
En un país donde por años las noticias sobre violencia ocuparon los titulares, hoy México puede presentar cifras que marcan un punto de inflexión. El promedio diario de víctimas de homicidio doloso se redujo a 64.9 casos en julio de 2025, el nivel más bajo desde 2015 y 25.3 % menos que el año pasado. Este no es un dato menor: es la evidencia de que la estrategia nacional contra la inseguridad está funcionando.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha reiterado que no se trata solo de cifras, sino de vidas salvadas y comunidades recuperando la tranquilidad. La fórmula combina acciones de inteligencia y presencia territorial con una visión social que atiende las causas de fondo de la violencia. En semanas recientes, las fuerzas de seguridad han detenido a 2,458 personas, asegurado 900 armas de fuego, decomisado 12 toneladas de droga y clausurado 65 laboratorios clandestinos.
El cambio también se percibe en la coordinación regional. Estados como Yucatán, Querétaro y Coahuila se consolidan como zonas seguras, mientras que entidades con alta incidencia, como Guanajuato o Michoacán, muestran descensos importantes gracias al trabajo conjunto entre federación, estados y municipios.
En el contexto internacional, México se aleja del grupo de países con mayores índices de violencia en América Latina. Con una tasa aproximada de 22 homicidios por cada 100 mil habitantes, nuestro país ya supera en mejora a naciones que históricamente han liderado las estadísticas negativas, como Honduras o Venezuela, y avanza hacia estándares similares a los de Colombia o Brasil, que en la última década lograron reducciones sostenidas.
Este avance es resultado de una política que entiende que la seguridad no se construye únicamente con patrullas y operativos, sino también con oportunidades de empleo, programas para jóvenes y protección a las mujeres. Ferias laborales, centros comunitarios y campañas de desarme son parte de una estrategia integral que busca consolidar la paz en cada rincón del país.
La meta es clara: que la reducción de la violencia no sea un logro pasajero, sino la base de un nuevo México, donde la tranquilidad y la confianza ciudadana sean la norma. Los resultados ya están aquí; el reto ahora es sostenerlos y llevarlos aún más lejos.