
El reto fundamental de la nueva justicia popular mexicana es ganar la legitimidad social. Esto se podrá conseguir si se logran dos cosas: una buena impartición de justicia; y una comunicación efectiva, en términos de percepción social. Lograr uno sin el otro posiblemente no sería suficiente para acreditar a la judicatura electa como cercana a la población.
Ninguno de los dos retos es fácil.
Me quiero centraren el tema de la comunicación efectiva, debo decir que me parece muy complejo y, más aún, porque no soy un experto ni en comunicación ni en redes sociales; pero conozco y me he ocupado de la judicatura en varias ocasiones, es desde esa perspectiva que sumo mis observaciones a un esfuerzo que, estoy seguro, toda la nueva judicatura está realizando.
Un primer paso es meditar acerca de lo que se quiere transmitir. Esto es, más allá de ideas generales como “justicia”, la cuestión es definir qué vertiente o cariz de la justicia se pretende comunicar, y esta debe estar desde luego alineada con la postura de quienes juzgan; esto es, una coherencia entre lo que se decide en los expedientes y lo que se informa a la sociedad; lo contrario provocaría disonancias que menguarían la legitimidad social.
Otro paso es definir los públicos. Las y los juristas solemos hablarnos a nosotros mismos (no sé si suceda así en otras disciplinas) y solemos hacerlo bien, pero hacer justicia es un bien social que va mucho más allá que los entornos académicos, pues desde luego le preocupa a toda la ciudadanía; ahora bien, esta desde luego está segmentada, integrada por diversos grupos que tienen sus propias expectativas y legítimos reclamos.
El tema es, entonces, cómo llegar a estos grupos.
Me parece que hay un camino posible, que consiste en acercarse a esas organizaciones intermedias que agrupan a la ciudadanía según sus diversos intereses o exigencias. Por ejemplo, las asociaciones de profesionistas, colectivos barriales, asambleas populares, estudiantiles o de madres y padres de familia, que conjunta personas que suelen reunirse para discutir temas de interés común.
Al acercarse a esos grupos es necesario, primero, aceptar sus reglas, así como sus formas de comunicarse, de debatir. Segundo, llevar un discurso adecuado en la forma, que prescinda de tecnicismos y se centre en darse a entender, no en mostrar sapiencia. Tercero, aceptar un diálogo, lo que consiste en escuchar al otro, buscar entender sus razones y desde dónde (desde que lugar del mundo) se formulan. Cuarto, propiciar una relación de cercanía.
Sé que es más fácil escribirlo que lograrlo.
Pero imagina. Que de repente en una asamblea vecinal, después de abordar los temas más urgentes, se hable acerca de la impartición de justicia, que acuda un/a funcionaria/o a explicar qué es la labor judicial, cómo se realiza y por qué es importante; no dudo que habrá a quien no le interese y se vaya, tampoco ignoro la posibilidad de que se presenten reclamos (justos o injustos). Pero estoy seguro de que habrá a quien le interese el tema, que agradezca el esfuerzo y lleve a su entorno lo que ahí se haya dicho.
Así también en reuniones de otro tipo, como sindicales, escolares, incluso de asociaciones deportivas.
Es una labor de largo aliento, pero creo que podría resultar muy positiva.