
La noticia nos remite a los tiempos chinamperos de la antigua Ixtapalapa, laja blanca o salitrosa, significa su nombre en distintos diccionarios--, cuya grafía se modificó con una zeta por obra y gracia de quien sabe cuál capricho político. Ixtac, en náhuatl es blanco, como Ixtaccíhuatl (mujer blanca) o Ixtacalco (casas blancas), pero seguimos con la facilidad fonética.
Ahora y desde hace unos años les decimos Iztapalapa e Iztaccíhuatl con la suave pronunciación silbante de una “S”. Caprichos y más caprichos.
Pero la condición lacustre de las tierras lodosas de esa zona regresó con la furia de la tormenta. Es cierto. Pero también es verdad el axioma de la urbanización: en las ciudades se reducen los efectos de la naturaleza.
Por ejemplo, el sistema de manejo de avenidas y marejadas en la capital de Inglaterra, Londres (donde también llueve, y mucho), han domado al Támesis y sus avenidas. Nosotros sucumbimos cada temporada de lluvias.
La inundación de Iztapalapa del domingo por la tarde es además de todo una vergüenza. Una muestra de ineptitud crónica. También de desinterés. Tras una década de Utopías no se pudo ni componer el sistema de desagüe.
La información publicada es elocuente:
“(EoL).- La Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil activó la alerta roja para Iztapalapa... elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana rescataron a personas que quedaron dentro de vehículos varados en la inundación de Calzada Ignacio Zaragoza (nos hace recordar aquella ruta de los balnearios, Agua Caliente, Elba, Olímpico).
“Los policías también apoyaron a cuatro menores que quedaron atrapados en su casa luego de que un árbol cayó sobre su vivienda ubicada en la colonia Ejército de Oriente. En la colonia Ejército de Oriente se reportó un encharcamiento que afectó cinco casas con tirante de 15 centímetros en patios.
“Las autoridades reportaron inundaciones en vialidades de Iztapalapa como Avenida Tláhuac, Eje 8 Sur, Avenida de las Torres, Calzada Ignacio Zaragoza, entre otras... la mayor cantidad de lluvia se había acumulado en la estación Cárcel de Mujeres ubicada en la colonia Lomas de Zaragoza con 41 milímetros (mm) o 41 litros por metro cuadrado.
“Le seguía la estación La Caldera, ubicada en la Autopista México Puebla, con 32.25 mm, de acuerdo con los registros de la Secretaría de Gestión Integral del Agua”.
La actual jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada se mantuvo en esa alcaldía (antes delegación) a partir de trucos y chicaneos durante una década y no corrigió –ni gestionó--, absolutamente nada en cuanto al drenaje. Ya no hablemos de la agujereada condición de sus calles donde ya no sólo se revientan las llantas en los hoyancos: desaparece un camión de reparto refresquero (con todo y el nuevo IEPS), en el fondo de un socavón. Tampoco la mala calidad del distribuidor de La Concordia, factor importante en el mortal accidente de una pipa de gas con magna llamarada sin control y una decena de cadáveres hasta ahora.
Del fracaso en la atención médica de los heridos en esa conflagración se podrá hablar otro día. Otra vergüenza.
Obviamente las explicaciones (viles pretextos) son abundantes. Si a la alcaldía no le corresponde pavimentar avenidas porque no son vías primarias; si la obra hidráulica se hace desde el Sistema de Aguas de la Ciudad de México y una larga cadena de burocracia cuyo resultado es esta ciudad empobrecida, pero vasta en programas de aprovechamiento electoral.
Una muestra de la eficacia de las entregas de dinero está en las viejas imágenes de cuando Andrés López era jefe de, gobierno. En otra inundación igual a esta (e idéntica a la del próximo año), una mujer sacaba agua con una cubeta. Tenía el agua negra hasta la cintura y reía gozosa mientras cantaba, ¡es un honor, estar con Obrador!
Pues disfruten lo votado.