Opinión

Louvre, outliers y CDMX

La seguridad se construye en la convergencia de capacidad institucionales, comunidad activa acudiendo a ella en demanda de su intervención, la necesaria atmósfera y contexto en las cuales tiene lugar tanto la estrategia de seguridad como política pública y el conjunto de operativos constitutivos de aquella.

En el ruido de la información y de las diversas formas de propaganda en pro y en contra, cada suceso es colocado al centro del relato. Sin embargo, mejor los datos ofrecen una brújula para no confundir anécdota con el conjunto de la realidad, a modo de comprender cómo un hecho de alta visibilidad no necesariamente define la tendencia general aun cuando pueda ilustrar alguno de sus aspectos.

El robo al Museo del Louvre lo ejemplifica con precisión. En siete minutos, un grupo de ladrones sustrajo nueve joyas de la corona francesa. Los delincuentes eligieron una fachada en remodelación, detectaron una zona con menor vigilancia, accedieron con montacargas hasta la Galería de Apolo y huyeron por la ribera del Sena. Todo ocurrió a menos de 800 metros de la Prefectura de Policía, en una ciudad con 20 mil agentes y 55 mil 955 cámaras de videovigilancia.

Nadie dejará de visitar el Louvre o París por ello. Los turistas seguirán haciendo fila frente a la Mona Lisa. El hecho, aunque espectacular, no altera la tendencia. En estadística, se le llama outlier: un valor atípico que se aleja de la media y cuya existencia, paradójicamente, confirma la consistencia del resto de los datos, pero puede, al mismo tiempo, iluminar áreas omitidas en la representación promedio de las cosas.

Este principio del taller de números tiene un eco. La Jefa de Gobierno de la capital nacional, Clara Brugada, lo aludió en su más reciente informe mensual de seguridad al afirmar que “estos casos no definen la situación general de la Ciudad de México”. Su frase, más que una defensa retórica, refleja la necesidad de mirar las cifras en conjunto, no desde el sobresalto. Los datos duros indican en siete años una reducción de 59 por ciento en los delitos de alto impacto y de 48 por ciento en homicidios dolosos, aun con el dolor de los casos de alto impacto y visibilidad.

La tendencia es clara y sostenida. Los hechos aislados son, como en el caso de Louvre, rupturas que no arruinan París. Aplicado a la sensibilidad activa de la Presidenta Claudia Sheinbaum respecto de las inundaciones se sostiene lo mismo, la oposición se concentra en el outlier de un incidente de aparente desatención injustamente negando validez a la determinación política de la mandataria de no dejar a nadie sola o solo.

La conmemoración, este 20 de octubre, del Día Mundial de la Estadística, instaurado por la ONU en 2010 para subrayar el valor de los datos en la toma de decisiones públicas, recuerda que toda política eficaz se apoya en evidencia verificable, no en percepciones. La estadística no elimina la tragedia de los casos individuales, pero sí permite ubicarlos en una dimensión útil a la política pública.

Tanto prevención como estadística parten del conocimiento. En la CDMX, el fortalecimiento del C5 y la coordinación entre la Secretaría de Seguridad Ciudadana y la Fiscalía General de Justicia han permitido robustecer la inteligencia y reducir tiempos de respuesta gracias a los reportes ciudadanos. La denuncia —a través del 9-1-1 o del 089— se convierte así en un insumo: cada llamada alimenta el mapa del riesgo y ajusta la política pública.

París no perderá su condición de ciudad segura por el robo al Louvre; del mismo modo, la Ciudad de México no pierde su tendencia por un episodio merecidamente mediático respecto de la violencia que debe seguirse combatiendo.

Detrás de cada número hay una historia y detrás de ellas un contexto. El dato, en su frialdad aparente, es una forma de sostener la razón frente al evento. Y los culpables de actos delincuenciales deben ser detenidos, allá y acá.

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