Opinión

Arnoldo Kraus

El escritor peruano Mario Vargas Llosa en su casa de Madrid
: Arnoldo Kraus señala que el verdadero duelo inicia cuando ya se fue la persona, no antes. : Arnoldo Kraus señala que el verdadero duelo inicia cuando ya se fue la persona, no antes. (Mónica González Islas)

Lo conocí cuando ingresé a la residencia de medicina interna en el Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán hace 40 años. En ese entonces él acababa de terminar la especialidad de reumatología y se estrenaba como médico adscrito al departamento de inmunología/reumatología del Instituto. Siempre de trato amable y cálido, era uno de los especialistas a los que daba gusto consultar cuando tenías un paciente complejo, porque sabías que su intervención sería certera, humanística y algo nuevo aprenderías.

En algunas ocasiones tuve la oportunidad de platicar con él cuando empezaba su camino por la bioética, el campo en el que hizo aportaciones fundamentales. Por razones que desconozco, pero que sospecho que no fueron muy gratas, dejó el Instituto hace muchos años y desde entonces, lo vi en contadas ocasiones. Pero, seguí en contacto con él a través de sus publicaciones en los diarios y en los libros. Hace una semana nos sorprendió su muerte. No había visto tantas manifestaciones de condolencias por personas de diferentes disciplinas y de diversas instituciones académicas y de cultura. Hemos perdido a un médico y pensador fuera de serie.

Arnoldo incursionó en los temas de bioética más sensibles y complejos, a los que muchos les sacan la vuelta y prefieren el estatus quo. Aborto, eutanasia, muerte asistida. Partidario de que deberíamos de tener una legislación en la que estos eventos no sean penalizados. El derecho a una muerte digna es uno de los pendientes que tenemos en la sociedad. Siempre digo, en broma, pero en serio, que le procuramos más dignidad a la muerte de los perros, que a la de los humanos. Escuchamos con tranquilidad cuando alguien nos cuenta que puso “a dormir” a su perro porque tenía una condición terminal, mientras que, a familiares y amigos con las mismas condiciones, los vemos consumirse dolorosamente hasta implosionar.

Como era también el caso de los maestros Lisker y Pérez Tamayo, Arnoldo consideraba que la bioética solo puede abordarse desde la perspectiva laica. Las creencias impiden atender el problema de forma realista, ya que se basan en argumentos irreales. El profundo arraigo de creencias religiosas en nuestro país es uno de los impedimentos para avanzar en estos aspectos. Otros, como lo mencioné, prefieren el estatus quo, aunque sean los que están en las posiciones que podrían promover el cambio. Quizá por eso Arnoldo consideraba a la tríada de políticos, empresarios y ministros de culto, como “una trilogía cancerosa”.

Sus editoriales periodísticos y libros siempre estuvieron cargados de pensamientos, reflexiones, filosofía e historias de vida. Yo que perdí mi padre hace 10 años y a mi madre apenas hace unos meses, me quedo con algo que escribió en su libro Recordar a los Difuntos: “Acompañar a quien muere, sobre todo en los últimos minutos, es una fortuna. Pocas imágenes se petrifican en el cerebro. El nacimiento de los hijos y la muerte de los padres ocupan siempre un espacio único en la memoria”. Cuánta razón tenías querido Arnoldo, tuve la fortuna, como lo dices, de acompañar a mis padres en su momento final y eso se queda grabado, pero de una forma, aunque dolorosa al principio, reconfortante con el tiempo.

Arnoldo, gracias por habernos ayudado a tratar de entender procesos complejos como la muerte. Nos vas a hacer mucha falta en este mundo que vivimos hoy en el que la reflexión y la discusión de las ideas pasan a segundo término y la excelencia parece no tener cabida en la generación o mantenimiento de las instituciones. ¡Vuela muy alto!

Dr. Gerardo Gamba

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e

Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM

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