpabilización. Los profesores pueden fomentar estas distorsiones sin darse cuenta.
Las empresas que contratan no están muy satisfechas con los egresados universitarios. Una encuesta reveló que el 73% de los empleadores afirman tener dificultades para encontrar graduados con habilidades sociales esenciales, como el pensamiento crítico, la comunicación eficaz y la escucha activa. Otra encuesta similar mostró que el 75% de las empresas estaban decepcionadas con el rendimiento de sus últimas contrataciones de graduados universitarios. Muchos empleadores consideran que la generación Z es perezosa, poco cooperativa y mal preparada para las exigencias del trabajo. A pesar de que tienen conocimientos teóricos adecuados, suelen carecer de la experiencia práctica y las habilidades interpersonales necesarias. El 50 % de estos graduados carecen de motivación, el 39% no tienen profesionalidad y el 46% tienen pocas habilidades comunicativas.
Se puede concluir que hay cuatro deficiencias en la universidad:
- Pensamiento binario. Es un tipo de pensamiento irracional conocido como pensamiento dualista que categoriza al mundo --en bueno y malo, amigo-enemigo, blanco-negro-- en dos grupos opuestos y mutuamente excluyentes. Los que así razonan ignoran la posibilidad de compromiso o término medio. Esto puede dar lugar a actitudes dogmáticas e intransigentes que afectan sus relaciones, su razonamiento y su toma de decisiones. Esto puede dar a conflictos y prejuicios, al mismo tiempo que obstaculiza la capacidad de ser creativo y tener una mente abierta. Un ejemplo típico es el “hipepartidismo” que provoca un estancamiento en lugares como el Congreso que, se supone, funciona sobre la pluralidad, el acuerdo y la conciliación.
- La falacia del puritanismo. Es la falta de aprecio por las personas imperfectas o inconsistentes. Es la falacia del “puritanismo”, la idea de que se debe cuestionar la sinceridad de un individuo si actúa de manera inconsistente. Incurren en esa falacia personas que afirman algo y profesan lo contrario. Por ejemplo, muchas empresas declaran su preocupación por el calentamiento global, pero usan combustibles fósiles. No es correcto exigir la perfección en las conductas de todo mundo.
- Pensamiento irreflexivo y escucha superficial. El pensamiento irreflexivo se caracteriza por la falta de reflexión, de pensamiento cuidadoso y de compromiso. Es un pensamiento superficial que ignora las complejidades implicadas. El pensamiento irreflexivo es el contrario del pensamiento crítico. El pensamiento crítico implica perfeccionar nuestra capacidad para construir argumentos sólidos y evaluar los argumentos de los demás minimizando lo errores lógicos y los razonamientos defectuosos. El cultivo del pensamiento crítico comienza con el fomento de una cultura de escucha profunda entre los estudiantes. Esto significa escuchar lo que dicen aquellos que no están de acuerdo con nosotros. Michael. S. Roth, presidente de la universidad Wesleyan sostiene que “la libertad de expresión funciona cuando las personas pueden discrepar, escuchar puntos de vista contrarios y estar dispuestos a ajustar sus opiniones”.