
Hagamos una lectura pedagógica de las conferencias matutinas de la presidenta Sheinbaum Pardo. Esto es algo pertinente. En realidad, antes que otra función, tales conferencias hacen de la presidenta una gran educadora del país.
Día con día, los ciudadanos de este país, el pueblo, recibe de la voz presidencial una lección de civismo. En ocasiones esa gran maestra informa y orienta correctamente la opinión de este inconmensurable alumnado; otras veces, ocurre, que lo desinforma y lo conduce hacia el prejuicio.
Lo que haga en el aula (la nación) depende de diversas circunstancias: de las preguntas que formulan los medios, de los preparativos previos, de la disposición de videos y materiales, pero otras veces la gran maestra actúa solo de acuerdo con su estado de humor que puede ser bueno o malo.
Con mucha frecuencia, las conferencias se enriquecen con abundante información, pero otras veces el humor de esta gran maestra termina determinándolo todo. El buen humor se refleja en sonrisas, en donativos especiales, en actitudes generosas; el mal humor se proyecta como reacciones verbalmente violentas contra los críticos o adversarios de su gobierno.
Un ejemplo del mal humor de la presidenta se observa en los reiterados ataques que en los últimos días ha lanzado contra el expresidente del INE, Lorenzo Córdova. No han sido ataques comunes, han sido auténticas filípicas de odio, agresiones, infamias, contra una persona cuyo único error ha sido mantener una actitud crítica contra el régimen de la 4T.
Cuando eso sucede, se suscita entre los opositores una ola de indignación porque se está cometiendo un abuso descomunal y absolutamente desproporcionado. Además, se viola la ley. Se difama. Se miente. El objetivo pedagógico es transmitir el sentimiento de odio y la idea de que no hay valores jurídicos o éticos que merezcan respetarse.
Preocupa que, tras la resolución de la Suprema Corte a favor de Lorenzo Córdova y en contra de la SEP, la presidenta, en abierto desacato a esa resolución, volvió a lanzar calumnias a Córdova y a ironizar incluso de la Suprema Corte a la que acusó de “cerrar su círculo con el racismo”.
Inverosímil. Se utiliza la más alta tribuna política para difamar impunemente a personas que no han cometido ningún delito y en cambio han incurrido en el error de criticar a Morena y a sus políticas. Utilizar todo el poder del Estado para aplastar personalmente a sus críticos es un estilo de gobernar propio de la 4T.
Nadie niega los aciertos que ha tenido la presidenta Sheinbaum Pardo, como la inversión en ferrocarriles y en infraestructura o los aciertos frente a las políticas de Donald Trump, pero sus actitudes agresivas contribuyen poco a subsanar la salvaje polarización política que padece México.
Un buen maestro busca definir con claridad los objetivos en cada una de sus clases. En el caso de la docencia presidencial, no se puede ser tan precisos dado el volumen (130 millones) del alumnado. No puede haber precisión, pero si claridad en la intención. ¿Se trata de construir una nación plural y unida? En tal caso, el maestro debe sustentar una pedagogía de la tolerancia.
Nuestro país necesita una tregua, una conciliación, que debe ser iniciativa de quienes están en el poder y que detentan una mayoría indiscutible en todos los órganos de gobierno. De no abogar por el diálogo, los gobernantes pagarán en el futuro un precio muy alto por sus conductas actuales. México es quien pierde con la situación actual.
Como gran educadora, la presidenta Sheinbaum ha tenido aciertos y a cometido errores. Ha acertado en su política de fortalecer el salario mínimo, en su apoyo a la educación superior, su manejo de la política exterior, etc., lo que le falta es dar unos pasos en favor del diálogo y la conciliación. Pero ha incurrido en error craso al repetir la actitud de AMLO de descalificar automáticamente a todo lo que sea adversarios.
La rigidez, la invariabilidad, el no cambio, la repetición mecánica de lo anterior, es –en el largo plazo-- un bono en contra para quienes gobiernan. Las masas se cansan. Su credulidad tiene un límite. El error de los gobernantes es pensar que la lealtad del pueblo hacia los actuales gobernantes es una garantía absoluta para el futuro. Esa idea falsa puede constituir la ruina histórica del actual régimen.