Opinión

Bandidos de Río Frío (recargados)

Huachicol Fiscal detenidos
Huachicol Fiscal Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, anuncia la detención de un grupo delictivo dedicado al huachicol donde estaban involucrados integrantes de la Marina. (Daniel Augusto)

La kilométrica novela de Manuel Payno, llamada Los Bandidos de Río Frío, narra una historia de 1830. Las carretas que circulaban en el camino que unía al altiplano con Veracruz eran asaltadas de manera sistemática en la zona de Río Frío, a tiro de piedra de los volcanes, por una gavilla comandada por un tipo que era, al mismo tiempo, capitán de la policía rural de la zona. Policía y ladrón al mismo tiempo.

Esa pandilla era parte de un verdadero ejército de maleantes cuyo jefe era un coronel al que apodaban “Relumbrón”, y que trabajaba, casi no creerse, en la oficina del Presidente de la República. Payno escribió la novela basado en hechos reales. Podrá decirse que por esos años la nación estaba apenas construyéndose, había asonadas, levantamiento, intentos de golpe, con las potencias buscando invadirnos. Entonces, claro, las instituciones no terminaban de cuajar y era un entorno propicio para los audaces que se pasaban de vivos.

Casi doscientos años después, el estado de Tabasco se sumergió en una crisis de seguridad. Un pandilla violenta, llamada La Barredora, generaba violencia. Estaba al frente de los delincuentes un pelafustán apodado Comandante H que era, al mismo, jefe de la policía estatal. Policía y ladrón. En otro estado, Tamaulipas, se detectó un complejo operativo de robo de combustible. Un delito binacional que dejaba ganancias millonarias que operó sin turbulencias por años, gracias al que el jefe de la aduana era al mismo tiempo parte de la banda de huachicoleros. Vicealmirante y ratero al mismo tiempo.

Doscientos años después de Los Bandidos de Río Frío sigue sin haber una línea divisoria clara entre las autoridades y los delincuentes y la red de protección llega hasta lo más alto de la pirámide del poder. O llegaba. ¿Cómo podemos entender esto? Si en doscientos años las instituciones no han terminado de cuajar vale preguntarse si lo harán alguna vez. En el sonado caso del huachicol fiscal no es ninguna sorpresa la complicidad de autoridades y empresarios, no pasan por las aduanas de manera irregular buques o trenes cargados de combustible robado. Es un delito de ligas mayores que requiere cientos de cómplices.

Lo que está fuera del guion tradicional es que esta vez haya voluntad política para poner un límite al descaro total. La presidenta Sheinbaum, el secretario Omar García, el fiscal Gertz, se están jugado mucho en este lance, pero que lo hayan instrumentado quiere decir que no todo está perdido, que hay alguna oportunidad de que enderecemos el camino. Oportunidad pequeña, es cierto, pero ahí está. Pronto veremos si se quiere ir hasta donde tope y comienzan de una vez las acciones de control de daños, sobre todo porque el tema del huachicol fiscal tiene una vertiente político-electoral que salpica a Morena.

Hay un último aspecto que me parece necesario ventilar: dar a integrantes de las fuerzas armadas el control de las aduanas es un peligro para México. Después de las fuerzas armadas ya no hay nada, tienen que ser, por definición, el último recurso y no exponer a sus mandos a la corrupción que impera en el ecosistema de las aduanas. Almirantes y generales son de los mejores servidores públicos que existen, lo ratifico, pero no hay que olvidar que son señores comunes y corrientes con ambiciones, apetitos y debilidades como cualquiera. En el arca abierta hasta el más justo peca. Lo que se quiere es un sistema de vigilancia donde una sola persona no tome todas las decisiones, ese sistema debe contar con un programa de reacción inmediata para no comenzar a investigar cuando ya se ahogó el niño. Almirantes y generales no deben tener a su cargo las aduanas, es un riesgo innecesario.

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