
El año pasado, tres exalumnos del curso de fisiología humana que imparto en el segundo año de la carrera de medicina me pidieron que fuera su tutor para realizar un proyecto de investigación que en la universidad les solicitan hacer durante el cuarto año. Con el escaso tiempo que pueden dedicar los alumnos a algo así, ya que la carga académica en la carrera es extenuante, sería imposible que participaran en un proyecto en el laboratorio, así que, pensamos en algo que pudieran hacer en los ratos que tuvieran libre.
Decidimos analizar el comportamiento de la comunidad nefrológica en relación con la publicación en extenso de los trabajos que se presentan en el congreso anual de la Sociedad Americana de Nefrología (ASN), en comparación con los del congreso nacional del Instituto Mexicano de Investigaciones Nefrológicas (IMIN). Para el ASN analizamos lo presentado entre el 2011 y el 2019, mientras que para el IMIN analizamos los trabajos del 2018 y 2019. Así, ya habían pasado cuando menos cinco años de la presentación más reciente. Los estudiantes hicieron muy buen trabajo, obtuvieron resultados interesantes que presentaron en el IMIN en 2024 y publicaron este año en la Revista de Investigación Clínica (dx.doi.org/10.1016/j.ric.2025.100007).
De 2011 a 2019, investigadores de México enviaron 382 trabajos al ASN, de los cuales 265 (70%) fueron aceptados. De los 382 trabajos enviados se publicaron en extenso 141, que corresponde al 37.5%. Si consideramos que se publicaron 119 de los 265 que fueron aceptados, esto representa el 45%. Hay que agregar que de los trabajos no aceptados se publicaron otros 22, para el total de 141, que serían entonces el 53 %. Este porcentaje es bastante bueno y similar a lo que ocurre con los congresos internacionales en las diversas disciplinas.
Lo que ocurre con el Congreso Nacional es menos alentador. De los trabajos presentados entre 2018 y 2019 se publicaron en extenso 52, de un total de 641, lo que representa el 7.5% y prácticamente esos 52 trabajos también fueron presentados en el congreso americano. Si bien las presentaciones en congresos tienen la finalidad de intercambiar experiencias entre los asistentes, si los trabajos no son publicados en extenso, se pierden de la memoria colectiva y son poco útiles. Los congresos nacionales tienen objetivos y ventajas educativas que justifican por sí solos la realización de los mismos, pero ¿vale la pena el esfuerzo y costo de hacer y presentar trabajos si el 92.5% nunca se publica?. Si bien para un estudiante o residente es una buena experiencia educativa presentar un trabajo en un congreso nacional, es a la vez una mala enseñanza que no se haga el esfuerzo por publicar los resultados.
No encontramos en la literatura experiencias en otras especialidades en México, pero podríamos suponer que son similares. Esto revela varias áreas de oportunidad. En nuestro país existen muchas revistas científicas que, al no estar indizadas, reciben pocos artículos. Esas revistas podrían ser de utilidad para que se publiquen más artículos con experiencias clínicas en México, particularmene ahora que en la evaluación del Sistema Nacional de Investigadores, ya se toman en cuenta las publicaciones en este tipo de revistas. Por otro lado, debemos reflexionar sobre qué le estamos enseñando a los residentes. ¿Se hacen trabajos científicos para ir a un congreso a presentarlos o para generar conocimiento que eventualmente sea de utilidad? Finalmente, está el aspecto ético. ¿Es correcto uitlizar datos clínicos y en ocasiones recursos del erario para generar trabajos, con el único fin de presentarlos en un congreso?
Dr. Gerardo Gamba
Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e
Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM