
La educación media superior (EMS) es un archipiélago de centros de estudio que creció a lo largo de un siglo en ausencia de un principio único de organización. Es, sin duda, el nivel educativo de mayor complejidad orgánica y funcional.
Desde hace un año, más o menos, el equipo de la SEP, dirigido por la subsecretaria Tania Rodríguez, ha venido trabajando en torno a una reforma profunda del sector. Finalmente, en días pasados se presentó la versión inicial de dicha reforma en la conferencia de prensa presidencial.
Por lo visto, la SEP pretende cambiar varias dimensiones del sector: la base normativa, la cobertura, los contenidos educativos, la condición laboral de los maestros y la inserción en el mercado de trabajo de los egresados. Este es un paquete sumamente ambicioso de compromisos.
El centro de la reforma debería ser, desde luego, un diagnóstico académico del bachillerato, lo que iluminaría las debilidades profundas de la enseñanza y el aprendizaje en ese nivel de estudios. El corazón del asunto son los bajos aprendizajes. Si se analiza PISA 2022, que evalúa aprendizajes en alumnos de 15 años de edad, los resultados son preocupantes: en matemáticas el 66% tuvo bajos aprendizajes; en lectura fue el 47% y en ciencias el 51%. “Casi ningún estudiante mexicano destacó en matemáticas” (Perfiles educativos, enero-marzo 2024). Es preciso decir, que el atraso de la educación básica, repercute en el nivel superior de estudios, de tal manera que los alumnos de preparatoria muchas veces no saben leer y escribir bien, interpretar un texto o hacer un cálculo matemático elemental.
El gran problema es que las autoridades educativas federales actuales no “creen” en la evaluación, de hecho, no la practican, la desprecian. Por eso, la SEP, en la presentación oficial de la reforma, no mencionó los resultados de PISA.
Sin embargo, este “derrumbe de los aprendizajes” es el único piso sólido sobre el cual se puede construir algo significativo. De otra manera, se pierde de vista el problema sustancial de la EMS. Los bajos aprendizajes se vinculan, evidentemente, con los contenidos curriculares y con la práctica de la docencia. Lo cual obliga a revisar los diversos planes de estudio del sistema e investigar acuciosamente el ejercicio de la docencia.
Una reforma del bachillerato debería tener como primer objetivo “la recuperación del aprendizaje”, es decir, levantar el bachillerato desde el desastre en que se encuentra, elevarlo hasta alcanzar estándares de países educativamente avanzados como Japón, Corea, Finlandia, etc. Eso sería “progresar”, impulsar a México por una ruta de auténtico desarrollo.
Pero esta realidad, la más íntima, la más significativa, no se toma en cuenta, se omite. De esta forma, la nueva reforma de la SEP es un tejido de decisiones que dejan de lado la auténtica realidad académica del bachillerato. Lo que debería de ser un reclamo enérgico para detener el descalabro educativo y abrir nuevos horizontes a la educación, se convierte en retórica que sólo puede tener significado político.
En el plano de contenidos, la SEP ha decidido cambiar el contenido del Marco Curricular Común y, además, ha dispuesto algo que crea confusión: que todos los egresados de bachillerato recibirán dos diplomas: uno, certificando la formación general y, otro, dando cuenta de las destrezas o habilidades tecnológicas o productivas del egresado. Esta decisión crea perplejidad pues hay escuelas de EMS que son de tipo general y que no ofrecen el aprendizaje de habilidades tecnológico-productivas y, al revés, centro de estudio de carácter técnico que prestan poca atención a la formación general.
Creo que la SEP en este caso está obligada a explicar de manera amplia lo que se propone. Todos sabemos que por muchos años se buscó integrar en una unidad el carácter propedéutico y el carácter terminal de los estudios de EMS, sin que se lograra éxito en ninguno de los casos.
¿Se busca volver a ese modelo dual? No está claro del todo. ¿Se trata de dividir los contenidos curriculares de la EMS en dos secciones complementarias? Tampoco está claro que se pretenda esto. ¿Entonces? Solo la SEP puede arrojar luz sobre esta materia.
Los gobiernos de Morena han pugnado por eliminar la selección en la EMS. Aspiran a matricular a todos los aspirantes sin excepción. Sin embargo, los exámenes de admisión subsisten. La cobertura total de EMS es de 81%. Es imposible eliminar los sistemas de selección de alumnos que ya existen, luego, lo que se puede hacer, dice la SEP, es ampliar la oferta educativa. Pero la ampliación que se propone es modesta: solo se abrirán 40 mil nuevos lugares, se construirán 20 planteles y se hará la conversión de algunas escuelas secundarias en preparatorias. Recordemos que la matrícula total en EMS es de 5.5 millones de alumnos.
Lo que no ha sido evaluado es el programa universal de becas de la EMS, la creación de este programa no tomó en cuenta las mediciones que se hicieron en el pasado de otros programas amplios, masivos, de becas y el hecho, probado, de que cualquier programa “universal” necesariamente contribuye a reproducir la desigualdad.