
Exactamente hace 11 años, tras cuatro meses de amplísima discusión pública y diálogo social, fue presentado un documento de elaboración colectiva ante el entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Un cuadernote de 104 páginas que recogía los hallazgos empíricos, las investigaciones académicas más recientes, las preocupaciones patronales y las realidades de una sociedad nuevamente empobrecida tras la crisis financiera (https://shre.ink/tIQN).
Es una historia que asumió una tarea intelectual y política que hasta entonces nadie se había atrevido: desafiar una de las creencias económicas dominantes desde el salinismo en México, a saber: que el mercado laboral y los salarios, deben ser determinados “por las fuerzas del mercado”. Que eso es lo sano, lo responsable y que la redistribución es función de “los programas sociales”.
El dogma fue respondido punto por punto y paso a paso en el documento que aquí rescato, cuyas tesis principales se confirman una década después y de qué manera: 14 millones de personas salieron de la pobreza por ingresos justo en los años de ascenso del salario mínimo.
No es curiosidad hagiográfica, sino recordar de donde venimos y todo lo que el país tuvo que remontar. Cito profusamente (recuerden que estamos en 2014):
“Todos los datos, las cifras y las tendencias reales demuestran que el salario mínimo en México no sólo está muy lejos del nivel que manda la Constitución de la República, sino que, además, está por debajo de la línea de pobreza alimentaria”.
“Comparativamente, el salario mínimo en México no sólo es el más bajo de la OCDE, sino también –con Haití– es el más bajo de toda América Latina”.
“La situación es grave porque hablamos de ingresos que no alcanzan a cubrir las necesidades alimentarias del trabajador, ya no digamos de las familias. Dicho de otra manera: con este nivel en el salario mínimo, el mercado laboral formal mexicano es un factor de reproducción de la pobreza, no el circuito para salir de ella”.
“La pérdida histórica del poder adquisitivo del salario, desde su punto máximo, es del 75%. Hablamos de 35 años de deterioro y estancamiento, pero que actualmente sigue presionando a la baja, al conjunto de la masa salarial”.
“El bajo salario sigue dañando la participación de los trabajadores en el ingreso nacional: menos de la tercera parte del producto pertenece a los salarios, la relación exactamente inversa a la de los países desarrollados. Esto hace que México, de entre todas las economías importantes, sea la más desigual del planeta”.
¿Cuáles son los factores que han conducido a exhibir el que quizás sea el salario mínimo más bajo del mundo? En primer lugar, que el criterio sistemático para revisarlo –desde hace muchos años– es la previsión de la inflación, no mantener ya no digamos mejorar el poder adquisitivo del trabajador. En segundo lugar, una representatividad menguada de la instancia encargada de fijar los salarios mínimos, además de insuficiente capacidad técnica, y una idea errónea de política económica que considera al salario como mera variable dependiente, como un subproducto de la ecuación productividad-inversión-crecimiento. Incorporar al salario mínimo como variable activa del desarrollo es una de las grandes correcciones que necesita la macroeconomía nacional”.
“Estamos ante una situación límite que coloca al nuestro como un caso atípico y excéntrico, pues el único país de América Latina que no se ha ocupado de incrementar sus salarios mínimos en todo el presente siglo. Y atípico también respecto al mundo desarrollado, donde países como Japón, Inglaterra, Estados Unidos y Alemania han desplegado políticas sostenidas de recuperación de sus salarios mínimos en los últimos años”.
“Los últimos tres lustros, han modificado muchas de las concepciones teóricas y la discusión económica en el mundo. La evidencia más reciente demuestra que la subida de los salarios mínimos –siempre que sea prudente y bien monitoreada a lo largo del tiempo– no sólo es factible, sino que además no provoca ninguno de los daños presupuestos por modelos convencionales. Por el contrario, la literatura económica avala efectos de composición positivos tras la subida de los mínimos (mayor lealtad a la empresa, mayor productividad del trabajador, mayor demanda en el mercado interno, etc)”.
“La productividad ha avanzado en el sector formal –con ritmos modestos– pero los salarios no. Este reconocimiento es muy importante para ordenar el debate y reconocer que esa distancia entre productividad media y salarios mínimos es una de las circunstancias que permiten aumentar los salarios mínimos sin efectos inflacionarios”.
“Indicadores clave del mercado de trabajo (OIT) revelan que desde hace más de 20 años, la productividad laboral media de México –en dólares constantes– ha sido y sigue siendo de las más altas de América Latina. En 2011, fue la segunda más elevada, después de Chile, y superó ampliamente a Uruguay y a Brasil. Sin embargo, los salarios en México, sufrieron un retroceso importante”.
Las experiencias brasileña y uruguaya muestran, con claridad, la viabilidad y las consecuencias económicas y sociales de una política sostenida para la recuperación salarial. Uruguay es un caso de referencia obligada para nosotros, pues experimentó su ascenso compartiendo dos elementos muy significativos y muy similares: partieron de un piso muy bajo en el salario mínimo y lo tenían indexado a una multiplicidad de precios, impuestos y tarifas”.
“Por tanto, la precondición jurídica del aumento en el salario mínimo es la desindexación, es decir, la desvinculación del salario mínimo, en tanto unidad de referencia de otros precios de trámites, multas, impuestos, prestaciones, etcétera”.
“Aquí se presentan diversos escenarios que pueden ordenar la discusión y que, sobre todo, que pueden despertar la imaginación política para los acuerdos. Para nosotros el punto de partida deseable es el 2015, una vez concluida la desindexación, el año del punto de inflexión en donde un trabajador que percibe el mínimo cuenta con los recursos para adquirir la canasta alimentaria básica y hacia la canasta del bienestar”.
Estos y otros más, igual de sólidos y de documentados, son la base constitutiva de la primera gran derrota del pensamiento ortodoxo en nuestro país y las razones de la primera reducción de la pobreza laboral, en décadas.