Opinión

Mensaje para Netanyahu

Netanyahu

Varios países miembros del G7, que se habían negado por décadas a reconocer el estado de Palestina, lo han hecho este fin de semana. Es una decisión que tendrá, en el corto plazo, pocos efectos, pero que signa un viraje importante en la relación entre las potencias de Occidente e Israel. Es, también, una decisión correcta.

La reacción del gobierno de Benjamín Netanyahu ha sido de indignación, afirmando que con esto se premia a los terroristas de Hamas.

Esa respuesta israelí tiene aristas que nos dicen que ese gobierno no entiende que no entiende y ha perdido todo contacto con la realidad. O que, en su cinismo, ha perdido totalmente la brújula política (porque la brújula moral hace rato la perdió).

El reconocimiento a Palestina no es un premio al terrorismo, sino un castigo a los horrores que está perpetrando el gobierno de Israel sobre sus vecinos, y en particular, sobre la población de la Franja de Gaza. El mensaje no va dirigido principalmente a la Autoridad Nacional Palestina, un gobierno corrupto que malamente controla una parte de ese país; no es a Hamas, causante original del desastre actual, que tiene fuerza militar en Gaza, pero no es el recipiente del reconocimiento; mucho menos va dirigido a la población civil que sufre los ataques inhumanos. Va dirigido al gobierno de Netanyahu, como advertencia de que ha traspasado todo límite y que su actitud es, a todas luces, contraproducente. Es una manera de decirle: “no estamos contigo”.

Israel recibió una oleada de solidaridad mundial hace dos años, tras los cobardes ataques terroristas de Hamas sobre su población. Las excepciones fueron pocas, a pesar de que se esperaba una fuerte respuesta bélica de parte del Estado judío. ¿Qué ha pasado desde entonces, para que ahora la condena internacional sea casi unánime?

Pasó que esa respuesta bélica, de la que se sospechaba desde el principio que sería desproporcionada, se convirtió en otra cosa: en un genocidio. Hace rato que el dramático tema de los rehenes se redujo a un mero pretexto. La fuga hacia adelante de Netanyahu, primordialmente interesado en salvar su pellejo político, tras las acusaciones de corrupción, ha pasado a la intención de destruir totalmente Gaza, reducir al mínimo el espacio bajo control palestino y ocupar tierras, en una suerte de nuevo lebensraum, sólo que ahora con distinto pueblo escogido. En la lógica del gobierno de Netanyahu sólo hay espacio para un Estado: el de Israel.

En el camino a ese supuesto destino manifiesto, no ha habido miramientos para la población civil, arrinconada en una pequeña parte de lo que era el territorio original de la Franja. Más del 90 por ciento de las escuelas y hospitales han sido destruidos, la ayuda alimentaria ha sido bloqueada de manera sistemática y son cada vez más numerosos los reportes de niños asesinados certeramente con balas en la cabeza.

Pero tal vez lo más alucinante de todo ha sido la estrategia de comunicación del bando israelí, que por cierto tiene varios corifeos en México. Se ha centrado en dos tipos de consigna. La primera es que todo el que critica las acciones del gobierno de Netanyahu es un antisemita o un descerebrado. La segunda es que toda acción de las fuerzas armadas israelíes es contra Hamas y todo intento de ayuda a la población civil de Gaza equivale a estar a favor de ese grupo terrorista.

A las consignas se acompaña un argumento cultural lleno de falacias: según éste, Israel es el valladar de la civilización occidental en contra de la ofensiva islámica que quiere conquistar el mundo e imponer la sharía global.

Para los propagandistas de Netanyahu, el secretario general de la ONU es un antisemita, la relatora general de la ONU sobre la situación jurídica Israel/Palestina también lo es, la UNRWA (la agencia de Naciones Unidas para los refugiados) está llena de títeres de Hamas, los artistas e intelectuales judíos que condenan el genocidio son “descerebrados”, y no se diga de quienes protestan activamente.

El primer problema con esto es que, al generalizar la condena de antisemitismo, e incluir a todo crítico, mete en el mismo saco a quienes condenan las acciones criminales del gobierno israelí y a quienes son efectivamente antisemitas y racistas. Facilita que los segundos se cuelen entre los primeros, y les da suministros para que lancen su ponzoña antijudía. El segundo es que utilizar el concepto de “antisemita” como arma arrojadiza suele no estar acompañado por argumento alguno. La victimización histórica como pretexto para no dar razones.

La segunda consigna, la de pretender equiparar a Gaza con Hamas, choca con la realidad de destrucción colectiva y hambruna civil. Lo peor es que suele acompañarse con fraseos que dan a entender que la población de Gaza ha sido, desde su infancia, lavada en el cerebro en el odio a Israel y apoya activa y efectivamente a Hamas (que obtuvo 40% de los votos hace 20 años, la última vez que hubo elecciones). En esa visión, todos los gazatíes son terroristas reales o potenciales: ergo, está justificada su aniquilación.

Y la idea de Israel como barrera protectora de la civilización occidental es francamente desproporcionada (por no utilizar otra palabra). Lo que está haciendo su gobierno es atizar el fuego, la rabia y la intolerancia islámicos, ya de por sí bastante preocupantes. Nada peor para Occidente. De ahí la importancia del cambio de actitud de distintas potencias occidentales.

La estrategia de comunicación ha sido un fracaso rotundo en la opinión pública. En el terreno diplomático, Israel está cada vez más aislado. Si el gobierno de Estados Unidos, principal apoyo y protección de Israel, fuera sensato, ya habría dado un golpe sobre la mesa. De hecho, según encuestas, la mayoría de los estadunidenses considera ya que Israel ha sido excesivo en su respuesta. Pero no estamos ante un gobierno sensato en EU. Aun así, Netanyahu ha logrado desesperar a Trump un par de veces. A ver si la actitud de las potencias y el creciente clamor mundial hacen que por fin alguien (un hombre naranja) le ponga un alto al gobierno de Netanyahu y a la masacre que estamos presenciando. Por ahora, es mucho pedir.

fbaez@cronica.com.mx

Twitter: @franciscobaez

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