
Cada 40 segundos en el mundo se registra una muerte asociada al suicidio. El dato es alarmante y una invitación a entender la salud mental como parte del derecho a la vida, puesta en el centro de atención.
El Día Mundial para la Prevención del Suicidio, conmemorado cada 10 de septiembre desde hace 22 años, representa un momento para encontrar en las estadísticas aliciente al diseño de políticas públicas. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cada año se suicidan alrededor de 700 mil personas; es la cuarta causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años. Países como Lesoto, Guyana y Lituania registran las tasas más altas, con más de 20 muertes por cada 100 mil habitantes, mientras México se mantiene con alrededor de 6 por cada 100 mil.
La Ciudad de México, con una tasa de 3.4 suicidios por cada 100 mil habitantes, se ubica entre las entidades con el registro más bajo, junto con Guerrero y Veracruz, que tienen 2.1 y 4.4. En el extremo contrario están Chihuahua, Yucatán, Campeche y Aguascalientes, con 15, 14.3, 10.5 y 10.5, respectivamente.
Detrás de las cifras se esconde una realidad: depresión, ansiedad, soledad y consumo problemático de sustancias como problemas globales y colectivos que requieren respuesta política.
Varios países han abierto rutas innovadoras para atender la salud mental de manera pública y no como un lujo privado. Finlandia impulsó programas escolares de regulación emocional como parte del currículo básico. En Canadá, el modelo de “safe consumption sites” ofrece espacios supervisados para consumo de sustancias con apoyo médico y psicológico. Japón, con tasas altas de suicidio por décadas, creó redes de consejería y acompañamiento telefónico y comunitario.
En este contexto, la CDMX se coloca en la vanguardia latinoamericana. La Jefa de Gobierno, Clara Brugada, anunció la construcción del primer Hospital Toxicológico de la capital, un espacio para romper con el estigma y judicialización.
El esfuerzo se acompaña de un Centro de Transición y Recuperación para el Bienestar, una red comunitaria a través de más de 100 Centros Colibrí; con el programa “Vida Plena, Corazón Contento” se busca llegar a las escuelas con talleres y diagnósticos, un territorio donde la prevención es crucial.
No se trata solo de infraestructura, sino de un cambio institucional. El actual Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones será transformado en el Instituto de Atención Mental y Adicciones, en un reconocimiento de la vinculación de ambos problemas. La estrategia incluye mecanismos de atención con los “Cuencos de las Emociones” ubicados en el Metro, parques y mercados, así como la línea de emergencias 9-1-1 y Locatel como canales de intervención inmediata.
Este año, en el 9-1-1, operado desde el C5, hemos atendido 3 mil 394 llamadas relacionadas con ideación y tentativa suicida, frente a las cuales se despliega una red de apoyo que va desde la contención emocional, el envío de unidades médicas o policiales y la canalización con instituciones especializadas en salud mental como el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la CDMX. Los decesos asociados al suicidio disminuyeron 19.2 por ciento este 2025 respecto al periodo enero-agosto de 2024.
El desafío aún es grande. El país enfrenta un déficit en psiquiatras: hay 4.4 por cada 100 mil habitantes, por debajo del promedio de la OCDE que es de 15. Sin embargo, hay un esfuerzo que dialoga con la necesidad de colocar la salud mental como derecho y parte de la vida pública.
La Ciudad de México marca un punto de inflexión al desarrollar esperanza ante la oscuridad.