
La pesadez y la multitud de los hechos hace que la defensa de la política económica del expresidente López Obrador sea cada vez más difícil y penosa. La vehemencia de sus voceros ha disminuido es cierto, pero continúa en su empeño de mantener en pie ese cóctel de nociones, decisiones y prejuicios que AMLO amalgamó, puso en práctica durante su sexenio y que continúa -y se paga a un alto precio- en el período presente.
Algunos dicen que el ideario radica en el Plan Nacional de Desarrollo (2019-2024); otros afirman que está en sus libros, especialmente “Hacia una economía moral” de 2029 y en “A la mitad del camino” en 2021; incluso han llegado a plantear que sus premisas y metas fueron resumidos por primera vez, con sencillez para su difusión “en unos folletitos” elaborados durante la campaña presidencial del 2018. De esos curiosos volantes viene el término “Pejenomic´s”.
Tengo en mis estantes todos esos materiales y más, sin embargo, creo que el documento que mejor resume el conjunto de ingredientes que han determinado la política económica del obradorismo es el que presentó y leyó solemnemente y en solitario el mismo expresidente, desde el patio de honor de Palacio Nacional, el domingo 5 de abril de 2020 (puede verse aquí: (https://bit.ly/4cOSFwI).
Se trataba de algo importantísimo, decisiones que implicaban sufrimiento y muerte, respuestas que el Estado mexicano planteaba a la nación para enfrentar la espantosa pandemia. Sí había una situación en la que la política económica tenía que responder, la que demostraría su valía, era justamente esa. Entonces fue que López Obrador pronunció un largo discurso en el que afirmó: “El programa emergente… que expondré a ustedes, se inscribe, básicamente, en los postulados del Plan Nacional de Desarrollo que hemos venido aplicando desde el inicio del gobierno”.
Ante los cambios dramáticos -en todos los órdenes- que configuraba una crisis universal, el presidente le recetó al país su “Pejenomic´s” o sea, más de lo mismo. No admitió revisión ni a prioridades ni a presupuestos y, por el contrario, confirmó “una estrategia de estabilidad presupuestal sin alterar las metas de superávit primario, aplicar un programa hacendario basado en la contracción del gasto público […] y no acudir a nuevas contrataciones de deuda pública más allá de las previstas”. Dogmatismo a toda prueba: aplicar la misma receta, sin crisis o con ella.
El propósito no era aumentar el gasto para impulsar la economía que estaba entrando a una rápida contracción: el objetivo declarado era “lograr ahorros”. Se prohibía la contratación de personal nuevo en el gobierno y se reducirían los salarios de los altos mandos quienes no tendrían aguinaldo ni alguna otra prestación de fin de año. De esa suerte el decreto obligaba a no ejercer el 75 por ciento del presupuesto de rubros como servicios generales y suministros, cancelar 10 subsecretarías y el cierre de la mitad de las oficinas gubernamentales.
No habrían nuevos programas para quienes, en el confinamiento, necesitaban trabajo; al contrario, se buscó un reforzamiento -pagando por adelantado cuatro meses- de los programas existentes: pensión para adultos mayores y para personas con discapacidad. La defensa del empleo productivo nunca fue prioridad.
A su lado, se definió también un trato excepcional a la Secretaría de Salud, Guardia Nacional, Marina y Defensa Nacional, el otorgamiento de 3 millones de créditos y una difusa creación de “dos millones de nuevos empleos” que nunca llegó.
Eso es y no otra cosa el “Pejenomic´s”, la doctrina de la “austeridad republicana”, la “economía moral” o el “humanismo mexicano”. Siguiendo (más o menos) la pauta de Francisco Báez en su libro “Populismo neoliberal”, podemos decir que sus componentes son: austeridad fiscal (en pandemia también, pero no en el último y electoral año de 2024); reasignación del gasto federal en favor de los programas sociales, las obras prioritarias del presidente y las fuerzas armadas; fidelidad ciega al balance entre ingresos y gastos en las finanzas públicas a costa de aplastar la inversión pública; apertura comercial con Norteamérica (renovación del T-MEC); castigo sistemático al gasto de bienes y servicios públicos (educación, salud, infraestructura, etcétera) y ausencia de políticas de desarrollo.
Hay por supuesto, una excepción a todo ese catálogo tan neoliberal: el incremento sostenido y significativo en el salario mínimo, una política argumentada y descrita en sus detalles desde 2014 y que los más avispados de Morena tomaron en el camino. Bien por ellos.
Pero fuera de la política salarial y su notabilísima reducción de pobreza por ingresos, los resultados que exhibe el “Pejenomic´s” son algo peor que un páramo: México dejó de crecer ya desde el primer año del obradorismo (2019), fue la economía que más fuertemente cayó en 2020 y la que más lentamente se recuperó, hasta bien entrado el 2023.
“Pejenomic´s” permitió la pérdida de 2.4 millones de puestos de trabajo en 2020; 6.2 millones abandonaron la clase media; 1 millón de negocios fueron definitivamente cerrados; el descenso del PIB fue 8.7 por ciento y la recuperación tardó 31 meses en llegar.
Al final, López Obrador hizo crecer la economía un 0.96 por ciento como promedio en su sexenio, la tasa más baja ¡en un siglo!, más baja que en el decenio de gobiernos panistas (1.27 por ciento de 2000-2010), más baja que la década pérdida (2.26 por ciento entre 1980 y 1990) e incluso más baja que en la década de la gran depresión (2.58 por ciento entre 1930 y 1940).
La empecinada austeridad, principio inconmovible del sexenio, se aplicó ferozmente durante la pandemia y sin embargo, fue abandonada alegremente en el año electoral 2024, con un endeudamiento neto que llegó al 5.4 por ciento del PIB, el más alto del que se tenía registro en el siglo XXI y que ahora la presidenta Sheinbaum se encarga de administrar para no quebrar.
Ante la inmensidad de la evidencia y de la realidad misma que ahora el propio gobierno padece, los defensores obradoristas harían bien en cambiar de foco, hallar otros filones (si los hay) porque en materia de política económica se quedarán sosteniendo lo insostenible.