
Hace exactamente quinientos treinta y tres años el mundo cambió absolutamente. Una expedición extraviada en la redondez del planeta se encontró con la otra parte del globo. No se ensanchó la tierra, se abrieron horizontes de conocimiento, dominio, genocidio, colonización y predominio. Nació, como la entendemos (o entendíamos), la geopolítica.
Ya existía, pero con la ocupación de América, con todas sus consecuencias, se extendió geográficamente para siempre el concepto de la política. Las formas de organización y sus mecanismos de extensión e instauración; la defensa de las ideologías ( y los sistemas económicos) se prolongaron más allá de las fronteras de los países europeos y después también de los asiáticos. La geopolítica se instaló como una constante. La evangelización occidental (sin hablar del Islam) vendría a ser la geopolítica de la religión.
Imposible en este espacio ensayar más allá de los obvios lugares comunes, pero sí vale recordar algo fundamental: conforme la civilización (expresada en áreas de influencia y control) fue avanzando, los imperios se fueron sucediendo en el control planetario. Los compromisos, las necesidades y las conveniencias han ido cambiando sus ejes.
La geopolítica hoy tiene otro peso, otras definiciones, otras zonas de expresión; otros mecanismos. Y a eso no es ajeno el lenguaje virtual de las modernas instituciones digitalizadas. De la pandemia para acá, con el auxilio de una lap top o una tableta, el hombre del siglo XXI comprobó, quizá con asombro, su regreso a la cueva: ahora se llama Home Office.
Ya no es necesario cazar al mamut. Lo llevamos al mundo virtual y lo faenamos en la casa.
Muchas de estas reflexiones yo las habría presentado públicamente durante la presentación del libro “Manual de supervivencia geopolítica*” de Stephanie Henaro Canales, una de estas noches de la semana pasada, si no hubiera llegado tarde. Con mayor conocimiento y talento lo hicieron, cada uno, desde su ámbito, Ivabelle Arroyo, José Carreño Figueras, Enrique de la Madrid y Pamela Cerdeira.
Todos ellos brillantes.
El libro, escrito en un estilo “aforístico”, me atrevo a decir, tiene rasgos sumamente originales en su forma de abordar un fenómeno complejo y cambiante.
No se le debe confundir con el “Manual breve de geopolítica, declinaciones, redespegue y multilateralismo” de Fernando Esteche y Ana Laura Dagorret, publicado por Periodismo Internacional Alternativo. No. Este es otro.
Solamente reproduzco algo sobre México, con la esperanza de generar curiosidad sobre su contenido (290 páginas).
“México. La democracia como escenografía.
“En medio de ese declive (el índice hecho por “The Economist Intelligence Unit”) México sube seis posiciones en el ranking global.
“Con un puntaje de 5.32, se ubica en el lugar 84 de 167 países y es clasificado como un régimen híbrido.
“¿Una mejora? En apariencia sí. Pero basta mirar las categorías del índice para entender que la fachada no aguanta el análisis.
“Participación política: 7.22-
“Proceso electoral y pluralismo: 6.92
“Funcionamiento del gobierno: 5.00
“Libertades civiles: 5.59
“Cultura política:1.88.
“Esta última cifra lo dice todo.
“Una democracia sin cultura democrática es una escenografía.
“Donde se vota, pero no se decide.
“Donde se participa, pero sin efecto.
“Donde hay libertad de expresión ,mientras no incomode al poder.
“México es hoy el ejemplo más perfecto del capitalismo autoritario suave:
“Un país donde el mercado sigue operando, la gobernabilidad se sostiene, las elecciones se celebran…
pero el poder real se mueve fuera del rada, en estructuras paralelas, en pactos inconfesables, en narrativas cuidadosamente administradas desde el poder.
“No se cancela la democracia:
Se administra como un espectáculo.
“Y para muchos ciudadanos eso basta.
“Porque votar sigue siendo un rito emocional poderoso, incluso si nada cambia
“Y porque mientras haya cierta estabilidad, cierta continuidad simbólica y ciertos enemigos visibles a quienes culpar, el sistema se recicla con la ilusión de que sigue funcionando.
“Pero no lo hace.
“Sólo sobrevive.”
*Cómo entender el poder global sin ser devorado por él.
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