
A principios de los años setenta del siglo XX había en la colonia Portales una banda de delincuentes llamada Los Nazis. Ninguno era, que yo recuerde, de raza aria, ni siquiera güeritos, pero se hacían llamar los Nazis. Andaban en moto, enchamarrados, y usaban cadenas como armas. Cuando en la Prepa de Coyoacán había algún festival o un evento que les interesara, los Nazis se metían con todo y sus motos al campo de futbol de la escuela, sin que nadie les pusiera un alto por aquello de la autonomía universitaria.
Según supe, cuando ya estaban curtidos, los bandoleros se metían de agentes judiciales, que era el piso de arriba en el escalafón delincuencial. Eso fue hace más de medio siglo, de modo que los Nazis mexicanos ya deben estar en el infierno acompañando a los otros Nazis, los del Tercer Reich
Eso fue en aquel tiempo remoto. ¿Las cosas han cambiado? Aunque usted no lo crea, décadas después se sigue enarbolando el tema de la autonomía para que muchos planteles universitarios, en particular los de la educación media superior, sigan siendo paraíso de delincuentes que usan las preparas y los CCHs como guarida, para comerciar drogas, para organizar bacanales de dos o tres días seguidos con la complacencia o franca complicidad de los trabajadores universitarios en particular los adscritos al cuerpo de seguridad, que son, dicen en el campus, los verdaderos mandos del negocio de los estupefacientes, no solo dentro de los planteles sino también en los puestos semifijos del perímetro.
¿Lo son? ¿Son acusaciones ciertas o infundios? ¿Hay mala leche en la denuncia? Imposible saberlo. Nadie investiga. No hacer olas en la universidad parece un axioma al que todos se ajustan, ya que cualquier acción se politiza en una fracción de segundo.
En ocasión del escalofriante episodio de violencia en el CCH Sur resurgió el tema de la seguridad y las trampas de la autonomía, que es un pretexto ideal para no hacer nada. Ya se han organizado movilizaciones y se dio a conocer un pliego petitorio mínimo para garantizar la seguridad al interior del plantel, desde cosas elementales como el control de los accesos, la identificación de los alumnos y la existencia de protocolos que permitan una reacción rápida en caso de emergencia. ¿Viola la autonomía pedirle la credencial vigente a los alumnos que quieran entrar a un plantel? ¿Instalar un sistema de cámaras de videovigilancia es un exceso?
En nuestros días para entrar a oficinas gubernamentales hay que pasar por cámara de reconocimiento facial y detectores de metales. ¿Los burócratas merecen más seguridad que estudiantes y maestros? Parece que sí. Los estudiantes entregaron un pliego petitorio que, en su versión central, contempla seis demandas: una investigación exhaustiva del caso; un plan integral de seguridad con protocolos actualizados, capacitación y sistemas de alarma; programas permanentes contra la violencia y el acoso; apoyo psicológico y emocional accesible; canales de denuncia efectivos; y la revisión de la infraestructura del plantel.
Según los estudiantes, las denuncias de acoso se apilan y nadie hace nada. Lex Ashton, presunto asesino, entró al plantel con el rostro cubierto con una capucha y armado con un puñal. ¿Cómo llegamos a esto? La autonomía se refiere centralmente a la libertad académica y a la forma de elegir autoridades entre los propios universitarios. No es extraterritorialidad, ni convertir a los planteles en tianguis de sustancias ilícitas. La autonomía es el corazón de la educación media superior y superior, tiene que ver con los planes de estudio, con los trabajos de investigación, con el desempeño de los maestros, La autonomía es una herramienta para buscar la verdad. Lo demás, son trampas de vivales. Ya basta.