
La videovigilancia dejó de ser un simple recurso técnico para convertirse en lenguaje político de las ciudades contemporáneas. Qué observa una urbe, dónde coloca cámaras y con quien comparte imágenes, expresa cómo concibe la confianza, cooperación, el espacio público y la relación con la ciudadanía.
En la capital nacional, además hay una reconceptualización del vínculo entre gobierno y sociedad civil, la cual pasa por la construcción de alianzas para promover la videovigilancia. El acuerdo entre el C5 y la Asociación de Hoteles de la Ciudad de México, encabezada por Javier Puente García, signado la semana previa, no es solo una ampliación tecnológica. Es la afirmación de la seguridad construida como entramado social trascendente a las fronteras entre lo privado y lo público.
La oportunidad de incorporar hasta dos mil cámaras hoteleras al sistema de monitoreo de la capital nacional implica reconocer a los hoteles como puntos vitales en corredores económicos, turísticos y culturales donde la convivencia de millones de personas define la imagen y el futuro de la ciudad. A un año del Mundial de Futbol 2026, esta decisión no se lee únicamente como una estrategia preventiva, es un acto de gobierno que convierte a la seguridad en patrimonio común y carta de presentación de la CDMX ante el mundo.
Esta colaboración forma parte de la videovigilancia mixta, a la cual se han incorporado la Asociación Nacional de Tiendas Departamentales y la cadena OXXO.
Busquemos sumar en un contexto de avances. Entre enero y agosto de 2025, la Ciudad de México registró una disminución del 60 por ciento en delitos de alto impacto respecto al mismo periodo de 2019. Al mismo tiempo, la percepción ciudadana de la seguridad se ha transformado: entre 2018 y 2025 creció en 30 puntos porcentuales la confianza de la población en vivir y transitar en la capital.
Integrar cámaras privadas al sistema público es una forma de modificar el ambiente urbano para disuadir conductas delictivas y fortalecer la reacción temprana ante emergencias, estrategia central en la política de seguridad de la Jefa de Gobierno de la CDMX, Clara Brugada.
Los hoteles son centros de encuentro: alojan visitantes, concentran trabajadores, dinamizan corredores económicos y conectan barrios tradicionales con el mundo. Asegurar esos espacios significa proteger también el prestigio internacional de la ciudad y garantizar la derrama económica sostenida en empleos y cadenas de valor locales. De ahí la relevancia de que cerca de 800 hoteles asociados a la AHCDMX participen en este esfuerzo y aporten la conexión a sus cámaras en accesos y zonas de tránsito, lugares donde la percepción de seguridad es determinante para la experiencia de un visitante. Ese es el tipo de cultura cívica que Robert Putnam describe en Making Democracy Work: sociedades con redes de cooperación generan más confianza mutua y más resiliencia institucional.
La lógica de corresponsabilidad rompe con la vieja inercia de considerar al empresario como un actor aislado en seguridad y lo coloca en el centro de la construcción de un ecosistema urbano más seguro, abierto a la innovación y sensible a la protección de las personas. La geografía estratégica de la AHCDMX multiplica el valor de esta alianza. Los hoteles asociados y otros a quienes hay que invitar se distribuyen en corredores donde confluyen turismo, economía y cultura: Aeropuerto Internacional, Santa Fe, Centro Histórico, Polanco, Roma-Condesa, Reforma, Tlalpan Centro o la zona industrial de Vallejo. Integrar sus cámaras al C5 significa expandir la capacidad de reacción en puntos neurálgicos.
No hay soluciones mágicas ni definitivas, pero la evidencia muestra que las ciudades más seguras logran integrar tecnología, instituciones sólidas y participación de la comunidad.