
GE Appliances, propiedad del gigante chino Haier, está cumpliendo la demanda de Donald Trump de regresar a Estados Unidos, de repatriar plantas que salieron de ese país ante la decisión de buscar mejores costos operativos y laborales. Para GE Appliances que encabeza Kevin Nolan, los salarios de los más de 4,000 trabajadores sindicalizados simplemente eran muy altos para competir con las condiciones que se ofrecían en México y en Asia, en donde lamentablemente la presión de organizaciones de trabajadores es menor. En Estados Unidos ya llegaron a un acuerdo con el sindicato y la intención es avanzar en la repatriación.
El costo de la atención médica para sus trabajadores también se transformó en un factor para llevar la producción de electrodomésticos a otros países. Las llamadas “prácticas laborales heredadas” también incentivaron la inversión fuera de Estados Unidos porque afectaban la eficiencia, decía GE Appliances. Factores como la antigüedad, el pago de tiempos extras y los derechos de reasignación de plantas, se transformaron en desincentivos para GE Appliances.
Sin embargo, frente a la embestida arancelaria y la exigencia de Donald Trump de reindustrializar regiones como Atlanta o Indiana que se vieron afectadas por los altos costos laborales, la segregación racial y cultural en sus comunidades permanece como una advertencia de que la integración en las comunidades es otra tarea pendiente.
Con este tipo de repatriaciones de plantas que, también cuentan con un componente de estímulos fiscales bajo el concepto de reshoring, Trump también quiere impulsar la migración desde ciudades estadounidenses que exhiben altos costos de vivienda.
Estados Unidos es víctima del éxito de sus sectores tecnológicos y de servicios; de la eficiencia que buscan los grandes corporativos cuya configuración accionaria se tejió al amparo de la globalización.
En México, la salida de GE Appliances en su línea de producción de estufas y refrigeradores representa un descalabro largamente anunciado porque la participación del gigante chino Haier simplemente rompió la ecuación de la sociedad entre MABE y GE. Ahora la producción se integrará en Georgia. Pero siempre queda esperanza: en la cadena de suministro porque México podrá encontrar oportunidades de seguir participando. México, por cierto, es junto con China uno de los tres principales proveedores de insumos para integrar estufas y refrigeradores. El otro rival es Italia.
El comercio total de partes para la llamada línea blanca sumó más de 1,137 millones de dólares. México en esta ecuación exportó poco más de 558 millones de dólares. La mala noticia es que importó insumos por un valor de 568 millones de dólares. El Plan México tendría que ocuparse de que México produzca sus propios insumos y, al mismo tiempo, quedarse con una parte del mercado nacional que cubre Italia. Al mismo tiempo, tendría que fomentarse una mejora sustancial en términos de producto final para que los consumidores mexicanos adquieran productos hechos en el mercado local. Lo peor que nos podría suceder es que terminemos importando refrigeradores desde Atlanta, Georgia. ¿Un refrigerador totalmente hecho en México? ¿Por qué no?
¿Qué le diría a México Jack Welch, el CEO que revolucionó GE? “Si México es una base de producción, debemos ser líderes en calidad y costo frente a China, EE. UU. o cualquier otro competidor. No se trata solo de trasladar operaciones; se trata de ganar globalmente.”
El desafío es muy grande porque GE Appliances invertiría más de 3,000 millones de dólares en la automatización de procesos, con lo que buscará reducir el impacto de salarios más altos. En esa inversión vemos, además, la mano fiscal y de estímulos de Trump. Nada fácil.
INEGI supera el miedo y el escepticismo
Al frente de la presentación de los datos y el análisis respecto de la evolución de la pobreza multidimensional para el periodo 2022-2024, fue una verdadera y esperanzadora señal ver a la Doctora Claudia Maldonado como coordinadora general de Medición de Pobreza y Evaluación Integral de la Política de Desarrollo Social del INEGI. Maldonado es una de las académicas e investigadoras más reconocidas en diseño y ejecución de políticas públicas. Además, ha sido una de las más consistentes vigilantes de la metodología para evaluar las políticas públicas en torno al combate a la pobreza. Forma parte de la memoria histórica del CONEVAL. Así que Graciela Márquez, quien también cuenta con una sólida formación académica y como funcionaria pública, encontró la cuadratura perfecta a una situación que el INEGI no pidió pero que llegó como un desafío impresionante: hacerse cargo de las tareas que desempeñaba el extinto Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL). Así, con Claudia Maldonado a cargo, como quedó demostrado en la presentación de los resultados del análisis sobre la pobreza multidimensional, podemos estar tranquilos porque no habrá un hallazgo que muestre que se está desviando o perdiendo el rumbo que la investigadora no revele con toda la autonomía que merece esta tarea. Simplemente un acierto.