Opinión

El PAN y los otros otros zombies

Quizá con un poco de perspicacia el Partido Acción Nacional, cuyos dirigentes reunieron una escasa concurrencia para anunciar su “refundación”, podrían haber escogido una fecha alejada de la marcha de los muertos vivientes; los zombis cuyo paso cansino se inició en la misma plaza donde Jorge Romero hizo profesión de autonomía y convirtió las alianzas --el PRIAN tan deturpado por Morena--, en reminiscencia de tiempos derrotados y promesa de imposible repetición.

Como en el tango, la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.

Abjurar de las estrategias combinadas con otras “marcas” políticas (para usar el caro lenguaje de la mercadotecnia), no resulta algo importante para los electores cuya conquista debe ser el único propósito de cualquier partido.

Los partidos no pueden conformarse con ser foros, presencias morales o intentos de contrapeso verbal para el gobierno. Un partido sólo tiene una finalidad: el poder y eso se consigue con votos, votos y más votos. No con promesas de eficacia, ni con nostalgia renovada o nuevo logotipo. Con votos.

Y mientras en el mundo nada supere el valor del dinero, Morena seguirá ganando elección tras elección. Municipal, estatal o federal, porque es el único capaz de regalar un billón de pesos anuales. Morena no persuade, ni educa, ni dignifica, ni eleva la condición espiritual o social de nadie. No son para eso las organizaciones políticas. Ese es el aluminio de la envoltura. El neo sistema compra ciudadanos. Pero esa es otra historia.

La trayectoria de Acción Nacional es simple. Nace desde la oposición a las políticas socializantes de Lázaro Cárdenas. Tenía un propósito firme y ejemplos de derechas triunfantes en otras partes del mundo. España, por ejemplo.

El hecho cardenista más notable (además del reparto agrario y la educación socialista), fue la expropiación petrolera de 1938.

Un año después Manuel Gómez Morín, hombre de extraordinaria inteligencia, bajo el lema de la patria, la libertad y la familia (la Sagrada Familia), organizó el partido a sabiendas de sus escasas posibilidades electorales. El populismo agrario y el control de los sindicatos, le garantizaban al PNR-PRM el manejo provechoso de los sufragios.

“Para el futuro, habrá que empeñarse en una organización constitucional… a un gobierno que sea representación genuina de la Nación entera, a un régimen político que impida el acceso al poder por medio del fraude o de la mentira, a un gobierno que sea democrático… el de no admitir que una persona, un grupo, decidan sobre los destinos nacionales que sólo pueden ser resueltos por la Nación entera… Una Administración de Justicia limpia, autónoma, decorosa, salvaría a México de algunas de las peores formas de vejación y de atropello que manchan y envilecen la vida de la Nación…”. Eso deseaba MGM en 1939. ¿Qué diría hoy?

Lejos de la “escaramuza electoral”, el PAN se conformó por años con ser una presencia ciudadana. A su historia de fracasos le llamaron “brega de eternidad”. Ojalá su destino no sea el anagrama de la primera palabra.

El planteamiento de Jorge Romero en el frontón México resulta de una vacuidad pasmosa. Una superficialidad decepcionante.

“El relanzamiento --dijo-- se sustenta en tres ejes centrales:

“Redefinir las causas, reviviendo el orgullo panista y la empatía con la gente.

“Reformar los estatutos, para abrir el partido a una etapa de participación, transparencia y democracia.

“Actualizar la identidad visual, con un logo renovado que refleje modernidad, cercanía y orgullo por su historia”.

Si uno de los “principios” refundadores se puede resolver en el restirador de una agencia de publicidad (como detergente ACE o FAB), las cosas pintan bastante mal.

Frases como “nuestra nueva etapa es azul” y “…esta es la era en la que las y los panistas le apostamos todo al PAN, para que la gente vuelva a confiar en Acción Nacional”, nos dicen poco.

Mientras tanto otros zombis iban al Zócalo.

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