
El asunto de la corrupción en México, no sólo en círculos gubernamentales sino en todos los ámbitos del país, sigue siendo una de las preocupaciones de los mexicanos. En reciente encuesta realizada por el INEGI, el 83% de los encuestados señalaron a este problema como uno de los principales, de cada 10 mexicanos, 6 dijeron haber sido víctimas de hechos de corrupción.
Gobiernos van y gobiernos vienen prometiendo que la van a combatir en serio pero el hecho es que de acuerdo al Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, entre 180 países, según datos del año pasado,México, obtuvo una puntuación de 31 puntos, en una escala de 0 a 100, donde 100 es la mejor calificación, lo que significa que nuestro país se ha estancado en este propósito porque es la misma calificación que ha obtenido en años pasados, ocupa la posición 126 de 180 países. Entre los 38 países integrantes de la OCDE y en el rubro de los países del G20, México aparece sólo por encima de Rusia, a pesar de que en América Latina está mejor calificado que Guatemala, Honduras y Venezuela, pero por debajo de Brasil y Chile.
Un caso que llama la atención y nos debería servir de ejemplo es el de Singapur que con una puntuación de 84, mejoró dos posiciones respecto al año 2023. Este milagro de Singapur que entre los años 50 y 60 era famoso como centro de contrabando, narcotráfico y prostitución, gracias a la buena actuación de su primer ministro Lee Kuan Yew, que gobernó entre los años 1959 y 1990, se convirtió en el cuarto país dentro del ranking mundial de PIB per cápita con más de 65 mil dólares y como vimos se colocó entre los cinco países menos corruptos del mundo.
¿Cómo logró esta hazaña Lee Kuan?, pues con una legislación sólida, la creación del Buró de Investigación de Prácticas Corruptas, Poder Judicial Independiente, una fuerte cultura de rendición de cuentas, inversión significativa para la creación de capital humano a través de un sistema educativo de calidad. Pero una de las cosas que introdujo este líder fue la aplicación rigurosa de la ley, sin distingos de personalidades famosas e influyentes o políticos en funciones con penas severas como multas y prisión dentro de una política de buena gobernanza, con salarios competitivos a los funcionarios públicos, a fin de reducir al máximo la tentación de incurrir en actos de corrupción. Como broche de oro aplicó una política de cero tolerancia cuando, sobre todo estaban involucrados altos funcionarios.
Parece muy sencillo, pero qué difícil es cuando se arrastra una larga tradición de alta corrupción, especialmente en esferas gubernamentales.
En años recientes nos hemos enterado de diversos eventos de corrupción en nuestro país, relacionados con obras públicas, contratos de servicios a instituciones de salud y otras marrullerías que han afectado con sumas millonarias a instituciones como Segalmex, así como complicidades entre políticos destacados con organizaciones del crimen organizado.
La presidenta Sheinbaum se esfuerza por combatir este cáncer dando el ejemplo y exhortando a los miembros de su movimiento a vivir en la justa medianía, evitando los excesos que ofenden al pueblo de México, donde la pobreza todavía es lacerante. Sin embargo, su llamado no es atendido como todos quisiéramos y continúan presentándose situaciones muy penosas.
Leyes para combatir la corrupción ya existen, lo que sucede es que no se aplican ni se cumplen a cabalidad. Quizás lo deseable sería voltear a ver a Singapur y emular la decisión y voluntad política del primer ministro Lee Kuan ya fallecido, quien, con sus políticas y contundencia en la aplicación de la ley, cambió para siempre la realidad interna e imagen de Singapur.
@fer_martinezg