
El crecimiento de la videovigilancia en la Ciudad de México, detonado particularmente por la ahora Presidenta Claudia Sheinbaum cuando encabezó el gobierno capitalino, tendrá un nuevo robustecimiento este año, al elevarse hasta más de un 40 por ciento adicional en el proyecto de la Jefa de Gobierno, Clara Brugada. Ello consolidará su condición de ser el sistema más robusto del continente.
El sembrado de una nueva generación de cámaras acercará a la CDMX con Londres a mediados del 2026 en número de dispositivos y coincidirá con una alianza con sectores privados y de la ciudadanía cívicamente responsables para complementar la potencia del sistema mediante compatibilidad tecnológica y/o la disposición de compartir videoevidencia respecto de accidentes o tentativas de incidencia delictiva.
Mientras más ojos tecnológicos observan, menos margen tiene la impunidad para mantenerse.
El resultado esperado es la simultaneidad de reducción delictiva y mejora de percepción de seguridad, siempre y cuando 1) la ciudadanía vea a la estrategia y a sus instrumentos de política pública como parte del herramental indispensable para avanzar contra la inseguridad y 2) permanezca la labor del Gabinete de Seguridad intensificándose al ritmo originalmente señalado por Sheinbaum y en los últimos diez meses profundizado por Brugada mediante el análisis pormenorizado y el mantenimiento de operación, investigación, detenciones y proximidad con respecto a la gestión de los 72 sectores policiales.
Las teorías clásicas del control social anticipaban este escenario. Michel Foucault describió en “Vigilar y Castigar” el panóptico como una arquitectura de poder donde el individuo interioriza la mirada del vigilante y, por tanto, regula su comportamiento. La mirada securitizadora contemporánea ya no es una torre en una prisión, sino un sistema convertido en organizador de expectativas de observación como parte de la política de seguridad ciudadana.
En ciudades como Londres, el despliegue masivo de cámaras contribuyó a la reducción del vandalismo y a la rápida identificación de responsables en casos de terrorismo. En Nueva York, la expansión del Domain Awareness System permitió disminuir robos en zonas comerciales al generar confianza en la presencia policial.
Bogotá y Buenos Aires avanzan, pero aún no alcanzan la escala ni la integración tecnológica que proyecta el C5. Santiago de Chile implementó cámaras en transporte público, aunque con menor capacidad de interconexión. São Paulo enfrenta el reto de integrar sistemas privados y públicos con la cuarta parte de las cámaras de la CDMX.
La reducción de 61 por ciento en delitos de alto impacto entre 2019 y este año, once puntos porcentuales los cuales fueron agregados por Brugada, es atribuible a múltiples factores, entre ellos la inteligencia y capacidad forense generada desde el C5. La vigilancia contribuye a disuadir y probar. Cada cámara pública o privada sembrada en el espacio público captura imágenes y produce confianza, genera datos útiles y provee insumos para la justicia.
Comparación histórica reveladora. En 2018, la CDMX contaba con 15 mil 310 cámaras, ahora son 83 mil 414 en operación y la expectativa de superar las 120 mil en el primer trimestre del 2026. Una estrategia institucional de la mano con la participación de negocios afiliados a la ANTAD para conectar sus cámaras con el ecosistema del C5, como lo hace ya la cadena OXXO.
Por sí sola, la videovigilancia no erradica las causas estructurales de la violencia: desigualdad, exclusión social, impunidad, pero sí contribuye a reducir los márgenes de acción del delito. La Ciudad de México se halla en una nueva etapa de seguridad con tecnología, operación policial, inteligencia y ciudadanía.
Además de proyecto de videoseguridad, la siembra es un modelo de convivencia para la cosecha de mejor vida pública y privada.