Opinión

¿Los fines justifican los medios?

Adán Augusto López, coordinador en el Senado; Ignacio Mier, senador; Ricardo Monreal, coordinador en la Cámara de Diputados, el diputado Leonel Godoy (todos de la bancada de Morena) y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna, conversan durante la sesión de la Comisión Permanente en la Cámara de Senadores.
Morena en el Senado El senado estará trabajando ininterrumpidamente los próximos 10 días para aprobar estas reformas (Galo Cañas Rodríguez)

Los objetivos declarados de la 4T están representados por el proyecto de construir un nuevo régimen político que permita refundar la vida pública en México. Para ello se proponen integrar una nueva clase dirigente caracterizada por la honestidad, la austeridad y la justicia social. Sin embargo, desde el gobierno se han realizado distintos nombramientos de alto nivel que recaen en personajes absolutamente cuestionables. Estas designaciones se suman a las de otros funcionarios y representantes populares acusados de vínculos delincuenciales. Ante ello, se puede afirmar que en su conjunto la nueva clase política se caracteriza por su falta de valores y principios éticos. No importan las capacidades, ni las acusaciones -algunas muy graves- que pesan sobre sus integrantes. Se configura, de esta manera, el “gobierno de los peores” en contraposición al ideal político del “gobierno de los mejores”.

Recordemos que al estudiar las distintas formas de gobierno, Aristóteles utilizó el término kakistocracia para señalar una degeneración política en la que el poder cae en manos de los más viles, ineptos o corruptos. Distinguía entre “formas puras de gobierno” caracterizadas por la búsqueda del bien común y “formas impuras o corruptas” que aparecen cuando se busca el interés particular de los gobernantes. Sostenía que cuando la democracia se corrompe, deja de ser el gobierno de los ciudadanos libres para convertirse en el dominio de la mayoría sin virtudes, donde prevalecen los intereses de los menos capacitados. Definía la degeneración de la democracia como una forma en la que gobiernan los más vulgares y menos virtuosos, es decir, los peores. Desde que la democracia fue inventada, ha sido declarada como imposible y su historia, se encuentra constelada por oscuros vaticinios. El argumento fundamental de los pesimistas, antiguos y modernos, es que la clase política no necesita de la sociedad.

Contemporáneamente, se observa que las “transformaciones” mexicanas producen una despolitización de lo público, una pérdida de sentido político y un clima de escepticismo e indiferencia hacia las ideas y valores democráticos por parte de ciudadanos y gobernantes. Se ha profundizado un desorden político donde impera la impunidad y la ausencia del sentido de legalidad. Cada vez es más frecuente escuchar que el sistema político anhelado no se concretará por los actores involucrados, los procesos interrumpidos y la carencia de institucionalidad. Poseemos una democracia impracticable caracterizada por un declive de la representación, del sistema de partidos, de la seguridad pública, del Estado, de una crisis moral y de ideas, de objetivos sociales y de los medios para alcanzarlos. Aparece un déficit de la democracia en todos sus niveles que produce un desgaste que impacta directamente la legitimación del poder.

En sus orígenes la política se presentaba como arte y virtud, como amor por la “cosa pública”, la “cosa común”, la “cosa de todos”. Es urgente que la acción política recupere su contenido ético. Una sociedad no participativa, despolitizada, pobre de orientaciones ideales y con ausencia de interés público, tarde o temprano, se convierte en el espacio ideal para las tentaciones autoritarias. Actualmente, los medios prevalecen sobre los fines y la competencia política se convierte en un ritual destinado solamente a monopolizar el poder. La ética y la política rara vez se encuentran, porque el héroe de la vida moral es el santo que sufre el martirio para salvar el principio del bien, mientras que el héroe político es el individuo de la historia universal de Hegel, es el jefe carismático estudiado por Max Weber o el gobernante responsable que cree salvar a su propio pueblo, incluso al precio de una inaudita crueldad, como sostiene Maquiavelo. De aquí la distinción entre lo que es moralmente lícito y lo que es inmoral en la política. Por ello, los medios democráticos son tan importantes como los fines.

Tendencias