Opinión

Las escuelas más rezagadas

Salón de clases en México (Carolina Jiménez Mariscal)

Me propongo explorar superficialmente las áreas más oscuras del sistema educativo: lugares donde los alumnos casi no aprenden, donde a veces no hay maestros, donde se sufren necesidades inconmensurables, donde la educación se diluye tanto que, muchas veces, es difícil identificarla.

En las evaluaciones nacionales y periódicas del INEE (2014-2018) las tasas de aprendizaje por sector indicaban invariablemente que la educación indígena ocupaba el último lugar entre las modalidades de servicios educativos. ¿Se mantendrá este orden en la actualidad? Será imposible comprobarlo mientras la SEP y, en general, el gobierno de la 4T, se opongan a la realización de evaluaciones estandarizadas. Pero es probable que esta tendencia en los bajos aprendizajes se mantenga hasta la actualidad; no se ha dado, entre 2018 y 2025, ninguna política vigorosa sobre educación indígena que nos haga pensar que este orden de cosas cambió.

Carecemos de evidencias por la ausencia de evaluaciones nacionales. Lo más probable es que la educación indígena conserve ese oprobioso último lugar a nivel nacional. Esto resultaría paradójico porque las autoridades morenistas no pierden ocasión para pregonar su vocación indigenista e intercultural. El mayor estigma de la 4T es que debido a sus políticas sociales y educativas no hay grupos más oprimidos y olvidados como los indígenas.

En la escala comparativa, el penúltimo lugar en la escala comparativa entre tasas de aprendizaje por modalidades educativas entre 2014 y 2018 se encontraban el sector de las escuelas comunitarias de CONAFE. Hay que decirlo crudamente: estas escuelas ofrecen servicios educativos de segunda clase para atender, lamentablemente, a la población rural más pobre. Fue una fórmula de producir educación barata –y mediocre--para los más marginados del campo.

Esta modalidad de educación fue concebida originalmente (1971) por un funcionario de la SEP vinculado al Banco Mundial y en su concepción participaron varias instituciones nacionales (entre las que destacó el DIE del CINVESTAV). La lógica argumental era “llevar algo a quienes no reciben nada”, crear un servicio educativo barato que no fuera atendido por maestros profesionales sino por estudiantes que trabajen en un conjunto de “escuelas” que carecen de lo más elemental: edificios escolares, equipo y materiales de estudio. Con este servicio la cobertura se aumentará significativamente, aunque no garantice otra cosa. Los jóvenes que fungen como maestros son llamados Lideres para la Educación Comunitaria (LECs) y son en su mayoría estudiantes de preparatoria (ocasionalmente alumnos de licenciatura) que trabajan durante un año, o dos, a cambio de una beca que les sirve -teóricamente-- para subsidiar sus estudios posteriores. Para incorporarse a la docencia, los LEC no necesitan presentar título de normal en cambio, reciben una preparación elemental ofrecida por personal de las oficinas centrales de CONAFE para lanzarse a su inútil tarea.

En la escala de aprendizajes del INEE las escuelas comunitarias de CONAFE están apenas por encima de las indígenas, lo cual no debe confundir, pues tal cosa no representa una diferencia de calidad significativa. Podemos suponer, más bien, que los dos niveles escolares tienen resultados irrisorios. Esta es la zona más oscura del sistema educativo nacional de la cual casi no se habla y que revela, en primer lugar, la pobreza del sistema educativo mexicano y la ausencia de políticas concebida sobre el principio de equidad (apoyar primero a los que menos tienen o pueden). No hay equidad, en cambio, hay inequidad. El presupuesto educativo tendría que orientarse en su mayor parte a estos sectores educativos que hoy están olvidados y marginados para romper con la desigualdad histórica; y se necesitaría en todo caso romper con las inercias consagradas de la distribución de los recursos educativos.

Fortalecer a los más débiles, dotar a los más pobres, apoyar menos a los que más tienen, cambiar radicalmente el papel del Estado, eso necesita hacer el grupo gobernante si quiere, realmente, “transformar” la organización social con base en la justicia.

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