
Donald Trump, las bandas del crimen organizado, y los morenistas vinculados a las ex corcholatas del proceso interno de Morena le han puesto sitio a Palacio Nacional. ¿Imaginaba Claudia Sheinbaum algo parecido para su primer año de gobierno? La presidenta mantiene altos niveles de aprobación entre la gente, lo que le permite navegar en aguas infestadas de tiburones. El apoyo popular es su fuerza.
Vayamos por partes. Donald Trump tiene varios meses intentando pegarle a México sin que le duela a Estados Unidos. Todavía no lo tiene claro. A pesar de haber estado cuatro años en la Casa Blanca, se ve que está sorprendido por la imbricación profunda de las economías y el papel clave de la migración indocumentada mexicana en actividades económicas clave como la agricultura o el turismo.
Pensaba triturar a México con los aranceles hasta que se percató, o más bien se lo hicieron notar, que los consumidores norteamericanos pagarían los platos rotos. Trata muy mal a los migrantes que atrapa y los mete a cárceles rodeadas de cocodrilos, pero en realidad las cifras están lejísimos de la deportación masiva más grande de la historia. Ofreció usar al Ejército para deportar millones de migrantes. Nada de eso. No minimizo las deportaciones reales, sostengo que se han quedado muy cortas con respecto a las promesas.
Lo que le queda a Trump, y puede ocurrir el cualquier momento, son las operaciones militares unilaterales para granjearse aplausos de su electorado, pero sus asesores en seguridad no quieren un golpe que desestabilice el gobierno de Claudia Sheinbaum porque una etapa de caos en el sur de la frontera incrementaría exponencialmente los riesgos para EU. La operación unilateral ya comenzó en eso no caben ingenuidades.
Los avances en el combate del Estado mexicano contra las bandas del crimen organizado, después de seis años de abrazos, no balazos, son notables. El cartel de Sinaloa no es, ni de lejos, la sombra de lo que era en la pasada administración, cuando AMLO viajaba con cualquier pretexto a Badiraguato. Hay avances, pero eso mismo detona más peligros personales para Claudia y Omar. Me hago cargo de que suena fuerte, lo es, pero una fiera herida es más peligrosa.
El CJNG ya atentó una vez contra García Harfuch. Ninguna precaución es poca. La Nueva Familia Mexicana, los Carteles Unidos y La Barredora son generadores de violencia que pueden intentar irse con todo antes que ser irrelevantes. No hay que olvidar que ya un grupo poderoso cometió un doble asesinato en calzada de Tlalpan y hasta el momento se ha salido con la suya, lo que aumento las sensaciones de que pudo tratarse de un trabajo interno vinculado a organizaciones delictivas más grandes.
El ámbito político, el pecado original de la presión sobre Claudia, lo cometió López Obrador. Diseñó un plan sucesorio cuyo objetivo último era seguir siendo la voz de mando, por eso obligó a la candidata Sheinbaum a darles jugosos premios de consolidación a sus rivales políticos como lo eran y lo siguen siendo, los coordinadores parlamentarios en el Congreso.
El grupo más afín a AMLO se ha desgastado sin duda, pero sigue siendo un elemento perturbador. Andy, Beatriz, Adán Augusto, Monreal, Ramírez y el resto de la pandilla van a la baja. No ven a Sheinbaum como su jefa política, tienen su propia agenda personal y política que no pasa por la lealtad a la presidenta sino al expresidente. Las tensiones al interior de Morena y en general de la coalición gobernante aumentan y las señales son que la verdadera batalla del 2027 será al interior de Morena, todavía no queda claro si será un pleito familiar o de plano una guerra civil. Los apaches han puesto sitio a Palacio Nacional, el apoyo popular es la fuerza de Claudia.