Opinión

¿Quiénes son los provocadores?

Marcha 2 de octubre
Marcha 2 de octubre Integrantes del Bloque Negro agreden a policías (Galo Cañas Rodríguez)

Nunca hubo tan graves daños en una marcha conmemorativa del 2 de octubre. Este año, apareció en medio de la manifestación un grupo de 350 enmascarados que hicieron destrozos a lo largo del recorrido, asaltaron joyerías, robaron y destruyeron tiendas, además de agredir con ferocidad a la policía. Hubo 90 agentes lesionados, pérdidas por, al menos, 50 millones de pesos. etc. Pero, los que más llama la atención es que en la trifulca no hubo un solo detenido.

El gobierno federal y el gobierno de la ciudad de México son víctimas del síndrome de 68 (Luis Gonzáles dixit): no se atreven a reprimir a los movimientos de masas para no cargar con la acusación de que son “represores”. La policía se coloca frente a los manifestantes para “contenerlos” no para “reprimirlos”. Tras los hechos un policía confesaba las situaciones humillantes que enfrento:

“Nos atacaron con todo, bombas molotov, piedras, bolsas con mierda, y nosotros no reaccionamos para respetar su derecho a manifestar”

A la postre, los enmascarados les despojaron de sus escudos y macanas y los golpearon con ellos.

Esto es increíble, vergonzoso e inaceptable. La función de la policía es reprimir a los delincuentes y nunca debe humillarse ante ellos. Es evidente que el Bloque Negro fue organizado por provocadores profesionales. Sujetos que siguen órdenes de alguna organización o agencia político-policiaca y que, de ninguna manera es un producto espontáneo de la protesta.

Los responsables de la provocación percibieron la debilidad del gobierno de la 4T y la han explotado cínicamente. Provocaciones similares se producen en las expresiones colectivas de los estudiantes que protestan por la desaparición de los 43 alumnos de la Normal de Ayotzinapa. En este caso, han llegado al extremo de lanzar un camión contra la puerta del Campo Militar No. 1 sin que nadie los detenga o los persiga por la comisión de ese delito.

Lo que no admite el gobierno es que una parte de los manifestantes del 2 de octubre eran pillos enmascarados. Lo que le falta a las autoridades es una estrategia para separar la paja del grano, para distinguir entre los manifestantes pacíficos de los delincuentes disfrazados de manifestantes. Una ventaja obvia es que los violentos llegan enmascarados y vestidos de negro, pero esa ventaja de manera inexplicable no ha sido –o no se ha querido— ser aprovechada por la autoridad.

Es posible que esta elevación del grado de violencia en la marcha del 2 de octubre se relacione con la clara toma de posición que hizo hace un año la presidente Claudia Sheinbaum Pardo a favor de preservar la memoria del 2 de octubre de 1968. Y si a alguien le molesta el mantener viva esa memoria es a los militares a quienes se ha acusado de ser los perpetradores de la masacre de Tlatleolco. ¿Qué tiene que ver el ejército con el Bloque Negro? Eso hay que investigarlo.

La provocación es una conducta política que busca socavar los movimientos sociales. El provocador, decía Carlos Monsiváis, es un agente exterior al movimiento, que se infiltra en él para lanzar ideas de acción extremas con las cuales pretende desnaturalizar al propio movimiento. Un ejemplo histórico de provocación se dio en el mismo movimiento estudiantil de 1968.

Este movimiento –sabemos-- fue un movimiento pacífico y nació como una reacción contra la violencia de la policía. Las fuerzas represivas del Estado-- el ejército, la policía política y, probablemente, otras agencias policiales, infiltraron el Consejo Nacional de Huelga, --organismo dirigente de los estudiantes-- con un grupo de provocadores que adoptaron posturas políticas radicales contra el gobierno al extremo de impulsar el uso de la violencia (estudiantil) contra la policía. Y lo lograron. En la última etapa del movimiento (septiembre) bandas de estudiantes se enfrentaron a la policía y al ejército.

En los hechos el movimiento negaba sus banderas contra la violencia. Las consecuencias negativas de esta acción fueron: 1) el movimiento perdió prestigio e integridad ante sus seguidores y 2) la violencia ahuyentó a muchos estudiantes; 3) esos actos obscurecieron el ambiente y prepararon la opinión pública para que el Estado consumara –días más tarde-- la matanza de Tlatelolco.

Al romper el orden en la marcha del 2 de octubre se desprestigia a la causa misma de preservar la memoria del 2 de octubre y del movimiento estudiantil. Con la violencia se quiere, precisamente, manchar la memoria de una y otra cosa. Al parecer, pues, el movimiento de 1968 y el 2 de octubre, 57 años después, sigue suscitando emociones negativas en ciertos sectores de la sociedad mexicana.

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