
Cuando yo era niña, mi papá me hacía un regalo el 16 de septiembre. Generalmente un libro u otra cosa que me hiciera ilusión. Eso ocurría porque yo era la única de mi familia nacida en México. Los demás eran peninsulares. Recuerdo que se refería a “los héroes que nos dieron patria” a los mexicanos con cierto retintín de burla. Decia que muchos habían sido glorificados con el objeto de poder intervenir en los sucesos de la historia, lo cual no era, no, lo que me enseñaban en la escuela. Pero mi padre llevaba razón. ¿Habrá leído al historiador Edmundo O´Gorman?
Para el historiador el doctor O´Gorman, la independencia de México fue un proceso largo. No tan fácilmente surgiría una idea de nación a principios del siglo XIX. El cura Hidalgo urgió a contraponerse a la corona española intervenida por Napoleón y le echó vivas a Fernando VII. Conocedor de las ideas de la Ilustración, se le considera “padre de la patria”, pero eso es parte de un concepto retórico de la historia. Se necesitaban héroes para contar los sucesos que crearon a México como país, lo cual llevó un largo tiempo de guerras intestinas, constituciones y revoluciones. Sin embargo, el famoso Grito de la noche del 15 de septiembre ha alimentado la noción de una gesta independentista surgida de pronto.. El cura Hidalgo no vislumbró la concepción de México libre y soberano, pero en esa fecha se conmemora el brote que concluyó con la independencia de la Nueva España. Para algunos, la resolución independentista ocurrió el 27 de septiembre de 1821, cuando entró el ejército trigarante, que unió a los realistas y a los insurgentes bajo la batuta de Agustín de Iturbide y de Vicente Guerrero, después de que Guerrero e Iturbide se habían dado el famoso abrazo de Acatempan y de que el virrey O´Donojú había negociado con ellos. Se necesitaba ser diferente de España, pero México mantuvo las viejas estructuras coloniales después de adquirir su autonomía un largo rato. Lo que entendemos por independencia, según el doctor O´Gorman, fue un proceso largo y contradictorio. Su consumación resultó más a partir del pacto entre las élites, que de una revuelta triunfal del pueblo, que devino, poco a poco, en la construcción de nación.
Luis González de Alba escribió un ensayo para Nexos hace años, cuando el festejo del bicentenario, que explica muy bien el cómo nació la ceremonia del Grito.
El cumpleaños de Porfirio Diaz era el 15 de septiembre y se celebraba con una recepción por la noche, en Palacio Nacional, a la que asistía la gente “bien” de ese entonces, el cuerpo diplomático, el alto clero y los ministros del régimen. En el Zócalo, entretanto, se suscitaba una verbena popular con hartos cohetes y tacos para que el pueblo también celebrara a don Porfirio.
En 1896, cuenta Luis González de Alba, Díaz mandó traer la vieja campaña de la Iglesia de Dolores, que tañió Hidalgo para llamar a misa al día siguiente, el 15 de septiembre de 1810 . Desde entonces, cada 15 de septiembre, el dictador salía al balcón a recibir la aprobación de su pueblo y hacía sonar la campana. Es verdad que don Miguel Hidalgo y Costilla aprovechó la misa aquella vez para pedirle a sus fieles que recogieran palos y machetes para defender a la España ultrajada por las fuerzas napoleónicas. Esa revuelta, agrega González de Alba, duró no más de 10 meses y no prendió más allá de Querétaro, Guadalajara y la periferia de la ciudad de México. En su columna de Milenio, Román Revueltas Retes expuso lo siguiente el día del desfile:
La figura reverenciada es la de Miguel Hidalgo, elevado a la suprema jerarquía de Padre de la Patria, ocultando cuidadosamente la escalofriante crueldad del hombre y las atrocidades que mandó cometer, más allá de las dudas sobre las palabras que resonaron aquel 15 de septiembre en la Plaza de Dolores (Milenio, 16 de septiembre de 2025).
José María Morelos y Pavón, otro cura, tuvo más vistilla militar que Hidalgo y destacó como insurgente. Apunta González de Alba que aborrecía “a las tropas liberales de Napoleón que llevaban por toda Europa la ideología laica, democrática e igualitaria de la Revolución francesa” (González de Alba, Luis, “Mentiras de la independencia” en Nexos, septiembre de 2009).
Más tarde, el famoso Grito se consolidó con carácter de acto oficial de Estado bajo la presidencia de Plutarco Elías Calles (1924-1928). Lázaro Cárdenas (1934-1940) popularizó aún más el ritual y le otorgo un sentido de acto cívico nacional.
Con los años, cada presidente le ha impuesto al Grito su propia huella nombrando a diferentes personajes de la historia. La presidente (A) Sheinbaum se convirtió en la primera mujer en “dar el grito” desde Palacio Nacional. Pronunció 22 arengas desde el balcón y nombró a protagonistas de la historia de México: Josefa Ortiz (sin el “de Dominguez”), la militar Gertrudis Bocanegra e incluyó a las mujeres indígenas de México, así como a “las hermanas y hermanos” migrantes”. Su último “viva” lo dedicó a “un México libre, independiente y soberano”. Al “Grito” en Palacio Nacional sólo asistieron los integrantes de su gabinete.
No cabe duda que la “la historia oficial” de México ha mitificado a no pocos personajes. La Cuatroté se pinta sola para eso. Hace poco se festejaron los 700 años de Tenochtitlan, como si fuera la cuna de la saga histórica de México. Muchos otros pueblos eran más antiguos que los mexicas y además los sufrieron, de tal suerte que los tlaxcalteclas se unieron a los españoles para derrotarlos. En el caso de la Independencia sucedió que el virrey O´Donojú, peninsular, y Agustín de Iturbide, criollo, abrieron el paso a la independencia de la Nueva España.