Opinión

Fatiga por compasión o desgaste por empatía

Perrito

El título del presente texto obedece a un padecimiento que ha venido extendiéndose y reconociéndose a nivel mundial, al tratarse de un agotamiento físico, emocional y mental que padecemos los rescatadores de fauna y demás animales no humanos domesticados, debido a una exposición constante al sufrimiento y a la muerte de esas criaturas, así como por las frustraciones del mismo trabajo, que se da, sí o sí, en un entorno de permanente angustia. “Sus síntomas incluyen ansiedad, depresión, aislamiento social, problemas de sueño e indiferencia”. Es, sin duda, una de las tantas formas de lo que se describe como “estrés traumático secundario”, que a diferencia del agotamiento general o burnout, se centra en la empatía hacia el sufrimiento ajeno, lo que paradójicamente lleva a una desensibilización y agotamiento totales.

Y lo anterior viene a cuento, quizás en una fecha que más bien ameritaría tratar el problema de la pirotecnia septembrina vs. los perros y gatos afectados, pero resulta que llamó poderosamente mi atención un dramático video aparecido en las redes sociales de la A. C. Por los que no tienen voz, organización que hasta donde he percibido se caracteriza por un trabajo serio, discreto y efectivo, principalmente a favor de perritos abandonados a los que no sueltan hasta su total recuperación, para luego y hasta entonces, buscarles un hogar adoptivo ciento por ciento confiable para que en buena compañía y bajo cuidados específicos pasen el resto de sus vidas. La referida asociación ha rescatado también equinos, mininos y otras especies de granja, promoviendo su trabajo siempre con mucho optimismo hasta hace unos días en que una de sus fundadoras, Graciela Mata, con 15 años por la labor, habló fuerte y con un sentimiento tal, que no pude más que relacionarlo con esta fatiga que nos abruma a quienes hemos dedicado la vida a los animales no humanos más desatendidos por la vida y cruelmente mal tratados por la humanidad. Siendo así y bajo condición diferente a lo que nos tiene acostumbrados, la abogada se expresó con el sentimiento a flor de piel y casi al borde del llanto participó que están pasando por un momento muy difícil, más que lo de rutina, porque la propietaria del inmueble que han venido ocupando por más de 10 años les pidió desocuparlo máximo para el próximo 15 de octubre o en tal caso comprarlo, encontrando que de momento no están en capacidad de poder aceptar ninguna de las dos opciones al carecer de un lugar inmediato para realizar la mudanza de las criaturitas y por no disponer de la suficiencia económica para la adquisición del predio, pese a que hace meses hicieron el intento de obtener los fondos necesarios para ello, realizando rifas, vendiendo ropa y accesorios para guaguás y mininos, pero aún así no salió el efectivo suficiente. Apenas un 10 por ciento de lo necesario y por lo tanto, fue cifra que a final de cuentas utilizaron para adaptar una casa habitación (que la supongo dentro del terreno) para resguardo de las “guapuritas”, como suele llamar Graciela a los lomitos. Encontrar en un par de semanas un espacio conveniente para más/menos 100 animalitos, que ahora viven en aproximadamente 2 mil 500 metros cuadrados, la tiene angustiada y, de pilón, “como cereza del pastel y de la nada” contó que se incendió la camioneta en la que venía manejando tras recoger diversos donativos, perdidos ahora todos entre la lumbre puesto que solamente reaccionó a la sorpresiva falla para poner a salvo a PABLO, un perrito que la acompañaba. Para esto, sépase que a lo anterior vino a sumarse que la “camioneta perruna azul” (en la que realizan los rescates y trasladan a los chiquitos de forma segura y reglamentaria) quedose sin batería y el repuesto precisamente venía en el vehículo siniestrado, que también propició una significativa pérdida de croquetas. O sea que se le juntaron varias batallas por las que de momento sintió que era tiempo de parar, pero… “no sabe si podrá hacerlo”… aunque de lo que sí está segura es de que ahora, en lugar de ayudar a cien animales tendrán que reducir a lo mínimo su capacidad. Una pena que no debemos permitir. Echémosle una patita. Entre todos podemos empujar el esfuerzo por tanto peludito en desgracia. Cada quien con lo que pueda. Todo sumará. La cuenta está a nombre de Por los que no tienen voz, A. C. en la institución bancaria BBVA Bancomer. Cuenta 0117513313 Clabe 012180001175133133 o por paypal.me/notienenvoz

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