
Más allá de los resultados aun no conocidos de haber sometido las responsabilidades judiciales al dominio de una maquinaria cada vez mejor afinada en favor del partido super dominante en extremo, hay un elemento ajeno al mecanismo electoral: la “indigenización” del aparato de justicia, llevado a cabo de manera superficial, escenográfica se podría decir, con acento en una simbología ajena a la materia utilizada como recurso de propaganda.
Si la inspiración indígena fuera cierta y real, si en verdad se tomaran elementos culturales de los usos y costumbres de algunos pueblos originarios compatibles con la organización administrativa y política actual de la república, si se respetara a cabalidad la idiosincrasia de esas comunidades, más allá de la evocación simplona y palabrera en cuya culminación sólo existe la apropiación del bordado típico (como si esa riqueza ornamental de tejedoras explotadas, excepto cuando son hechas a máquina, valiera más allá la costura); si no se tratara de un carnavalito de copal, sahumerios, limpias ridículas e inútiles supercherías impropias de un gobierno “científico”, las cosas si serían graves.
Ahora se confirman con ser grotescas y ridículas.
Las bufonescas togas con ribetes, los bastones de mando hasta en los logotipos de la papelería de la corte suprema no tienen ninguna importancia. Son guiños a las galerías cautivas de donde no se va a sacar ningún provecho de justicia.
Hace unos días, la señora presidenta nos saludó con una grata noticia: el fin del nepotismo en los altos juzgados nacionales. De acuerdo con los conceptos oficiales, sustento en parte de la urgencia de la Reforma Judicial inaplazable, no había carrera judicial. Había parentescos favorables. El nepotismo y la corrupción eran los más graves pecados del sistema judicial hoy
arrasado.
Bueno, pues en los dorados tiempos de esas civilizaciones a las cuales ahora mira el gobierno con pasmada (y convenientemente fingida) admiración, ocurrían cosas como estas:
“...Según las crónicas españolas, la cultura mixteca contaba con numerosos estratos sociales (Cultura 10.org), pero fundamentalmente la organización social la encabezaba el gobernador o yya de cada reino, junto a la nobleza o dzayya yya, que incluía en primer lugar a los parientes, luego, a las personas afines y a un pequeño grupo de especialistas formado por mercaderes, sacerdotes, burócratas y jefes guerreros, quienes servían directamente en la administración de los servicios económicos, políticos y religiosos del palacio...
“Así, una vez establecidos en señoríos, se podía distinguir la existencia de una gradación en los niveles de bienestar entre los habitantes de una misma localidad, configurándose un sistema altamente jerarquizado en forma de castas, que eventualmente entraban en conflicto.
“Además, al no existir una posibilidad de ascender socialmente, las relaciones incestuosas entre los miembros de la nobleza eran frecuentes, solo con la idea de conservar el poder, aumentando la desigualdad social...”
Quienes ven en el pasado de los pueblos originarios una infinita fuente de sabiduría y bondad, deberían reparar en estos puntos por cuyo humanismo seguramente deberían ser tomados en cuenta en nuestra actual mayordomía judicial mixteca. (¿O no?):
“h...Por la ley no tenía pena el que se echaba con la manceba de otro, excepto si había ya mucho tiempo que el otro la tenía, y por haber mucho que estaban juntos eran entre sus vecinos tenidos por casados.
“i. Ahorcaban al puto o somético [sodomítico] y al varón que tomaban en hábito de mujer.
“j. Mataban al médico o hechicera que daba bebedizos para echar la criatura de la mujer preñada, y asimismo a la que tomaba para este efecto.
“k. Desterraban y tomaban los vestidos y daban otros castigos recios a los papas (sacerdotes) que tomaban con alguna mujer: y si había pecado contra natura los quemaban vivos en algunas partes, y en otras los ahogaban o los mataban de otra manera...”
Obviamente estas altas muestras de cultura están muy lejos del discurso oficial, aunque se vista con tilma, huipil y huarache y “limpie” con ramas y braseros el horroroso edificio de la SCJN ensuciado por la corrupción del pasado neoliberal, cuya negra noche ha quedado atrás.
Por cierto, si la corruptela enquistada fue como traer un alacrán en el pecho; valgan estas palabras mixtecas para conjurar su amenaza:
Tla xihualhuia, tlamacazqui yappan, huitzcol. Canin otitechmin. Yappan: Huel ompa tonecoyan, todo lo cual en castilla dice:
¡Ven! Tlamacazqui Yappan curvo como espina.
¿Dónde tú nos heriste? Yappan:
Bien allá en nuestro lugar que se quiere.
No sobrepasarás mis linderos”.
Obviamente este neoindigenismo no podrá desaparecer siglos de evolución jurídica. Se continuará estudiando el Derecho Romano y muchas cosas, hasta del Código Napoleónico seguirán siendo percibidas en los actuales textos jurídicos, independientemente de la perversión judicial electoral.
El folclorismo indigenista no puede ser tomado sustantivamente en serio, como tampoco la mayoría de los pronunciamientos de la Cuarta Transformación en ese juego de conveniencia hacia grupos profesionales del indigenismo.
Es una ocurrencia para llamar la atención, una cueva de cartón piedra, un cañón de utilería, un bordado hecho en máquina china, como si Coco fuera en verdad la explicación antropológica de los ritos funerarios mexicanos (no indígenas), o el Día de Muertos y el festival de las calacas hubiera existido antes de James Bond.
De una vez yo propongo ritos purificadores permanentes para ministros y ministras: servicio de Temazcal en cada Sala de la Corte y en cada oficina, antes de ir a cenar a restaurante “Pata de cochino” (pitso ixquitl, en libérrima traducción nahuatlaca) porque en “la cultura mixteca, y en especial la de Yucuhiti, esa ablución se sigue conservando con fines espirituales, no únicamente higiénicos.
“Su práctica es para fines exclusivos; se ocupa para curar a las mujeres recién aliviadas de dar a luz y mitigar los desgarres o para dolores musculares; el más importante es usado para limpiar y purificar el cuerpo y el alma.
¿Necesitarán los ministros y ministras de la actual corte totémica, simbólica y folclórica elementos de purificación? Yo no lo creo. La limpieza mental, espiritual y política los acompaña, como la fuerza contra el lado oscuro, pero no estorba el mantenimiento.
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