Opinión

Segunda y última entrega de mi reseña de El loco de dios en el fin del mundo del escritor Javier Cercas (México,2025, Random House)

El loco de Dios en el fin del mundo del escritor español
El loco de Dios en el fin del mundo del escritor español Javier Cercas. El loco de Dios en el fin del mundo del escritor español

Llegué al final de la lectura de El loco de Dios en el fin del mundo del escritor español Javier Cercas. Me siento merecedora de un premio. No es fácil adentrarse en los intringulis del Vaticano y los propósitos de un papa dentro de la Santa Sede, su compromiso con los millones de católicos que abundan en el mundo, la ayuda que le presta la Curia Romana, una complicada estructura administrativa, lidiar con los misterios de la fe, con las reflexiones sobre el papado de los religiosos que pueblan y trabajan en el gobierno central de la Iglesia Católica, las normas jurídicas internacionales de Estado de la ciudad vaticana, y todo el tinglado alrdedor de sucesor de San Pedro, el obispo de Roma, cabeza de la Iglesia, no es fácil, cuando una es atea, no ha tenido educación religiosa y sabe cómo Pío XII, papa de 1938 a 1958, de nombre secular, Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli, guardó brutal silencio frente a los crímenes del nazismo durante los años de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, como Javier Cercas es un estupendo narrador, ese mundo tan lejano para mí, por la herencia de la República Española, me atrajo y no pude soltar el libro de casi quinientas páginas. Especifiqué en la anterior entrega que Cercas es ateo, pero tuvo de niño una educación religiosa, justo durante años importantes del franquismo, en el que el régimen fascista de Francisco Franco se autodenominaba “régimen nacional católico” . Es decir, que Cercas, que nació en 1962, conoce de catolicismo, sus padres fueron católicos, y todo el recorrido al que nos conduce, del Vaticano al viaje a Mongolia del papa Francisco, tiene como objetivo que el pontífice argentino le diga si, al morir su madre, ella podrá reencontrarse con su marido, el padre de Cercas, en la vida ultraterrena. La verdad, creo yo que es un mero recurso del escritor para investigar sobre los asuntos de la Santa Sede, el viaje a un país periférico, con pocos católicos, nada menos que a la lejanísima Mongolia, ubicada en medio de China y de Rusia.

Este libro que le encargó el Vaticano a él, un escritor impío, llevo a Javier Cercas a adentrarse en conceptos teológicos, así como en la manera que posee la Iglesia Romana de alimentar sus propios medios de comunicación, su imagen televisiva, su expresión radiofónica y sus oficinas de prensa. Desde la capilla de la Casa de Santa Marta, donde vivió de forma muy austera Bergoglio, oficiaba diariamente misa a través de canales oficiales como el de Vatican News de YouTube, durante la reclusión mundial de la epidemia de Covid 19. También realizó bendiciones especiales como la histórica bendición “Urbi et Orbi” desde una plaza de San Pedro incre-iblemente vacía.

Lo que más impresionó a Cercas del viaje a Mongolia con el papa Francisco fue el encuentro con misioneros, empezando por el padre Giorgio Marengo, misionero de la Consolata, prefecto apostólico de Ulán Bator desde el año 2020 y el cardenal más joven que hay (n. 1974), pero especialmente el padre Ernesto Viscardi, un hombre afable, inteligente, con sentido del humor y dedicado al “principal atributo de Dios: la misericordia”, como define el papa Francisco a la labor de misionero. “El padre Ernesto es un ser humano –dice Cercas—pero también es un acontecimiento”. Nació en la provincia de Bérgamo hace setenta y tantos años. Estudió en el Missionary Institute of London. De regreso en Italia, ejerció como diácono en un barrio obrero de Turin. En 1978 fue ordenado sacerdote y solicitó una misión en África. Terminó en Zaire,hoy República Democrática del Congo. Siempre vivió en los barrios más pobres donde desempeñó su labor misionera. En Doruma, junto a la frontera con Sudán, pusieron a su cargo “veinte aldeas de cabañas construidas a base de palmas, habitadas por cazadores y campesinos misérrimos y desperdigados por los bosques de la zona”. `Aquello era el sueño de cualquier misionero´ dice Cercas.(p227). El padre Ernesto “todavía se ve a sí mismo con veintiocho o veintinueve años, pedaleando en la penumbra matinal de los bosques espesísimos de Zaire, ebrio de celo apostólico, dispuesto a salvar a todo el que se le pusiese enfrente” (idem). Como afirmaba el propio papa Francisco: “No se puede ser misionero sin estar loco como una cabra.” Por cierto, algo importante para Bergoglio era el sentido del humor, la gracia, que es finalmente, algo espiritual.

A Mongolia, el padre Ernesto llegó en 2004. Aprendió mongol estudio budismo y otras religiones milenarias, incluso chamanismo, todo eso se encuentra enraizado en la visión del universo de los mongoles. Para Cercas lo más extraordinario del viaje con el papa consistió en conocer y amistar con el padre Ernesto, en primer lugar, y con otros misioneros. En Mongolia, durante el comunismo (1924-1992), se impidió la libertad religiosa, cuando siempre había funcionado la cultura mongolacon apertura a todas las expresiones de la fe. “Los emperadores tenían súbditos de diversas creencias religiosas, que convivían pacíficamente” (p.234), le cuenta a Cercas el abad budista Dambajav, traducido por el padre Ernesto, un monje perseguido por el régimen político comunista. “…cuando se instauró el comunismo, había en Mongolia cien mil monjes budistas, mientras que en 1990, cuando el régimen se desmoronó, solo quedaban ciento diez; en los años treinta, más de mil doscientos cincuenta templos y monasterios fueron demolidos, y diecisite mil monjes asesinados.”(233).

Fuera de la capital, Ulán Bator, Mongolia es un país de estepas y cielos azules. El mayor porcentaje de población se congrega en la ciudad. La temperatura baja hasta los 40 grados bajo zero. Es el sitio más frío del mundo.

Hay muy pocos católicos en Mongolia. Algunos son catequistas, que, generalmente, adoptaron el cristianismo por un miembro de la familia que lo había hecho primero.

Podría detenerme, como Cercas, en la labor de los misioneros de la Consolata, que tratan con las personas más alejadas de la mano de dios. Los misioneros eso es lo que hacen : estrechar el brazo `divino´hacia los necesitados.

Varias otros asuntos trata el escritor español, como la presencia de las mujeres en el Vaticano, misma que propició Francisco en su afán incluyente, lo mismo que acogió a los homosexuales católicos y a los divorciados. Lograr mayores cambios es difícil en la Iglesia, siempre hay fuerzas conservadoras que se oponen.

Javier Cercas critica algunas intervenciones del papa en ciertos momentos de su pontificado, pero al final entiende que, como todos, tenía derecho a equivocarse de vez en cuando.

En el último capítulo, Cercas nos revela qué le dijo el papa, el loco de Dios como San Francisco, con respecto a la resurrección de la carne. Pero eso léanlo ustedes. Cercas pudo videograbar su conversación con Bergoglio en el avión que los llevaba a Mongolia y mostrársela después a su madre en España.

Tendencias