
Villoro es una de las plumas, y de las voces también, más conocidas en nuestro ambiente literario. Ha encontrado un estilo que lo identifica, al hacerlo, desde luego también lo define.
Tanto en la conferencia como en el texto, largo o breve, hay consistencia y uno se da cuenta que se trata de la misma persona, lo que en particular agradezco.
“La figura del mundo” parece ser un recuento, una memoria, de la relación entre el autor y su padre, el filósofo Luis Villoro. Un manifiesto de amor hijo-padre, un recuerdo que busca ser equilibrado pero que no rehúye el cariño.
Per oes más aún. Se trata de un texto que puede leerse de diversas maneras. Claro, cada quien leemos a partir de nuestras propias experiencias, así como de lecturas previas; pero si bien esto es cierto, también lo es que hay textos que, ya sea de manera deliberada o no por quien los escribió, admiten varias formas de entenderlos.
Un primer camino es leer desde la experiencia paterna. Soy padre, y al leer los recuerdos de un hijo acerca de su progenitor, pienso en las dudas, las reflexiones, los miedos y, en ocasiones, las certezas, que todos quienes criamos tenemos cuando nos enfrentamos a esa labor siempre nueva de formar (si es que esto es posible) a otra persona.
Esa lectura conmueve porque el texto traza la relación padre-hijo en diversos momentos de la vida, muestra sus cambios y, sobre todo, la paradoja de llegar a ser un adulto interactuando con otro que, sin embargo, siempre nos verá como hijos.
Otro rumbo posible es la visión del hijo. De cómo se va descubriendo la propia personalidad, como se va afirmando a través de las pequeñas coincidencias y los grandes retos que nos alejan (más en apariencia) de nuestros padres; esa rebeldía que es absolutamente necesaria para llegar-a-ser-alguien-distinto pero que suele acabar repitiendo gestos y gustos de aquel contra quienes nos rebelamos.
Existe una tercera lectura: la del compromiso político y ético, que se refleja en la vida, las relaciones y los hechos de una persona cuya vida se nos está narrando; ese compromiso que no puede ser absolutamente entero y sin fisuras, dado que somos humanos, nuestra bíblica carne es débil aunque el espíritu esté pronto.
Pero, además, adivino una cuarte lectura, la que se hace desde la experiencia de tener o haber tenido pareja. El texto nos narra una aparente imposibilidad de que esta pueda realizarse, y sin embargo, el rompimiento parece necesario para que las dos partes lleguen a su plenitud y, de alguna forma, el amor romántico, si es que existió, se transforme en eso que los griegos llamaron philia, el amor fraterno entre personas que se interesan por su mutuo bienestar.
En un mismo texto, cuatro lecturas posibles; si le preguntáramos al autor, posiblemente encontraría otra, y estoy seguro que si tú lees el libro, lo que seguramente te llevará una, máximo dos, tardes, sin duda darás con otra, seguramente más personal e íntima.